24: Bienvenido al problema | Flash

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Cuando quise decidirme entre las dos chicas que tenía en mi vida, todo a mi alrededor pareció alinearse para dejarme entender que no podía elegir a la que yo creí debía escoger.

De hecho, era ridículo, porque cuando iba camino a la casa de Amara una llamada telefónica me detuvo.

Mi papá es una persona complicada. Tres divorcios, una relación estrictamente profesional con mi madre de negocios, tres hijos excepcionales que aunque no nos parecemos a él, tenemos ese aura imponente que nos hace ver cómo el, un ceño fruncido bien marcado y una empresa de negocios reconocida.

Dinero, dinero y déjame decirte que, más dinero.

Esas son las cosas que mueven a mi padre, al gran Stuart Lightwood.

Mamá y yo habíamos hablado. Le conté sobre mi decisión de vivir por mi cuenta, la acepto porque no le quedaba de otra. O al menos eso quise pensar al instante, pero me equivoqué.

Lo menos que imaginé fue que llamaría a mi padre a darle la queja, para que así el metiese sus influencias en mi y pudiese controlarme. Pero así fue.

Papá me llamó como antes había mencionado. Me hizo detenerme en medio de la calle en un aparcamiento que desconocía para dejarme saber una cosa.

No tenía otra salida más que trabajar para él. Mamá era la dueña de mis acciones en la galería de arte, mis obras iban a mis tarjetas que lastimosamente están en su poder igual, y si quiere puede dejarme en la mismísima ruina.

Así que ahora, tenía que idear un plan si no quería convertirme en la marioneta de papá.

El primer pensamiento que tuve fue acudir a mi hermano, pero era ridícula la idea. Aarón no podía hacer nada estando lejos y a papá le importaría un comino lo que él le dijera. Después de todo había hecho su vida lejos de aquí y ya no necesitaba de la ayuda de ellos.

Así que empecé a pensar, y llegue a una conclusión que no me enorgulleció pero si me hizo caer el tiempo.

Y es que, tenía que irme del país.

Esa fue la manera en la que Aarón logró librarse de papá de una vez por todas. Se graduó y se fue. Dejando atrás a todo el maldito legado Lightwood y la influencia que tenían sobre él.

Y era lo mismo que debía hacer yo.

Así que, ese día, rebusque en internet vuelos para algún lado donde poder irme. Con los ahorros que tenía guardados podía irme y estar lejos por un tiempo. Al menos hasta sustentarme y tener dinero para poder valerme por mí mismo.

Entonces pasó un milagro o una maldición, podía contarse como ambas de hecho.

Un email de una empresa pequeña que estaba buscando auspiciadores iluminó la pantalla de mi portátil, estaban buscando una persona que quisiera invertir en su proyecto para así despegar una empresa entera.

Así que lo pensé, y decidí invertir en ello.

Así fue como empecé de manera privada mi propia editorial. Trabajaríamos con autores nuevos y adjuntaríamos proyectos que podrían llegar a ser muy importantes. La instalación estaría en la gran manzana, Nueva York.

Así que, así iniciaron mis meses tratando de pasar el máximo tiempo posible con las mujeres que tanto adoraba. Por qué sí, debía escoger. Pero ahora no podía.

No podía porque iba a irme.

Y me parecía injusto darle ilusiones a alguna de ellas cuando realmente iba a dejarlas a ambas.

Al menos eso planeaba, hasta que un día...

—Cameron Lightwood —bramó Michelle más que molesta—, ¿Qué significa esto?

En su mano yacía un sobre, con los contratos de la editorial a mi nombre y la anulación de la empresa de papá.

Ah, y también había algo en ese sobre que no podía ver. Eso era...

—Michelle yo, mira no es lo que tú...

—¿Por qué hay un anillo aquí?

—Eh...

—¿Pensabas pedirle matrimonio a Amara? ¿Estás demente o...?

—Era para ti —solté sin pensar—, Pensaba dártelo en la cena de hoy. No es el oficial. Es uno de promesa, promesa de que en un futuro lo haríamos.

—Cameron eso es... Precioso.

—Sí, lo es. Pero no se suponía que lo encontrases.

—¿Qué?

—He estado buscando trabajo fuera de la ciudad. Lejos. Muy lejos.

—¿Trabajo? P-Pero... ¿Quieres alejarte de la ciudad? ¿Y no pensabas decírmelo? Se supone que te dejé tomar el papel de padre con mi bebé para que estes presente, no para que te vayas y...

—Lo sé, pero entiéndeme tú a mí. ¿Como se suponía que te dijera? No puedo pedirte que dejes todo y te vayas conmigo, Michelle.

—No entiendo porqué quieres irte.

—No puedo quedarme aquí. Mi padre está obsesionado con la idea de que maneje su empresa. Mi madre está exprimiéndome hasta lo último para que pinte y haga obras para vender. Yo... Estoy asfixiándome, Michelle.

—Cameron yo...

—Empecé un proyecto, con una empresa editorial. Invertí dinero en ella y estamos a punto de empezar con el trabajo fuerte. Si me das unos meses podremos mudarnos y hacer una vida lejos de aquí.

—Pero Cameron...

—Vivir lejos es la mejor opción, mis padres estarían lejos, contaría con el apoyo de Aarón, incluso podría...

—¡Cameron!

La miré, perplejo por el grito que dio. Ella soltó un suspiro notorio.

—¿Qué? —pregunté.

—No podemos irnos de la nada. Primero hay que pensarlo. ¿De acuerdo? Es mucho para procesar.

—Podemos esperar unos meses —murmuré.

—Por favor.

Jump Shot | Libro II  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora