Capítulo 41

2.4K 225 4
                                    

Penny cerró suavemente la puerta de la habitación de Sheldon, mientras él seguía maldiciendo en Klingon y en unos cuantos idiomas más, quejándose de la injusticia que suponía no ser él el jefe del departamento de Física en el Caltech y a la vez ultimando el trabajo que tenía que presentar el lunes. Al parecer, el doctor Gablehauser le había pedido que expusiera sus últimos avances en la teoría de cuerdas a los alumnos que estaban terminando su doctorado ese año. Bueno, en realidad, se lo había ordenado, y el joven físico no tuvo más remedio que ceder… con un considerable esfuerzo. Y teniendo en cuenta que Sheldon era bastante insoportable cuando su portentoso cerebro trabajaba bajo una presión en absoluto agradable, la chica optó por dejarlo tranquilo. Esa misma tarde volverían de nuevo a Pasadena. Había sido un fin de semana bastante movido, aunque a pesar del fiasco de la fiesta de aniversario, se lo había pasado estupendamente. Empezaba a sentirse como en casa cuando iba a Galveston. Le encantaba la deliciosa comida que preparaba Mary y salir de compras con Missy. Aunque debía reconocer que su debilidad era Eleanor. La chica sonrió. Precisamente la anciana estaba sentada en el banco de la pequeña terraza, disfrutando en silencio de la lectura de un libro y de la leve brisa. Penny vaciló en acercarse. No quería molestarla. Pero Eleanor parecía tener el mismo oído que Sheldon y alzó la cabeza para mirarla. Esos ojos azules, tan sorprendentemente parecidos a los de su nieto, le dirigieron una tierna mirada.

- Hola Penny.- dijo con una sonrisa.- ¿Qué haces ahí tan sola?

- Lo siento, no quisiera molestarla.- dijo la chica, algo avergonzada.

Eleanor sonrió.

- Penny, te he dicho un millón de veces que nunca me molestarías. Vamos, acércate.

Penny sonrió al ver la mano que le tendía. La tomó y se acercó hasta sentarse a su lado. La chica miró curiosa el libro que reposaba en su regazo.

- "Lo que el viento se llevó"- leyó, un tanto sorprendida.-Vaya, es realmente… grande. ¿Cuántas páginas tiene?

- Mil cincuenta y cuatro, exactamente.- Eleanor alzó una ceja.- Bueno, al fin y al cabo, Margaret Mitchell se tomó su tiempo para escribirlo. Diez años. Así que tampoco son tantas.

Penny sonrió.

- ¿Lo ha leído entero?

- Unas cuantas veces.- contestó la anciana.- Digamos que siempre me ha gustado el estilo en el que está escrito. Aunque en general, me gustan casi todas las novelas de la literatura clásica. A veces me siento aquí después de comer y no tengo ni idea de cómo, pero cuando me doy cuenta es la hora de cenar.- dijo risueña.

- Vaya, eso es estupendo.

Eleanor apretó cariñosa su mano.

- No me has contestado a la pregunta. ¿Qué haces aquí tan sola? ¿Dónde está Moonpie?

- Está demasiado ocupado ahora mismo maldiciendo en Klingon por tener un jefe que le obliga a dar una charla a mentes inferiores a la suya.- dijo la chica.

Eleanor soltó una risita divertida que terminó contagiando a Penny.

- Entonces has hecho bien en dejarle tranquilo.- repuso la anciana.- Adoro a ese muchacho, pero conozco muy bien la enorme capacidad que tiene de sacar de quicio a alguien cuando se lo propone.

Penny la miró tremendamente sorprendida.

- ¿A usted también la ha sacado de quicio?- preguntó perpleja.

- Pues claro, criatura.- repuso ella con un guiño divertido.- Recuerdo una vez en la que tenía ocho años. Estaba haciendo un experimento, algo así como intentando fabricar una sustancia capaz de disolver todo tipo de plásticos y material sintético. Le advertí muy seriamente que dejara de mezclar cosas peligrosas, pero me desobedeció. Ya sabes que se le da fatal disimular, así que enseguida lo descubrí. Había escondido en el cobertizo las huellas de su delito y encontré la dentadura postiza de mi marido, junto con varias muñecas de Missy y una figura de Jesucristo de su madre, todo completamente derretido en una masa informe.- Eleanor soltó una divertida carcajada.- Su madre, cuando lo vio, dijo que ardería en el infierno por derretir a Nuestro Señor. ¡Criatura! Pero aunque Moonpie siempre fue mi debilidad, me mantuve firme. Lo que había hecho estaba muy mal, yo estaba enfadada con él, y se lo hice saber. Esa noche, el pobrecillo tuvo una pesadilla y apareció en mi cuarto, temblando, mientras decía que Jesucristo y una muñeca gigante lo perseguían. Me costó Dios y ayuda no romper a reír.- la anciana soltó una carcajada.- Finalmente, lo perdoné y logró dormirse en mi cama, aunque no me soltó en toda la noche.

Penny no pudo tampoco controlar la risa al escuchar toda la historia, imaginando a un tierno Sheldon de ocho años perseguido por Jesucristo. Las dos rompieron en carcajadas a la vez.

- ¡Madre mía!- Penny intentó calmarse.- Vaya, lo que hubiera dado por ver eso.

Eleanor meneó la cabeza.

- Moonpie siempre fue muy especial.- dijo, con una sonrisa llena de cariño.- Y está claro que tú también lo eres. De lo contrario no te habría permitido entrar en su corazón.

Penny bajó la cabeza, sintiéndose ridículamente tímida sin saber por qué.

- Bueno… realmente entrar en su corazón es como entrar en un laberinto. Nunca sabes realmente dónde estás.

Eleanor sonrió.

- Sheldon es muy reservado con sus sentimientos, Penny, pero te aseguro que los tiene. De hecho, las personas que nunca muestran sus sentimientos suelen ser las que más intensamente sienten. Conozco a mi nieto mejor que nadie. Y te aseguro que puedes estar tranquila. Su corazón es tuyo, aunque no le haga mucha gracia.- dijo divertida.

La chica suspiró.

- Lo sé pero…- bajó la cabeza abatida.- Tal vez en él sea normal… no lo sé.

La anciana la miró con curiosidad.

- ¿A qué te refieres, cielo?

Ella la miró. Por un lado no se atrevía a hacer tal confidencia, precisamente a Meemaw. Pero por otro, vio aquellos ojos azules, llenos de ternura, de cariño y también de sagacidad. Sí, podía confiar en ella… sin ninguna duda.

- Pues a que… llevamos casi medio año como novios y… todavía no le he oído decir "te quiero".

Eleanor la miró cuidadosamente. No pareció sorprenderse al oír eso. Estaba claro que nadie conocía mejor a Sheldon que ella. La anciana le dedicó un comprensivo gesto a la chica, intentando borrar su abatimiento. Tomó la mano de ella.

- Penny, ¿sabes que Sheldon me dice en muy contadas ocasiones que me quiere?

La chica abrió los ojos al máximo.

- ¿En… serio?

- En serio. La última vez tuvo que darme casi un infarto para oírselo decir.- dijo con una sonrisa divertida.- Pero no es necesario que lo haga. Lo sé. De hecho, cada vez que me llama Meemaw es como si me lo dijera. Y yo también se lo digo cuando le llamo Moonpie. Es nuestro lenguaje secreto.

Penny sonrió.

- Bueno… yo también le llamo Moonpie. Aunque admito que la primera vez que lo hice, fue para torturarlo.- dijo entre divertida y algo culpable.

Eleanor soltó una risita y apretó su mano.

- Así que, no debes preocuparte por eso, Penny. Lo importante no es decirlo, sino demostrarlo. Y no dirás que Sheldon no demuestra que te quiere… Te aseguro que jamás ha dormido en el suelo por nadie.

- Lo sé…- suspiró la chica.- Sé que me quiere pero… Creo que moriría de felicidad si se lo oyera decir.

- Bueno, cielo, has conseguido lo que nadie había logrado hasta ahora.- dijo Eleanor, guiñándole un ojo.- Así que… no te subestimes. Es posible que hasta acepte casarse contigo frente al Jesucristo que le perseguía en sus pesadillas.- rió divertida.

- Creo que entonces, empezaría a preocuparme de verdad.- dijo la chica.

Las dos mujeres rieron juntas. De pronto, Sheldon apareció en el umbral de la puerta de la terraza. Alzó una ceja.

- ¿Qué es lo que es tan divertido?

- Lo siento, Moonpie, pero es un secreto entre Meemaw y yo.- dijo la chica, guiñándole un ojo e intercambiando una mirada cómplice con Eleanor. Después se volvió a Sheldon.- ¿Has terminado? Pues entonces, ayúdame con mi maleta.- dijo, levantándose y dirigiéndole la más maliciosa de sus sonrisas.

Sheldon tragó saliva y miró un momento a su abuela antes de seguir de mala gana a la chica. Eleanor mantuvo su serena expresión hasta que desaparecieron por el pasillo. Después no pudo evitar sonreír.

La teoría es más sencilla que la realidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora