Ella: Will

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El viaje a Indiana a ver a la familia de Max fue horrible, la gente te mira con lástima en todas partes si vas vestido de militar pero no tenía otra ropa. Mis heridas a penas comenzaban a sanar, bueno... cuando menos, las físicas.

Entre a Amboy, el pueblo más escuálido y cliché de Estados Unidos, apenas unas 300 personas de población, los inviernos crudos y veranos húmedos eran la orden del día, pero lucia exactamente igual a como lo recordaba.

Caminé, paso a paso más recordaba a mi mejor amigo y a nuestras grandes aventuras en el lago, en las colinas y en la cantina, donde nos escondíamos de nuestras madres para que no nos hicieran ducharnos. Max y yo habíamos estado juntos desde siempre y ahora por mi culpa él no estaba más.

Llegué a la calle en la que habíamos vivido antes de la "gran tragedia", mi estómago dio un vuelco automáticamente, en mi pecho se instaló un dolor que juré jamás volver a permitirme, los recuerdos de este pueblo eran demasiados...

El fétido olor a drenaje aumentaba conforme me acercaba a la casa de de los Stubborn y un charco gigante de agua sucia rodeaba la construcción, logre ver a Mamá Tina gritando hacia la nada e intentando parar lo que salía de las alcantarillas.

Me acerqué a paso rápido para descubrir que había pasado y me encontré con una imagen bastante graciosa, Amelia, la hermana de Max estaba hundida en el agua sucia, parecía tener dificultades así que la tomé por los brazos y la levanté, era muy delgada, bastante pequeña y cubierta de mierda.

Sus ojos, claros como agua de mar me sorprendieron luego de que limpie todo rastro de suciedad y pudo abrirlos, cuánto había cambiado, ¡pero que idiota! No la veo desde hace 15 años, claro que no era la misma chiquilla que lloraba por qué no jugábamos con ella, de hecho, estaba seguro que, ni siquiera me recordaba.

—Te quedarás aquí— me dijo mamá Tina una vez que Amelia había ido a limpiarse al lago

—C-claro... yo podría rentar...— me interrumpió

—Oh, tonterías, te quedarás aquí en los departamentos— me informó y me sentí aliviado ante la información, ser un capitán veterano de guerra no pagaba mal, pero luego de tener toda mi vida en el ejército, no tenía nada más que a ellas.

—Arreglaré la fuga— dije y sonrió, una sonrisa idéntica a la de Max.

—Will, ¿puedes ir por Mia al lago?— me pidió una vez que ya había terminado de destapar la cañería y el agua funcionaba correctamente— Debo limpiar el desastre antes de que comiencen a quejarse los inquilinos— explicó.

—Por supuesto— contesté, el lago era un santuario para Amelia, amaba ese lugar, siempre iba y se refugiaba ahí aunque su madre se lo prohibiera, Amelia Stubborn le hacía el honor a su apellido.

La imagen de la hermanita de mi mejor amigo en ropa interior removió cosas en mi interior, aparte de un rostro hermoso, sus pechos, formados y redondos y sus caderas anchas causaron estragos en mi pantalón; era baja de estatura, no se ponía en duda, pero era completamente hermosa.

Debiste ser tú...

Sus palabras me hirieron como las balas que me atravesaron, sabía que debí ser yo el que murió, cada parte de mi lo sabía y esperaba, tenía la ligera esperanza de olvidarlo aquí con ellas, ahora me daba cuenta de que sería imposible.

—Mia...— intenté hablar con ella mientras caminábamos de vuelta a casa

—Amelia para ti— corrigió

—Eres una testaruda— me molesté

—¿Qué?— me miró deteniéndose y parando la bicicleta a su lado

La promesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora