Capitulo 4

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Hace una hora me desperté, cuando los efectos del calmante dejaron mi sistema

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Hace una hora me desperté, cuando los efectos del calmante dejaron mi sistema.

La enfermera nos dice que lo que me dio fue solo un relajante muy suave, pero que en mi estado de nervios hizo un efecto un poco más fuerte. De todos modos, pude dormir apenas media hora.

Aún no sabemos nada de Benjamín.

No hay noticias de él. Ni siquiera sabemos donde lo llevaron, qué le están haciendo o incluso si sigue con vida. ¿Se habrán olvidado de avisarnos que no pudieron salvarlo?

Observo la vorágine presente en el hospital, médicos y enfermeros corriendo de un lado al otro, con sus semblantes crispados y ojeras hasta los tobillos y esa idea ya no me parece tan descabellada.

El efecto del relajante no solucionó nada. Solo postergó lo que inevitablemente iba a pasar. Una punzada aguda comienza a crecer en mi pecho, inundando todo sin dejar lugar para más, dejándome agitada y ya sin fuerzas. Pedro nota mi estado e intenta apaciguarme sin éxito. Al final, se resigna y sale de la sala general y va afuera a fumar un cigarrillo.

Me acerco rápidamente a un medico de mediana edad que sale de una de las salas. Pregunto por Benjamín, pero no sabe nada. Claro, nunca nos anunciamos en administración. Dudo de hacerlo ahora, temiendo que al dar su nombre anoticien a la prensa. Seria una gran noticia para un aburrido domingo a la madrugada.

Al final decido preguntar por él a la mujer que está del otro lado de la ventanilla al lado de la puerta de entrada. Describo la situación y la hora aproximada en la que llegamos. Busca en su computadora.

—Tiene una herida de arma blanca. Por lo que dice acá, muy profunda. Perdió bastante sangre. En estos momentos sigue en el quirófano.

—¿Pero como está? — Pregunto llena de ansiedad —  ¿No corre peligro ya?

—Eso no te lo puedo decir — Me corta en seco — Todavía no salió del quirófano, como ya te dije.

—Está bien. Gracias.

—Nena… — Me llama de pronto la mujer. Me mira con curiosidad detrás de sus lentes redondos — Te veo cara conocida… ¿vos no sos la que trabajaba con esta mujer… Cómo se llama?... — No creo posible que en un momento como este me estén preguntando justo eso. Pero por lo visto, asi es — ¡Ah si! Cris Morena. ¿Sos vos?

Niego con la cabeza como única forma de respuesta y vuelvo a mi asiento. Al rato entra Pedro y me alcanza su celular.

—Tomá, es para vos.

Esperando la voz de mi mamá del otro lado, la voz de Felipe me toma por sorpresa.

—¿Es verdad que estás acá, en Buenos Aires? — Pregunta tranquilo, pero en un tono un poco expectante — Tu vieja me dijo que…

—Si, estoy acá — Lo interrumpo — Feli, escuchame. Paso algo grave. Benjamín está… — No me salen las palabras. El nudo que con éxito mantuve a raya en el fondo de mi garganta todo este tiempo amenaza con desatarse. Comienzo a sollozar. Solo Felipe entendería mi dolor.

—¿Benjamín? — Felipe repite una décima más alto, confundido — ¿Benjamín, Benjamín? ¿Osea, BENJAMÍN ROJAS?

—Sí, Benjamín… — Repito exasperada—  Ahora está en el quirófano y no sé como está. No sé si está... Me dijeron que la herida que tiene es grave y que perdió mucha sangre y me da miedo que…

Me interrumpo y un llanto incontrolable comienza a salir, al parecer, de mi boca.

—¿Dónde estas Camila?

Le entrego el teléfono a Pedro y él contesta por mi. Yo trato de contenerme, tapando mi boca con las manos aunque sé que es imposible. Una vez abierta la canilla…

—Estamos acá, en el de la Trinidad — Escucho decir a Pedro.

—Viene para acá — Me avisa al cortar.

En media hora los brazos de Felipe están rodeando mi cuerpo, que a estas alturas se mantiene en una pieza de milagro.

Me duelen muchas cosas. Me duele pensar en perderlo. Me duele saber que en realidad ya lo perdí hace años. Me duele imaginar qué pasará cuando despierte, cuando me vea. Me duele pensar si no lo hace. Me duele pensar en su hija. Me duele imaginar un mundo en el que él ya no esté.

Tener a Felipe a mi lado me reconforta de mil maneras. Saber que compartimos ahora la misma preocupación y que es el único que me entiende en estos momentos.

Es curioso pensar que la forma en la que ahora me rodea entre sus brazos con fuerza es la misma que cuando éramos apenas dos pibes que no tenían idea de lo que el futuro tenia guardado para nosotros, hace diéscisiete años atrás. Que solo pensábamos en el día a día, disfrutando de los momentos juntos durante las grabaciones y las giras. Y es que al final del día, solo éramos cuatro amigos que compartíamos todo y nos sentíamos incompletos si uno faltaba.

¿Quién iba a decir que nuestras vidas tomarían caminos totalmente distintos, incluso hasta opuestos? O tal vez era lo esperable. ¿En qué momento perdimos eso? ¿Cuál fue el punto de inflexión?

Repentinamente me invade la nostalgia, haciendo añicos lo que queda de mi pecho. Por primera vez en mucho tiempo comienzo a extrañar mi pasado.

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𝗠𝘂𝗿𝗮𝗹𝗹𝗮 𝗮𝗹 𝗖𝗼𝗿𝗮𝘇ó𝗻 [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora