Adios: Will

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"Hola, Mi amor...

Si recibes esto estaré más que complacido y tendré que agradecerle a la vida por haberte conocido... no que no lo haga ya, sin embargo más que decirte cuánto te amo te diré cuánto te odio por que en este momento no soportaría amarte más.

Odio haberme enamorado de ti, odio disfrutar del aroma de tu piel, odio extrañarte como jamás lo pensaría, pero más odio el romper mi promesa y no volver a ti, mi amor...

Cap. Will C
Marzo 10".

Ugh— gruñí ante el golpe que acababa de recibir en las costillas.

—Levántate soldado, hoy es el día— había llegado el momento, podía sentir la sangre correr por mi frente aún por la herida que me habían hecho el día anterior. Recordaba poco, sabía menos...— hoy es tu último día en este puto mundo soldadito me empujó hacia la salida uno de mis ya conocidos carceleros.

Si mis cálculos no me fallaban había pasado quizá un año desde que fui secuestrado por mafia afgana al intentar "salvar" a un reportero americano... un reportero que jamás existió; la razón por la cual yo seguía vivo... bueno hasta hoy... era porque querían emboscar a mi tropa y generar una masacre, el problema, es que mi tropa nunca apareció.

Recuerdo entrar en acción y pensar en que iba ganando, recuerdo que mis hombres me seguían con paso firme y recuerdo a López sonreír a mi lado.

demasiado fácil... demasiado fácil.

Entramos en zona de guerra con un tiempo récord y fuera de sentirme aliviado todo el peso de los 14 hombres que me acompañaban recayó en mis hombros, ¿qué demonios estaba haciendo?

—Váyanse, López— ordené cubriéndome con un árbol.

—Capitán... ¿Qué...?— no lo deje terminar.

—¡Qué se larguen!— ahora dije lo suficientemente fuerte para que oyeran todos, quienes me miraron con confusión.

—Mi capitán, no puedo dejarlo aquí— insistió López colmando mi paciencia.

—Esto es una trampa—, susurré con pavor de ver a alguien más morir por mi culpa, no estaba listo para volver a la guerra, eso era seguro... estaba temeroso, temblaba, las imágenes de Max se repetían una y otra vez frente a mi, el general tenía razón y yo fui un idiota al dejar a Amelia... mi Amelia, debi descansar más, ir a terapia... olvidarme de este maldito lugar, pero era mi droga personal y yo era un completo adicto.

El rostro de López fue un poema, la preocupación subió a sus ojos y de un momento a otro practicábamos una retirada, sin embargo había olvidado algo, el periodista seguía atrapado con los rusos... debía salvarlo a cómo diera lugar.

—Volveré— le notifique a López— Llévatelos a todos— tomó mi brazo antes de que pudiera alejarme.

—No puedes irte solo Will—, aparté su mano de mi brazo—.

—Llévatelos a todos, López, ahora—. Ordené, caminando al lado contrario, explorando con cuidado, debía de volver con Amelia, lo había prometido, no le rompería mi promesa.

—Americano— escuché a mi espalda y mi respiración se atascó en mi garganta, no lo vi venir, no lo sentí, las palpitaciones de mi corazón pulsaban en mis oídos... estaba perdido.

Sentía los golpes en el rostro, amarrado de manos y pies, ni siquiera se molestaron en cubrir mis ojos y boca, buscaban verme sufrir, les gustaba escucharme gritar con dolor, el lugar en el que me tenían era una gran bodega en el medio de la nada, había cientos de soldados afganos al rededor, miles de trampas letales y luego la libertad.

La promesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora