Capítulo 24

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Sheldon Cooper estaba de nuevo frente a su pizarra, en su despacho, escribiendo sin tregua. Parecía que nada había ocurrido en apenas un mes, pero nada más lejos de la realidad. En esos escasos treinta días habían sucedido tantas cosas como en sus treinta años. Descansó un momento y su mirada volvió a la carta que estaba en su mesa. Sonrió otra vez al reconocer la inconfundible letra de Meemaw. Le había escrito, diciéndole que se encontraba perfectamente, que ya ni siquiera se fatigaba al salir a pasear, y que hacía un tiempo espléndido en Galveston. También le contaba lo muchísimo que le echaba de menos, especialmente cuando ayer había ido a la playa con Missy. El nombre de Penny apareció varias veces escrito. Eleanor deseaba saber cómo estaba la chica y le suplicaba que le diese muchos recuerdos de su parte. El joven físico resopló con una leve sonrisa en los labios. Recordó una vez más la cara de Penny cuando él, en una rarísima excepción a las leyes de la física de Sheldon Cooper, permitió a la joven leer la carta. Penny había sonreído con esa sonrisa que iluminaba una habitación y, en uno de sus impulsos de ternura, había besado la carta, dejando un leve rastro de pintalabios en ella. El joven físico tragó saliva al ver la marca en el papel. Sacudió con furia su cabeza y volvió la mirada hacia sus cálculos. Se quedó perplejo. Toda la cuarta fila de matrices y derivadas estaba… ¡mal! Reprimió un grito de terror. Jamás en su vida había errado un cálculo… Bueno, tal vez algún número, ¡pero nunca una fila entera! ¿Qué diablos le estaba pasando?

Borró los números con una temblorosa mano y apretó los dientes y los ojos. Tomó aire y atravesó con la mirada la última ecuación. Después, su cerebro pareció volver a la normalidad, y los números fluyeron con facilidad pasmosa. Completó la fila en apenas unos segundos y la repasó, respirando ya más tranquilo. Sí, perfecto.

Siguió concentrado en su tarea hasta que unos golpes en la puerta lo sobresaltaron.

- Toc, toc, toc… ¿Sheldon?

Otra vez, se equivocó en un número. Gruñó frustrado y abrió la puerta. Una sonriente Penny apareció tras ella. El joven volvió a resoplar.

- Penny, estoy ocupado.- dijo antes de que la chica abriera la boca, dándole la espalda y volviendo a su pizarra.

La chica no le hizo caso y le siguió, sentándose en la mesa.

- Me dijiste que de cuatro a seis no querías ninguna interrupción, y son las seis y media.- dijo la rubia.- Además, te he traído un café para que te relajes un poquito y no te explote el cerebro.- terminó, guiñándole un ojo divertida.

El joven físico la miró.

- Cierto, ya son las seis y media. Pero he estado fuera cinco días y tengo una considerable cantidad de trabajo atrasado. En segundo lugar, no necesito relajarme ni tomarme un café. Sabes que no tomo café…

- Es descafeinado…- interrumpió ella.

Él siguió mirándola fijamente.

- En tercer lugar, no me gusta que me interrumpan. En cuarto lugar, mi cerebro jamás explotaría. Y en quinto lugar, tú también tienes bastantes cosas que hacer, teniendo en cuenta que sólo queda una semana para tu examen.

Penny hizo un mohín con sus labios que atrajo inevitablemente la mirada de Sheldon. El físico teórico siguió mirándola, con cara de póker, intentando mantener su pose digna. La chica le devolvió la mirada, irritada.

- De acuerdo, lo he captado, ya me voy condenado bicho raro. Y… ¡De nada!

Dejó la taza encima de la mesa y se volvió, dispuesta a marcharse enfadada. En realidad… no estaba en absoluto enfadada. Estaba comprobando todo su talento como actriz. Empezó a contar, apostando consigo misma cuánto tardaría el bicho raro en deternerla… "Uno…Dos…" Oyó un derrotado suspiro a su espalda y sonrió victoriosa.

La teoría es más sencilla que la realidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora