Capitulo 52

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En el tabaco, el café, en el vino, al borde de la noche se levantan como esas voces que a lo lejos cantan sin que se sepa qué, por el camino.

Livianamente hermanos del destino, dióscuro, sombras pálidas, me espantan las moscas de los hábitos, me aguantan que siga a flote entre tanto remolino.

Los muertos hablan más pero al oido, y los  vivos son mano tibia y techo, suma de lo ganado y lo perdido.

Asi, un dia en la barca de la sombra, de tanta ausencia abrigará mi pecho esta antigua ternura que los nombra.

- Cortázar

Nuestra última conversación fue en 2009

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Nuestra última conversación fue en 2009.

Fue una de tantas, sin saber que en realidad sería la última.

Nunca hubo un cierre en nuestra historia. Quiero decir, una charla en la que nos sinceremos una a la otra. Y esa falta abrió una herida que aún continúa sangrando, aunque no me lo reconozca ni a mi misma.

De pronto sé a lo que le temo. Se porque nunca quise volver a cantar en Erreway.

Luisana fue mi amiga. Mi hermana.

Supo ser esa persona incondicional que te presta el hombro para llorar. Sus consejos solían ser mi cable a tierra, ya que ella tenia un temperamento más tranquilo que el mío y aportaba calma a mis tormentas. Puedo decir que nos complementábamos perfectamente.

Tambien éramos buenas compañeras de trabajo. Nos entendíamos en cada escena, las cuales parecían muy naturales, sin forzar nada.

¿Cuándo nos alejamos y perdimos aquella conexión?

No lo sé. Fue un proceso lento. Y casi sin darme cuenta, de un dia para el otro, las pequeñas diferencias que alguna vez nos unieron, nos fueron alejando.

Hasta un punto irrecuperable.

Ella tenía otras ambiciones. Seguir en el medio, volar alto e incluso, porqué no, llegar a Hollywood, como tantas veces me decía.

Y lo logró.

A mí, en cambio, ya no me satisfacía ese mundo perfecto por fuera pero podrido por dentro. Lleno de competencia, falsedad e hipocresía. Un mundo muy diferente con el que soñaba.

Intento recobrarme de mi asombro mientras miro a Luisana a los ojos.

Sigue casi igual. Su aspecto no ha cambiado demasiado, aunque ahora lleva el pelo corto y con ondas. El tiempo se detuvo ante ella y no dejó sus marcas permanentes. Verla ahora es retroceder las agujas del reloj y volver a enfrentarme al pasado que insiste en quedarse.

Aunque, últimamente, cada situación de mi vida me pone de cara frente a él.

Luisana está sin maquillaje y su ropa es muy simple: una musculosa blanca con un pantalón de gabardina color negro. Su expresión es la misma de siempre y refleja tranquilidad: esperaba encontrarme acá.

𝗠𝘂𝗿𝗮𝗹𝗹𝗮 𝗮𝗹 𝗖𝗼𝗿𝗮𝘇ó𝗻 [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora