—Te gusta— decía Calvin, el cantinero, un hombre obeso y cincuentón que tenía dos amores, el alcohol y su bar.
—No me gusta— teníamos una pelea sobre mis sentimientos con Amelia luego de que me saliera del burdel que quedaba al lado del bar por no sentir atracción por ninguna chica y frustrarme por mi poco libido debido a que ninguna era ella.
—No me mal entiendas, William— palmeó su hombro y le sirvió otra cerveza— hay pocos hombres jóvenes en el pueblo y decir que todos están interesados en Amelia Stubborn... es poco— sonrió, una sonrisa amarilla pero sincera, una ráfaga de celos cruzó por mi columna.
—¿Y ella que hace?— pregunté intentando que la curiosidad que sentía no fuera demasiado evidente.
—Los ignora o les parte la cara— se carcajeó recordando, imagino, una escena de Amelia golpeando a alguien más—. Es una chica fuerte, cuida de su madre desde hace años, su padre fue un militar, su hermano lo mismo; no ha tenido una vida fácil, te digo— me explicó.
—Es ruda— me encontré sonriendo ante su recuerdo—, pero...— suspiré
—Pero te gusta y sientes que traicionas a tu mejor amigo— Dios, este hombre podría ser un psicólogo o yo estaba muy ebrio.
—Me gusta— anuncié—, pero es completamente carnal... si me acuesto con ella se pasará esta maldita adicción a su aroma, ¿verdad?— su mirada dijo más que mil palabras... no.
Había descubierto algo alarmante el día anterior mientras nos abrazábamos en su cama... su aroma, su maldito olor a durazno y jabón, no había perfume, sólo esa esencia que transmitía y me sentí tan abrumado que huí de su habitación llevándomelo pegado en la piel y arruinándome la noche.
Caminé por las calles de Amboy, desiertas por la hora, 15 y las 3 de la mañana, había durado mucho en el bar, me tambaleaba y apenas si podía seguir mi curso hasta la serie de departamentos.
—¿Will?— su voz era tan adictiva como hermosa, ya la escuchaba en mis sueños—. ¡Will!— me alcanzó cuando daba un traspié y caía con el rostro primero al suelo.
Me había embriagado mil veces con Max y jamás había terminado así, siempre me burlé de él porque vomitaba y se quedaba dormido, pero ahora lo entendía, nunca llegué a mi límite de alcohol hasta hoy, Amelia me hizo llegar a mi límite y la razón era mi negación a amarla.
—¿Que ssshaces afuera?— pregunté cómo pude mientras ella me giraba y limpiaba la tierra de mi rostro quitando las pequeñas piedras incrustadas—. Deberías estar durmiendo— la reprendí como si tuviera la facultad para hacerlo.
—No podía dormir... vamos— comenzó a alzarme cargando la mayor parte de mi peso— estamos a unos pasos de la casa— me informó cuando me ponía sobre mis pies y escondí mi cara en su cabello.
—Dios, hueles delicioso— admití y palmeé mi rostro mentalmente, ¿por qué mierda le estaba diciendo esto?— rió y siguió arrastrándome hasta el columpio de jardín en el cual se encontraba hace unos minutos antes de verme.
—Gracias borrachín— se burló de mi.
—No te burles— me arrastré los últimos dos escalones solo y me apoye en el columpio cayendo de nuevo cuando se movió hacia atrás con mi peso y escuché su risa.
—Déjame te ayudo... ¿que te hizo ponerte así?— dijo levantándome de nuevo y la tomé de allá cintura. No le digas, William Chain... no le...
—Tú—. Mierda.
—¿Yo?— dijo escéptica y con una risa contenida—. Ven borracho mentiroso— me levanto a mis pies de nuevo ayudándome a entrar a la casa—.¿Quieres un café o prefieres ir a la cama?— bufé y me reí mirándola—. ¡Dios Will, eres un sucio!— susurro/gritó golpeando mi hombro haciéndome tambalear.
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La promesa
RomanceLa guerra ha enviado a tantos soldados como puede a Afganistán, Pakistán e Israel, tierras de nadie, dañadas por la búsqueda de poder y el odio. En un ataque armado Will y Max, mejores amigos deben salir y enfrentar a la muerte una última vez. Un...