⚠️ Capítulo con contenido adulto ⚠️
Nos besamos en el columpio del lago hasta no poder contenernos más y terminar en la tierra húmeda llena de nieve, las manos de Will me sostuvieron sobre él para que no me llenara de nieve, pero era lo que menos me importaba en ese momento, quería ser suya físicamente, porque en alma me había hechizado desde el día que llegó.
Volvimos a casa en un enredo de besos apasionados y manos rápidas en el cuerpo del otro, entramos por la puerta de la cocina casi cayendo y temblando por el frío, subimos las escaleras riendo como dos adolescences.
—Deberías darte un baño— me dijo calentándome con sus manos pasándolas de arriba abajo por mis brazos, la verdad es que caliente estaba y no sólo por los movimientos de sus manos, aclaré mi garganta ante el pensamiento.
—Sí... deberíamos... deberíamos cada uno por separado— balbuceaba y el rió.
—Bien— sonrió
—Bien— corrí a mi habitación y cerré la puerta pegándome en ella de espaldas respirando pesadamente. Tienes 25 años, Amelia, por los Dioses.
La puerta de mi habitación sonó y mi corazón comenzó a palpitar con rapidez, giré... respiré hondo y abrí la puerta topándome con El Capitan de mis sueños, la única persona que me hacía sentir como describían en las novelas de romance que me encantaba leer, el ser que me había traído inspiración para volver a tocar... simplemente estaba segura de que era él.
—Yo...— mi frase quedó en el aire, consumida lentamente por sus labios que me habían atacado antes de que pudiera pensar en algo más, los nervios estaban a flor de piel, mi cuerpo quemaba ante su contacto, un beso pacifico que le dio luego paso a su lengua para invadirme.
—¿Quieres... quieres hacerlo?— preguntó con la respiración entrecortada al romper el beso.
—Con toda mi alma— contesté mirándolo a los ojos.
Sus labios pasaron de los míos a mi cuello, mientras sus manos encontraban la bastilla de mi suéter y lo sacaba por mi cabeza, el frío súbito de la habitación endureció mis pezones bajo el sostén de encaje que usaba; el tacto del dorso de la mano sobre mis pechos en un suave movimiento mando chispas desconocidas a todo mi cuerpo, había esperado todo este tiempo por el hombre perfecto y ahora lo tenía ante mi.
—Guíame— susurré sobre sus labios— no sé qué hacer— admití.
Su mano derecha tomó una de las mías y la guió a su hombro, luego hizo lo mismo con la otra y comenzó a bajarlas por su pecho mientras nuestras respiraciones se mezclaban.
—No hay prisa, Mia... tenemos toda la vida— susurró antes de fundirnos en otro beso apasionado que ninguno de los dos quería frenar.
Comencé a desabrochar su camisa, botón por botón con manos torpes mientras él se deshacía del sostén que me cubría, exponiéndome a su mirada oscura y excitante. Baje las mangas de la camisa hasta que esta cayó en el suelo dejándonos en igualdad de condiciones de la cintura hacia arriba, pecho con pecho, conociéndonos por primera vez.
Me recostó en la cama en un movimiento suave y trazó su camino con besos hasta mi vientre, haciéndome cosquillas, haciéndome gemir, deteniéndose con especial atención en mis senos; cuando llego a su cometido, desabotonó el pantalón y mientras lo bajaba, dio besos húmedos en mis piernas generando un calor en todo mi cuerpo que jamás habría esperado, estaba ansiosa por sentirlo y saber más de él, conocerlo por completo y ser uno mismo.
Se separó de mi, admiró mi cuerpo haciéndome, por primera vez, sentir deseada, viendo cada marca y cada peca, algo que nadie nunca había hecho.
Me senté en la cama y desabroché su pantalón mientras lo miraba, mi respiración era pausada y pesada y al compás de la suya, baje el pantalón y besé su estómago generando un gruñido que salió de sus labios sin poderlo controlar, el bulto marcado en el bóxer me hizo tragar con dificultad, tenía miedo, al dolor y a lo desconocido, pero confiaba en el y en el amor que me profesaba.
En ese momento encontré la pequeña cicatriz que ya había visto con anterioridad, una marca pequeña y curada y unos 10 centímetros más abajo, casi llegando a su pelvis había otro, exactamente igual, volteé a verlo y su mirada era de entendimiento, se giró, mostrándome el último de los agujeros que se había ganado el día de la muerte de mi hermano, día en el cual el también estuvo a punto de morir, levantó el brazo, y a unos 20 centímetros de la axila podía notarse una rasgadura, la cicatriz era diferente.
—La bala no salió y perforó una arteria— me explicó tomando mi rostro en sus manos, la situación se sentía extremadamente íntima y sentí una gran urgencia de llorar—. Fue hace mucho tiempo— aseguró y tracé con mis dedos las cicatrices antes de que bajara la única prenda que me quedara y yo hiciera lo mismo con él.
Mientras acostados nos besábamos su mano bajo en movimientos lentos hacia mi entrepierna, donde estimuló, haciéndome gemir, hasta que estuve lo suficientemente preparada para sentirlo en mi, su mirada me daba confianza, sus manos me tomaban como si fuera delicada.
—Puedes estar arriba e ir bajando a tu ritmo— me indicó y el pánico me atacó, negué.
—S-siempre pensé en que estaría abajo en mi primera vez— expliqué— p-podemos...— asintió sonriendo, besándome se levantó rápidamente, tomó un condón de su pantalón y se posicionó sobre mi; sabía la teoría del sexo y lo que conllevaba, pero jamás me había sentido tan unida a alguien como en este momento.
Unimos nuestras miradas mientras el comenzaba con una penetración suave aunque dolorosa, su miembro era grande, o eso pensaba yo al no tener ningún otro comparable, sus movimientos lentos me provocaron un dolor en el bajo vientre que me hizo chillar y el paró, mirándome con preocupación, me reafirmé mi bienestar con otro beso y siguió moviéndose dentro de mi, una y otra vez en un vaivén de caderas adictivo, tomé sus glúteos para acercarlo más a mi una vez que se convirtió en el más adictivo de los sentimientos el tenerlo dentro.
Deseaba abrir más las piernas, rogaba por que sus labios no dejaran mis pezones y mis gemidos inundaban la habitación junto con sus respiraciones pesadas y suspiros.
Nos movíamos al compás, mis uñas enterradas en su espalda por la excitación y sus manos aferradas a las sábanas sosteniendo su peso y su propio éxtasis.
Sentía el orgasmo aproximarse, se construía en mi vientre y lo sentía hasta los dedos de los pies, lo tomé de la nuca y lo acerqué a mis labios besándolo con pasión y gritando su nombre con fuerza mientras me venía a su alrededor, él no paró, nos giró en la cama yo quedando sobre él y cabalgué, sintiendo una penetración más profunda y excitante, llenando cada espacio de mi, su mano derecha ceñida a mi pecho y su mano izquierda controlando mis caderas fuertemente presionando hacia abajo, reclamándome como suya y lo era, completamente suya, en cuerpo y alma... lo amaba con cada poro de mi piel.
—Córrete conmigo, Amelia... hagámoslo juntos— gimió. Y justo como lo pidió me derrumbé sobre él en un orgasmo incluso más fuerte que el primero, sus manos bajaron ambas a mis caderas y detuvo sus estocadas para gritar mi nombre y correrse con fuerza.
Caí rendida a su lado y me cubrió con la sabana de mi cama, besó mi frente, mejillas y labios antes de que cayera en un profundo sueño donde todos mis pensamientos me guiaban a él y a lo mucho que me gustaba dormir en su pecho.
La mañana llegó con prisa y los siguientes días pasaron como un rayo, había tenido la mejor noche de mi vida al lado del hombre a quien más amaba y todo parecía perfecto sino pensaba en el futuro y lo que nos deparaba, ahora sólo éramos nosotros, sólo existíamos nosotros y estaba plena y feliz, como hace mucho no me sentía.
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Me gusta poner los capítulos "hot" aparte en mis historias por si alguien no los quiere leer no se pierdan nada importante.
Independientemente de eso, use otra técnica de narración que me gustó para esta escena y creo que quedó bastante bien, disfrútenla pequeñ@s pervertid@s.
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La promesa
RomanceLa guerra ha enviado a tantos soldados como puede a Afganistán, Pakistán e Israel, tierras de nadie, dañadas por la búsqueda de poder y el odio. En un ataque armado Will y Max, mejores amigos deben salir y enfrentar a la muerte una última vez. Un...