001: Un lienzo en blanco

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—Y Cameron... ¿Viste a la chica que dejó esos magníficos pasteles en la puerta?

Levante la vista de mi plato, los ojos curiosos de Olga me veían desde la barra de la cocina. Trague la comida que había estado masticando haciendo memoria de la chica que estaba mencionando.

—Eh, sí. ¿Es la nueva vecina verdad? —pregunté haciéndome el desentendido.

—Si, según me enteré por ahí que estudia en el mismo conservatorio que tú —dijo sonriendo cómplice.

—Bueno, te avisaré si la veo hoy en el conservatorio. Debo irme, grandioso el desayuno como siempre Olga. ¡Nos vemos! —dije evitando el tema de conversación, acomode la silla dejando la servilleta en la mesa y caminando directo a la salida.

—¡Buen día Cameron! —respondió ella mientras yo salía de la casa.

Solté un suspiro cuando el aire fresco me golpeó la cara. Mire mi reloj de muñeca, eran a penas las siete y diez de la mañana. Estaba más que a tiempo para ir al conservatorio. Se me estaba antojando un café helado de Starbucks, así que no lo dude y encendí el auto para empezar a dirigirme al drivethru. No es que los cafés de Olga no me gusten, pero esta vez prefería comprar uno.

Olga había estado con nosotros desde que éramos unos niños. Era una linda señora de al menos unos sesenta y tantos, con mejillas regordetas y una pasión por la repostería fascinante. No tuvo hijos y tampoco se llegó a casar aunque todavía está a tiempo de conseguir a alguien con quien envejecer, en fin, nosotros somos como unos hijos para ella. Mamá siempre cuestionó el porqué papá nos encargó una ama de llaves, pero lo entendió cuando noto que ella básicamente casi no está en casa.

Mamá es diplomática, aparte de eso tiene un don para las ventas impresionante. Yo empecé a pintar desde niño, ella vio al instante un negocio de eso. Tal vez es por eso que actualmente tenemos una galería de arte a su nombre, mi trabajo es solo un negocio para ella.

—Buenos días, bienvenido a Starbucks, ¿En que puedo ayudarle el día de hoy?

—Buen día, quisiera un Frappuccino doble de caramelo con crema de vainilla y leche de soja.

—En seguida, ¿Algo más?

—Sería todo.

—Quince con veintiuno a la ventanilla —asentí y conduje hasta la ventanilla mientras buscaba mi billetera en mi bolsillo.

Al llegar a la ventanilla me dispuse a buscar el dinero que la chica me había pedido. ¿El problema? Solo tenía billetes de veinte y de cincuenta. Parecería un mismísimo idiota con aires de superioridad pero no tenía remedio.

—Mira quien es —río la voz de la chica en la ventanilla, gire mi rostro hacia ella sintiendo mi reputación detenerse. Sus ojos avellana me veían brillantes—, ¿Como estás Cameron?

—Bien... Bien —sonreí bajando la mirada sintiendo la vergüenza entrar en mi—, Me alegra verte Amara.

—Igualmente. Y, ¿Que te parece mi nuevo trabajo?

—¿Trabajas aquí? —la pregunta sonó más estúpida de lo usual cuando salió de mis labios, ella sonrió asintiendo como si no fuera obvio.

—Si, planeo hacerlo hasta que termine en el conservatorio. Pero en realidad estoy aquí hasta las doce, iré más tarde a las clases que tengo hoy.

—Eso es... fantástico.

—¿Primer día y ya estás conversando con los clientes? No me hagas arrepentirme de haberte contratado —rugió la voz de una mujer atrás de ella. Amara bajo la vista y soltó un "lo siento" en voz baja.

Jump Shot | Libro II  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora