Capítulo 22: Sebastián

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Sebastián tenía un mal presentimiento

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Sebastián tenía un mal presentimiento. Pablo Ferreira había quedado en ir a almorzar a La Rosa con los Pérez Esnaola, pero no había llegado. Quizás solo exageraba y su amigo había tenido algún contratiempo o estaba con alguna joven. Con un poco de suerte podía haber logrado que Julia Duarte, la hermana del cura, se fijara en él. Sin embargo, el criollo era un hombre de palabra y Sebastián no podía quitarse de la cabeza que algo malo podría haberle sucedido. Había tenido enfrentamientos con los indios antes, tal vez el muchacho estaba en problemas.

—¡Leónidas! —llamó Sebastián.

El sirviente se demoró apenas unos segundos en aparecer. Llevaba la barbilla manchada con los vestigios del almuerzo. Se limpió la cara con la manga de su camisa y sonrió.

—Iré a ver a Pablo Ferreira. Prepara mi caballo, por favor. ¿Te gustaría venir? —añadió Sebastián.

—¡Claro que sí, vamos! —exclamó el muchacho y siguió a su amigo y patrón hasta el establo.

Leónidas preparó dos yeguas y partieron al galope. El día estaba templado aunque el cielo aborregado amenazaba con lluvia. La brisa traía consigo cierto vaho a tierra mojada.

Pablo Ferreira contaba con una estancia más pequeña que La Rosa, pero lo suficientemente importante como para convertirlo en alguien respetable en el pueblo. Al llegar a la entrada principal de Esperanza bajaron de sus monturas y amarraron a las yeguas. Sebastián se dirigió a la puerta e hizo sonar un cencerro a su lado para anunciar su llegada. Esperó unos momentos, pero nadie respondió a su llamado.

—Creo que no hay nadie en casa. Aunque parece que dejaron una vela encendida —aventuró Leónidas intentando ver el interior a través de una de las ventanas.

Sebastián volvió a tocar la campana y luego golpeó la puerta con creciente preocupación.

—¡Pablo soy yo! ¿Estás bien? —gritó para que si su amigo estaba dentro lo escuchara.

Comenzaba a ponerse nervioso. ¿Por qué dejaría una vela encendida si no se encontraba en la estancia en ese momento?

Estaba a punto de volver a golpear, pero se detuvo al escuchar pasos. Unos segundos después Pablo abrió la puerta. Tenía los ojos enrojecidos y una botella de vino en la mano.

Cinco espinas tiene La Rosa✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora