Él: Amelia

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Pedazo de... ¡arrgggh!

Me enojaba, definitivamente me sacaba de quicio, tenía solo unas semanas aquí y estaba harta de escucharlo, de verlo, él no era nada como mi hermano.

Extrañaba a Max, más de lo que me gustaría admitir, recuerdo enviarle cartas, mi mama primero me obligaba a escribirlas y luego de unos años comencé a hacerlo de verdad con necesidad y ahora que no lo tenía; y que en cambio, Will ocupaba un departamento, no se sentía como un alivio, quizá por qué sus ojos eran muy azules, quizá por qué estaba muy interesada en ver qué ocultaba bajo los pantalones y la camisa, obviamente con mi hermano no pasaban esas cosas y nunca me había pasado con nadie del pueblo.

—Hola Sandy— saludé a una de las pocas jóvenes que vivían en este lugar, más o menos tenía mi edad, pero era bastante chismosa como todos los demás.

—Hola, Mía— sonrió y supe que esta visita a la tienda no era social o por negocio.— Oye hermosa, quería saber si el adonis que vive en los departamentos está disponible, ¿a qué si?— Sandy no era fea, para nada, pero estaba tan estancada como yo en este fétido lugar.

—La verdad no lo sé— admití, tal vez tenía a alguien en la guerra y por eso tenía tantas ganas de volver allá.— es un capitán del army, si eso ayuda tu investigación.

—Lo vieron en el burdel de Pablo— ven... ella sabía más que yo—. Dicen que tiene la... cosa más grande del pueblo— hablo con admiración y sentí asco.

—Wow— fingí emoción— ¿A Bill no le importa que te expreses así de otros hombres?— pobre Bill, un buen hombre de no ser por el alcoholismo causado, probablemente, por la esposa que tenía. También la diferencia de edades era mucha, fácilmente 10 años y no exagero.

—Oh, tontita— golpeó mi mano con suaves toques— te veo luego— sonrió, ahora siniestra y se alejó de mi saliendo de la tienda, como dije... no compro nada.

—Hola Mía— saludó el capitán de los estúpidos entrando minutos después, traía un pantalón de mi hermano que prácticamente apenas le cerraba al ser más ancho que Max y pues... más robusto y musculoso y guapo... Dios...

—Capitán— conteste haciendo un pequeño saludo bobo disque militar

—No juegues con eso, Amelia— me regañó

—Uy perdón— corrigió la postura de mi mano en la frente y colocó la palma de la suya en mi espalda haciéndome enderezar, su pie golpeó los míos para que tuviera una posición firme y el recorrido de sus dedos dejando mi cuerpo me hizo estremecer.

—Así se hace correctamente, si te vas a burlar, hazlo bien.— sonrió volviendo al lado correcto del mostrador. Me había quedado petrificada en la pose, cuando lo noté me moví con rapidez

—No me interesa— rodé los ojos y sonrió de nuevo.

—Necesito ropa, Milo— dijo de pronto, haciendo que lo mirara con confusión.

—¿Felicidades?— sonreí y me entrecerró los ojos juzgándome.

—Vamos— me invitó, reí

—Claro que no— negué con ella cabeza rápidamente

—No te preguntaba, llegó mi primer cheque, puedo comprar algunas cosas— explicó

—No me compro cosas ni para mi— me señale, pantalones cortos gastados y una camiseta negra de los Rolling Stones... ¡Por Dios! Hasta mis converse eran la pesadilla de Miranda Presley.

—Se nota— dijo y abrí mis labios en una perfecta "o"

—Eres un grosero— lo regañe y rió, ¿porqué su risa debía ser tan atractiva?

La promesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora