Julio: Amelia

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William Chain es todo un caso.

Ahora mismo y a sabiendas de su ejercitado y musculoso y perfecto cuerpo está entrenando en el patio aún con el frío que hace y, yo lo estaba viendo por qué lavaba los platos y la ventana daba Justo a el lugar donde ahora mismo Will subía y bajaba y subía y bajaba...

—Amelia

—¡Jesucristo!— volteé a mirar a Don Luis que me veía intrigado.

—Sólo Yo— sonrió y los espacios de los dientes que le faltaban me hicieron sonreír—. Quería saber cómo está tu madre— me miró esperanzado y se acercó un poco.

—Está mucho mejor, ya sabe que el frío no le ayuda con sus articulaciones— expliqué mientras él se ponía a mi lado y secaba los trastes con una toalla viendo hacia afuera. Si hubiera conocido a mis abuelos me hubiera encantado que fueran como Don Luis.

—Sí la entiendo— me mostró su mano arrugada con movimientos difíciles— la vejez es igual, mira nomas a ese muchacho— señaló a Will sin soltar el trapo y el plato— cuando yo tenía su edad— comenzó con una historia y sonreí viendo a Will— también era un soldado, nunca subí de ser un vil cabo— sonrió— pero era fuerte y rápido, Luis "The lighting" Ruiz— se regocijó en su pasado—.

—Él es todo un capitán—, adulé, igual el jamás lo sabría.

—Un gran partido entonces—, palmeó mi mano luego de terminar de ayudarme a secar los platos—. Saldré con mi hijo, échale una mirada a su habitación ¿puedes?

—¡Oh por Dios! ¿Julio viene?— pregunté emocionada.

—Viene y por toda una semana— anunció entusiasmado, Don Luis tenía tres hijos, dos de ellos habían olvidado que tenía un padre cuando su madre murió y dejaron de visitarlo, pero Julio era otra cosa.

—Estaré feliz de revisar una habitación para él— sonreí, podría decirse que éramos grandes amigos desde siempre, sólo que él logró salir de este fétido lugar y yo seguía igual de estancada que siempre.

—Eres una dulzura— me regaló una sonrisa con escasos dientes y le sonreí de vuelta, mamá se pondría feliz.

La tarde transcurrió tranquila luego de eso, ignoré a Will todo lo que podía, su presencia me ponía de nervios y cada que se acercaba a mi era como si una corriente magnética nos intentara juntar, aunque claro... yo era el magneto y el un pedazo de acero que se pegaba con todo magneto que se le pusiera enfrente y eso era excesivamente frustrante.

—Bueno chicas— dijo Sandy entrando a la tienda— es oficial— todo su séquito de... amigas chillaron felices tomando algo de agua mineral de los refrigeradores y algunas frutas—. El Capitan Chain— suspiraron enamoradas— es el más grande que he visto

—¿Qué?— preguntó Maggie Turner

—¿Cuándo se lo viste?— inquirió Stephanie Wilson

—Tranquilas— les dijo al llegar a la caja—. ¿Tú qué dices Amelia? ¿No la tiene gigantesca?— su mueca burlona me hizo chasquear la lengua.

—No sabría decirte, sólo las zorras— enfaticé—, del burdel sabrían contestarte eso—. Mi sonrisa no podría ser más hipócrita pero no me importaba, su rostro se desencajó y las cacatúas dejaron de parlotear.

—Que vulgar eres — susurró y luego de pagar salieron de la tienda, contuve una carcajada.

Salí de la tienda cerrando temprano, ahora que mamá no lograba levantarse por completo debía ir a darle sus medicamentos y cuidarla más de lo normal, si alguien necesitaba algo llegarían a tocar a la casa.

La promesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora