Capitulo 24

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¿Preparado para el silencio?
Atento que llega, respira tranquilo,
no pasa nada, pronto llega.
El olvido, la ausencia, el frio,
la lejania, el silencio vacío.
Preparate.
Ya está aqui. Tranquilo.
Asumirlo es mas facil
que quedarse dormido.

-Calafate-

@ calafate_de_cuaderno

Observo mis manos amoratadas de tanto frio

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Observo mis manos amoratadas de tanto frio. Casi no siento mis dedos y prácticamente ninguna otra extremidad pese que a que tengo puesto tres pantalones frisados y cuatro suéteres de lana sin contar la campera inflable.

Comienzo a mover mis manos para ganar flexibilidad y trato de ponerme en pie. Sé que si me quedo quieta, estoy muerta.

Mi respiración, al entrar en contacto con el aire helado, genera pequeñas nubes de humo espeso a mi alrededor que me dificultan aún más la vista. Aunque lo cierto es que no alcanzo a ver nada. Es todo tan blanco por la nieve, que me siento atrapada en un cubo sin salida. O quizá sea solo mi realidad interior.

Desde la noticia del suicidio de Pedro me siento atrapada, asfixiada, sin poder hacer nada para salir de mi propio letargo aunque luche y patalee. El adoquín que siento en mi pecho desde entonces amenaza con echar raíces y quedárseme adentro para siempre. Aunque acepto la condena. Vivir con esta culpa es lo mínimo que tiene que preocuparme.

Camino con dificultad entre la nieve y de vez en cuando me tropiezo con plantas o ramas en el suelo que no logro ver. Estoy deshidratada pero decido guardar la poca provisión de agua que me queda para la vuelta a casa, que seguramente será mas ardua. Aunque aquello, sinceramente, me tiene sin cuidado.

Cuando la mamá de Pedro me leyó su carta de despedida a través del teléfono, supe que tenia que cumplir su último deseo de esparcir las cenizas en el lugar que siempre soñó con conocer: El Cerro Tronador. Me hubiera encantado que su madre me acompañara hasta acá, pero su salud no se lo permite. Asi que decidí venir sola. Sin avisarle a nadie más que a Felipe, porque en él confío y sé que no va a intentar detenerme.

Cuando le conté acerca de mi decisión, no supo qué decir. Sabia que hacerme entrar en razón era imposible, asi que solo podía confiar en las destrezas que aprendí durante este tiempo viviendo acá y en mis habilidades para sobrevivir a pesar del hambre y el frio. No iba a ser la primera vez que lo pasara. Solo que esta vez era diferente, porque no sentía ningún tipo de placer en esta aventura. Solo sabia que existía un deber que cumplir cueste lo que cueste.

El mismo dia en el que le conté mi decisión, tomé el primer micro a Bariloche que encontré y fui directo al velatorio de Pedro. Si algo quedaba de mi antes de ese día, la tristeza se encargó de destruirlo. ¿Cómo podia ser capaz de mirar a los ojos a la mujer que perdió a su hijo por mi culpa? Aunque ella se encargó de repetirme millones de veces que la decisión de Pedro de acabar con su vida no fue por mi causa, yo sí sabía la verdad. Yo sabía que había matado a su hijo. ¿Quién sino? Ella no leyó la carta que su hijo me había escrito. Ella no vio el dolor en sus ojos cuando me pidió que lo escuchara. Ella no fue testigo de mi soberbia al cerrarle la puerta en la cara.

Sé que es inútil pensarlo ahora, pero… ¿Hubiera cambiado el rumbo de los acontecimientos el haberlo perdonado? ¿O siquiera haberlo escuchado?

Me preparo mentalmente para atravesar los kilómetros que me quedan para llegar a la cima del cerro. Calculo que llegaré en 1 o 2 horas si me apresuro. La nieve acá arriba es mas abundante y a medida que subo, el frio parece atravesar mis huesos a pesar de que abajo, ya es primavera.

Hoy es 4 de octubre, irónicamente hace un mes exacto mi vida era otra. Era medianamente feliz. Y con eso tendría que haberme alcanzado. Y ahora soy desdichada. Patética. Con una vida a cuestas. Ni siquiera la certeza de lo que siento por Benjamín puede revertir mi estado porque ya es tarde. En el mismo instante que dejé de luchar con mis sentimientos por él perdí toda oportunidad de amar. Porque ahora estoy rota.

Observo la vista que el paisaje montañoso me ofrece. En algún otro momento la hubiera disfrutado y hasta incluso hubiese sacado fotos.

Pero ahora en lo único que puedo pensar es en cuánto le hubiese gustado a Pedro visitar esta belleza majestuosa, que me hace sentir una hormiga en medio de un extenso bosque.

Camino varios kilómetros mientras cae el dia. Al final decido armar una pequeña carpa y pasar la noche protegida del frio y la nieve. No quiero retrasar mi llegada, pero este clima no me gusta para nada. La experiencia me dice que pronto se largará una tormenta.

Busco en mis provisiones una linterna y los elementos para armar la carpa. Una pequeña brisa helada comienza a soplar desde el este pero al cabo de unos minutos, ésta se torna en un viento intenso que sopla con furia. Me paro a duras penas e intento buscar un refugio lejos de los árboles, ya que no es seguro esta zona de arboledas.

Busco a duras penas alguna elevación del cerro que me sea de ayuda. La fuerza del viento no me deja avanzar y la poca comida que ingerí estos últimos días me está pasando factura, ya que apenas tengo energías para hacerle frente.

Camino con dificultad sin apenas ver nada cuando la rama de un árbol a mi derecha me golpea con fuerza en la cabeza y caigo de espaldas al suelo.

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𝗠𝘂𝗿𝗮𝗹𝗹𝗮 𝗮𝗹 𝗖𝗼𝗿𝗮𝘇ó𝗻 [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora