Capitulo 23

1.3K 80 14
                                    

Cuando se tocó el cielo una vez,
es imposible después
conformarse solo con mirarlo.

M. Eugenia Avellaneda

Sin previo aviso, vuelvo a tener diecisiete años

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Sin previo aviso, vuelvo a tener diecisiete años. Vuelvo a la vorágine de aquellos días y casi puedo percibir en mi cuerpo esa misma energia adolescente.

Observo a Benjamín sentado a mi lado, afinando la guitarra acústica que tiene entre sus manos y me recuerda a los momentos entre ensayos y giras de Erreway, que eran agotadores pero sumamente gratificantes.

Por un momento él me regresa la mirada y sé que piensa lo mismo. Sonreímos los dos, sin poder creer las vueltas de la vida, que te reúnen nuevamente con personas que ya habías resignado.

¿Es que este viaje me tenia aun mayores sorpresas guardadas?

Benjamín memoriza la letra y los acordes de la canción y yo lo acompaño con mi percusión. Nos acoplamos casi al instante, como si fuésemos un solo sonido que separados no tendrían sentido.

A él se le dan bien estas cosas, porque enseguida se amoldó a la canción. O la canción se amoldó a él mejor dicho.

Comienza los primeros acordes y luego nos unimos de a poco los demás. La música y su vibración parecen penetrar por cada poro de mi piel y resonar en mi pecho a medida que transcurre cada estrofa y es una sensación tan placentera que no quiero bajarme del escenario. Disfruto cada segundo y satisfecha, me dejo llevar por el momento.

Cuando terminamos el repertorio, la gente recibe con un gran aplauso nuestra performance. Luego, brindamos entre todos para celebrar y Benjamín rápidamente se convierte en el blanco de los elogios.
Dos chicas de no menos de veinticinco años parecen reconocerlo y se acercan para charlar con él.

Mientras, yo me escapo de la multitudo, yendome  hacia el patio trasero, donde corre aire fresco.

Destapo mi cuarta botella de cerveza con uno de los extremos de mis llaves.

Casi nunca tomo alcohol en la cantidad que lo hago hoy, pero últimamente casi nada de lo que hago es habitual en mi.

Benjamín llega y me ve sentada en una de las hamacas. Se sienta a mi lado, siendo muy sigiloso en sus movimientos.

- Gracias – Murmura.

- ¿Por? - Pregunto sorprendida.

- Hoy, después de mucho tiempo, me amigué con la música – Replica.

Volteo a verlo y la luz de la calle le da un aspecto ensombrecido a su rostro. Nunca hubiera imaginado a Benjamín lejos de ella. Recuerdo que su guitarra siempre fue su fiel amiga y  consejera.

- Siempre hay tiempo para volver a donde alguna vez fuimos felices – Le digo.

¿Fue un consejo para él o para mi misma?

Decido que es mejor dejar de tomar antes de que siga cavando mi propia tumba.

Benjamín me mira con expresión curiosa y sonríe.

- ¿Lo decís por experiencia propia?

Le alcanzo mi botella y él toma un largo trago.

- Puede ser – Contesto – Tambien te tengo que dar las gracias. Sin vos, no hubiésemos tocado.

- Pueden tenerme en cuenta para futuras presentaciones – Murmura.

- ¿Le querés serruchar el piso a Nacho? - Exclamo en tono juguetón.

Él larga una carcajada.

- No me niegues que estando yo en la banda les va a ir mucho mejor… - Bromea.

- Seguramente vamos a ganar en seguidores mujeres…

- Por mi talento…

- Seguro que no – lo interrumpo y termino su frase.

Me rio y él se detiene a observarme.

- ¿Qué tengo? – Pregunto.

- Desde que nos volvimos a ver… nunca te vi asi.

- Asi ¿Cómo?

- Tan… bien. Con una sonrisa.

Para esconder mi repentina incomodidad, le propongo un juego.

- ¡A ver quien llega más lejos!– Grito al  comenzar a impulsarme hacia adelante y atrás con mi hamaca.

No sé si es por el alcohol o qué, pero al tenerlo a mi lado... Me siento nuevamente como una niña.

Él hace lo mismo y los dos nos impulsamos con fuerza mientras nos reímos a carcajadas.

Benjamín es el  primero en saltar y yo lo hago justo después, cayendo encima de él.

Nuestros cuerpos están tan juntos que percibo la respiración agitada de Benjamín y tambien los latidos acelerados de su corazón. Por un segundo, temo que se haya golpeado en el lugar de la operación pero él no emite queja alguna, por el contrario, su rostro refleja… aún no puedo descifrarlo.

Me observa con un semblante repentinamente serio y noto necesidad en sus ojos. Supongo que tambien él ve lo mismo en los míos porque toma mi rostro entre sus manos. 

Mi pulso comienza a acelerarse y lo siento en cada rincón de mi cuerpo. Mi boca recuerda el sabor de sus besos y anhela volver a probarlos. Y yo tampoco me niego, porque ya no me quedan fuerzas para seguir sosteniendo la muralla que cuidadosamente construí a mi alrededor. Es inútil.

¿Por qué luchar por algo que es inevitable? No puedo evitar sentirme atraída por él. ¿Y por qué no estarlo?

A estas alturas siento en mi cuerpo un rio subterráneo de lava ardiente que se lleva todo a su paso y que no hay nada que pueda hacer para detener su furia. Una furia contenida durante años y que ahora halló su fuerza revitalizante.

Miro a Benjamín y sé que él siente lo mismo. Lo sé por el modo en que me devuelve la mirada, que es la misma de hace años atrás. Aquella señal me inyecta confianza. Dejo a mi mente enjaulada, privándome de razonamientos y me permito llevarme por primera vez por lo que siento. Cuando por fin estoy lista, alguien nos interrumpe.

Nicolás está parado frente a nosotros. Su rostro refleja preocupación, pero solo me mira a mi. Y de repente, me invade la  certeza de que algo va mal. Porque nunca antes vi esa expresión en él.

Me incorporo rápidamente del suelo y luego ayudo a Benjamín a levantarse con cuidado.
Miro expectante a mi amigo y veo pesar en sus ojos.

- Hay noticias de Pedro – Exclama finalmente.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝗠𝘂𝗿𝗮𝗹𝗹𝗮 𝗮𝗹 𝗖𝗼𝗿𝗮𝘇ó𝗻 [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora