—Llegamos capitán— anunció el teniente levantándome de mi asiento en el que estaba casi petrificado luego de tantas horas de viaje—, el viaje de regreso será en avión, mucho más cómodo— me informó al escuchar tronar los huesos de mi cadera.
—La edad me está afectando— me burlé de mi mismo con una sonrisa bajando del camión que nos transportaba.
—Capitán— saludó Ilydia con una sonrisita coqueta si no me equivocaba, así había sido esto, desde que entró a mi habitación, la rechacé, obviamente... pero ahora parecía estar detrás de mi todo el tiempo, se había dormido en mi hombro durante el viaje y la había apartado evitando mal entendidos.
—Cadete— sonrió aún más si eso era posible y me aleje sin darle otra mirada, el teniente Kuznetsov me palmeo el hombro sonriendo cómplice.
—Veo que Katrina te ha echado el ojo, ¿he Capitan?— preguntó abrazándome por los hombros caminando a mi lado para mi incomodidad—, hay muchas mujeres en Rusia a las que les encantan los hombres en uniforme—, me dijo.
—No me interesa ninguna mujer—, me limpié el rostro en modo nervioso, era mejor dejar las cosas claras.
—¿Te gustan los hombres?— me soltó de inmediato, los rusos son bastante homofóbicos hasta donde sé.
—No, teniente, estoy enamorado—, expliqué ahora riendo yo por su actitud y el sonrío abrazándome de nuevo.
—Me diste un susto de la mierda— se rio y continuamos caminando hacia la base, bajo la mirada de otras mujeres soldado, enfermeras, doctoras, definitivamente había muchas mujeres aquí pero... ninguna era ella y yo sólo la necesitaba a ella.
La puerta de una de las salas de la base, en la que me quedaría por dos meses en los que mis papeles eran liberados, sonó, la rubia cabellera de Ilydia se asomó con una sonrisa aunque no se la respondí, debía dejar las cosas claras con ella antes de que esto fuera un malentendido.
—Will...— la interrumpí.
—Capitán— dije levantándome mirándola desafiante y me devolvió la mirada con algo de temor.
—Capitán, tiene visitas— me informó entrando por completo a la sala y acatando una postura militar.
Por la puerta entró el general Stan, corrí a abrazarlo, fuera de todo protocolo militar, era el primer rostro conocido que había visto en casi dos años, Dios... los ojos se me llenaron de lagrimas sin derramar.
—General— dije haciendo un saludo militar y parándome muy derecho aunque los sollozos aún amenazaban con salir haciéndolo reír.
—Nadie nos ve Will, hijo...— dijo y volví a abrazarlo completamente aliviado de no estar muerto por primera vez, el general Stan nos conoció a Max y a mi desde el día uno, nos trataba como niños ingenuos que morirían en su primer misión, sin embargo, eso no pasó.
Max y yo volvimos, siempre volvíamos, sin importar lo difícil que fuera, las adversidades, los problemas, los enemigos y lo acostumbramos a eso, hasta hace dos años cuando todo mi equipo volvió y yo no.
—Creí que no volvería—, acepté.
—Creí que no volvería a verte—, me dijo poniéndose rígido y alejándose acatando postura militar—, suficiente capitán, es hora de llenar tus papeles, te ves de la mierda—, palmeó mi espalda y caminamos hacia la salida.
—No es mi mejor momento—, bromeé con él quien miro a la pequeña rubia que nos miraba desde afuera de la habitación.
—La vida no es tan mala ¿O si?— me sonrió con complicidad.
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La promesa
RomanceLa guerra ha enviado a tantos soldados como puede a Afganistán, Pakistán e Israel, tierras de nadie, dañadas por la búsqueda de poder y el odio. En un ataque armado Will y Max, mejores amigos deben salir y enfrentar a la muerte una última vez. Un...