Capítulo 25

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La siguiente semana fue una auténtica tortura para Sheldon Lee Cooper. Veía a Penny casi las veinticuatro horas del día. Cada dos por tres estaba en su apartamento o en su oficina, estudiando frenéticamente y bombardeándolo a preguntas. Realmente, había mejorado mucho, en comparación con sus primeros días en el insondable mundo del conocimiento. Sheldon estaba razonablemente seguro de que lograría superar su examen, del mismo modo que lo estaba acerca de que no podría aguantar más tiempo esa situación. No se trataba simplemente de verla a todas horas. A eso se había acostumbrado más o menos hacía tiempo. Era… mucho más que eso. Ahora ella ya no se colgaba nunca de su cuello para besarle, y cuando lo hacía, únicamente era para besar su mejilla. Maldición, sí, era eso. Lo que no soportaba era que ya no lo besara o no lo abrazara como antes. Era inútil seguir negándolo. El joven físico apoyó la cabeza entre las manos. Era una agonía tenerla sentada junto a él, hablando, discutiendo, gesticulando y sonriendo con aquella maldita sonrisa y no poder hacer nada más que mirarla con cara de póker y luchar por seguir respirando. Era casi un dolor físico. ¿Cómo había llegado hasta esa situación? Lo peor de todo es que ella parecía ir siempre a buscarle cuando Leonard, o Raj, o cualquier otro de sus amigos estaba en el apartamento. Jamás iba cuando estaba solo. Incluso las veces que, desesperado ya por la situación, había ido él a llamar a su puerta para estudiar en el solitario apartamento de su vecina, ella no estaba… o simplemente fingía no estar.

Exhaló un gemido de angustia. No sabía lo que le ocurría. Bueno… en realidad, sí lo sabía, pero prefería seguir pensando que no, de lo contrario saltaría aterrado por la ventana. Había intentado todo para olvidar aquello, para apartarla de su cerebro, para volver a verla como sólo la alocada vecina de enfrente. Pero todo había resultado inútil. Cada vez que intentaba pasar varios días sin su presencia, la tortura era aún mayor, como si sufriese un raro síndrome de abstinencia. Sí, se había vuelto adicto a una droga llamada Penny, y lo acabaría llevando a la tumba.

El pobre físico tomó un sorbo de la taza de té que tenía entre las manos, procurando tranquilizarse lo bastante como para que la cucharilla dejara de golpear la porcelana. No podía seguir así. Aún tenía una débil esperanza. Cuando Penny consiguiera superar su examen y entrar en la academia, ya no tendría ninguna excusa para verla hasta en la sopa. Respiró profundamente. Sí, eso era. La chica estaría muy ocupada y emocionada con sus clases de interpretación, conocería a gente nueva y… él podría retomar su perfecta y ordenada vida. Se recostó en su sitio del sofá, como si buscase la protección que sólo él lograba encontrar en ese rincón. Miró el reloj. Puede que ya hubiese sucedido el pequeño milagro que esperaba. A esas horas, la chica ya debía haber terminado su examen y estaría esperando para saber su calificación. No pudo evitar sentirse inquieto. Deseaba fervientemente que lo hubiera logrado, no sólo por librarse de esa agonía, sino también porque… Penny lo merecía.

Leonard apareció en el salón.

- ¿Todavía no ha vuelto Penny?

Sheldon simplemente negó con la cabeza, con la mirada clavada en su taza de té. El físico experimental no pudo evitar sentir una oleada de pena por él. Jamás hubiera imaginado que su ególatra e intolerante compañero de piso pudiera inspirarle tanta compasión. Bueno, no es que pensase que era un robot sin sentimientos pero… A decir verdad, aquello era como la singularidad del Big Bang. Inexplicable. Ver a Sheldon torturado en el sofá, devanando su portentoso cerebro pensando en una chica era simplemente increíble. Por un momento dudó en tener una conversación en serio con él. Pero lo descartó. Al fin y al cabo, seguía siendo Sheldon, por muy perturbado que estuviera. Además, si el físico teórico hubiera querido hablar, lo habría expuesto sin rodeos.

Leonard se dispuso a sentarse en el otro sillón, con su portátil en el regazo, cuando de pronto la puerta del apartamento se abrió bruscamente. Los dos físicos alzaron la cabeza un tanto sorprendidos. Penny apareció en el umbral de la puerta, con el rostro desencajado y las lágrimas fluyendo sin pausa por las mejillas. Sheldon creyó que se le paraba el corazón.

La teoría es más sencilla que la realidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora