Los días de invierno se sentían más fríos con las nevadas diarias que caían sin cesar, Amelia y yo limpiábamos las banquetas y calles diariamente para que los inquilinos pudieran salir, la chimenea ardía en cada una de las habitaciones y las fiestas estaban por llegar.
—Debemos ir a la ciudad por regalos— había mencionado Amelia, mientras nos dábamos un baño juntos y pasaba la esponja por sus brazos mientras ella estaba apoyada en mi pecho entre mis piernas, desnuda y sólo para mi.
—Hmmm...— me quejé con una sonrisa y la sentí girarse—. Siento que apenas ayer compré el regalo para tu cumpleaños— tomé entre mis dedos del medio de sus pechos el delicado collar que le había regalado, recibiendo un beso en mi dije correspondiente que también colgaba de mi cuello pero en una cadena más gruesa.
—Es el mejor regalo que jamás me hayan dado, Will— sonrió amarrando sus brazos a mi cuello y sentándose a horcajadas sobre mi juntando nuestros cuerpos desnudos en el agua.
—Quiero darte los regalos más bonitos de toda la vida— besé su cuello y puse mis manos en sus caderas.
—Y yo quiero que siempre vuelvas a mi— miró mis ojos con seriedad—. ¿Crees que Max planeo esto?— acariciaba mi cabello mojado con el entrecejo fruncido.
—No lo sé— fui honesto— no te ofendas, Amelia... pero no quiero hablar de Max mientras estamos desnudos y a punto de hacer el amor en una bañera— la giré intentando calmar la tempestad que habíamos creado, quedando sobre ella y haciendo que el agua se cayera por los bordes de la tina; su risa fue un canto para mis oídos.
—¡Will!— gritó mientras reía aferrada a mi siendo explorada por mis labios con besos húmedos.
Apenas cabíamos ambos en la pequeña tina, nuestros movimientos tiraban el agua por todo el baño sólo se escuchaban sus gemidos y jadeos, era hermoso, quería quedarme así siempre.
Salimos del baño directo a mi habitación, creo que era la rutina, despertar temprano, hacer el amor, darle mantenimiento a los departamentos, subir y hacer el amor, bajar a comer y pasar algo de tiempo con mamá Tina para subir de nuevo y ver una película antes de seguir haciendo el amor todo lo que restaba de la noche.
Si lo pensaba bien, los días se estaban pasando exageradamente rápido y era lo que menos quería, pero alejarme de ella tan siquiera un poco seria infinitamente peor.
—No intentó juzgarlos porque pasen todo el día en tu habitación Will— mencionaba Mamá Tina mientras yo lavaba los trastes de la cena y Amelia había ido a la panadería por el postre—, sin embargo, espero que sean conscientes para estar usando protección— sus mejillas estaban sonrojadas y no pude ocultar mi sonrisa aunque seguí lavando los trastes como si no lo notara.
—Lo hacemos— le aseguré— siempre es primero la protección— no podía aguantar la risa.
—Sabes, lo mismo decíamos yo y mi esposo y el no conoció a Mia hasta que tuvo 2 años— mi sonrisa desapareció y volteé a verla—. Piénsalo cariño— sonrió antes de irse de la cocina dejándome con mil pensamientos. Habíamos usado protección, de eso no había duda... pero... ¿qué sucedería si... NO... no, no, no, no...
—¿Will?
—¡Santa mierda!— un plato enjabonado voló de mis manos cuando Amelia llegó en algún momento mientras me encontraba ensimismado.
—Lo siento— rió— no quería espantarte.
—No lo... no lo hiciste— carraspee encontrando mi voz.
—El plato piensa lo contrario— se burló sacando las cosas que había traído para el postre—. ¿Dónde está mamá?
—Subió, supongo que a descansar— expliqué terminando de enjuagar el plato que anteriormente había hecho volar.
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La promesa
RomanceLa guerra ha enviado a tantos soldados como puede a Afganistán, Pakistán e Israel, tierras de nadie, dañadas por la búsqueda de poder y el odio. En un ataque armado Will y Max, mejores amigos deben salir y enfrentar a la muerte una última vez. Un...