Capítulo 32

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Sheldon frunció levemente el ceño cuando su poderosa consciencia le hizo despertar. Abrió los ojos y enseguida supo que, evidentemente, no estaba en su piso, ni en su cama. Tragó saliva. Miró a su derecha. Penny dormía plácidamente sobre él, en posición fetal y acurrucada como si fuese una niña pequeña. De nuevo se sintió morir un poco al ver la extraordinaria belleza de su rostro, en el que aparecía una suave sonrisa. Su piel tembló al sentir la suya. ¿Qué le pasaba con esa chica? Él siempre había aborrecido el contacto físico, pero desde que eran novios, parecía que no hacían otra cosa que terminar… en la cama. Era como una fiebre que lo consumía. Intentaba aguantarla, aplacarla, olvidarla con su trabajo en el Caltech y sus rutinas diarias, pero la fiebre subía cada vez más hasta que no podía ser ignorada ni con su poderoso cerebro. Tomó una bocanada de aire. Su maldito cuerpo parecía volver a responder a esa desquiciante fiebre. ¡Por todos los…! No podía ser… cierto. Acababa de acostarse con ella y… ¿de nuevo la deseaba? El pobre físico teórico tuvo un ataque de pánico. Aquello no podía ser normal. No tenía ninguna referencia externa para comparar su relación con los estándares normales. Tal vez tendría que preguntarle a Leonard si a él le ocurría lo mismo con Priya.

Logró dominar esos perturbadores instintos clavando sus ojos en el techo, sin parpadear. Poco a poco, se concentró en su respiración, y también en la tranquila respiración de Penny. No pudo resistirse a mirarla de nuevo. Parecía tan… dulce e indefensa. Eso era algo sorprendente, teniendo en cuenta que esa ruda granjera de Nebraska podía asustar al mismísimo Hulk. Pero viéndola dormir así, jamás nadie podría imaginar el carácter explosivo que guardaba dentro. Una sonrisa involuntaria curvó los labios de Sheldon mientras la observaba, y sintió algo en su pecho. No era lo mismo que… el deseo. Era algo diferente. Como un dolor extraño que le hacía respirar con algo más de dificultad. Sheldon tragó saliva, nervioso, sin poder interpretar lo que sentía. Estaba asustado por algo que no podía comprender y que jamás había ocurrido antes. La fiebre por ella seguía presente, pero ahora lo que más deseaba era abrazarla contra su pecho, protegerla de lo que fuese y no soltarla.

Penny se removió suavemente, despertando. Abrió poco a poco los ojos, para encontrarse con unos preciosos ojos azules que la miraban sin pestañear. La chica sonrió. Nada podía ser mejor que despertar viendo aquellos ojos. Se incorporó apenas sobre él.

- Buenos días.- dijo sin dejar de sonreír.

- Hola Penny.- contestó él simplemente, pero sin dejar de mirarla.

La chica emitió una leve risita. Nadie podía ser más adorable que Sheldon, especialmente cuando algo lo tenía descolocado. Ella lo conocía muy bien. Sabía que había algo que le preocupaba. No había más que ver su cara. La chica suspiró.

- ¿Qué te pasa, Moonpie?- dijo llena de paciencia.- ¿Acaso no has dormido bien?- preguntó con una sonrisita traviesa.

El físico la miró frunciendo apenas el ceño.

- Sigue sin tener gracia.

Ella emitió una risita y se acercó para darle un beso de buenos días. Sheldon aguantó la respiración mientras la deliciosa lengua de ella acariciaba su labio inferior. Al romper el beso, se quedaron mirándose el uno al otro. Sheldon fue el primero en apartar la mirada, algo avergonzado. La chica ladeó la cabeza, para seguir alineando sus ojos con los suyos.

- Cielo, sabes que yo tampoco son capaz de leer la mente, y menos la tuya.- dijo divertida.- Así que creo que es mucho mejor que me digas qué está pasando por esa… montaña rusa que tienes en el cerebro.

Sheldon apretó los labios en un gesto de irresistible confusión. La miró.

- Yo… tengo una duda.

La teoría es más sencilla que la realidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora