Maxi: Amelia

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No quería hacer un drama, mucho menos que Will me viera en un estado de histeria como había estado hace unas horas, así que, aunque no me sentía bien, me metí a la ducha sintiendo como el agua caliente destenzaba mis musculos.

Odiaba la lluvia, tuve tanto miedo esa noche que incluso dejé de ir al lago para evitar recordar el momento. Ahora que lo pensaba, siempre tuve miedo de perder a Max y ahora él ya no estaba más.

Salí de la ducha con una toalla envuelta en mi cuerpo y pensé en Will, en sus brazos que me tomaron como si no pesara nada, en su aroma tan peculiar y en la manera en la que arrugaba el entrecejo cuando algo le parecía extraño, Max nunca me perdonaría estar pensando en su mejor amigo de esta manera, sacudí mi cabeza intentando alejar los pensamientos que comenzaban a formarse.

Pasaba de la media noche, el insomnio estaba acabando con mi paciencia y la cabeza estaba matándome, decidí caminar por el pasillo hacia la cocina y tomar algo... los gemidos retumbaban por todos lados, casi se podía escuchar la unión de sus cuerpos si ponías atención, maldito fuera Will, ¿a qué hora se habrá ido al estúpido burdel?

Dios Will, sí así...— una prostituta gritona, lo que faltaba.

Caminé lo que faltaba del pasillo y baje a la cocina, a veces odiaba vivir aquí, había demasiadas habitaciones, demasiadas personas, tantas historias contadas y algunas más sin contar, lo peor eran los encuentros "sociales" como el que estaba teniendo Will en este momento. Bebí agua con algunas pastillas y volví a mi martirio.

Dios... Amelia— ¿Escuché bien? Frené mis pasos, el pasillo se había quedado en completo silencio aparentemente al igual que la habitación. Unos cuantos golpeteos se escucharon y minutos después una chica rubia semi-vestida salió de la habitación de Will azotando la puerta tras de sí.

Yo seguía en shock, ignorando la mirada asesina de la ex-acompañante de Will y el hecho de que estaba petrificada en mi lugar con un vaso con agua cuando el se asomó por la puerta y me miró; su pecho estaba al descubierto y sólo un pantalón de pijama que caía perfectamente en sus caderas lo cubría ante mi vista.

—¿Qué tanto escuchaste?— preguntó con un tono de voz desconocido para mi.

—N-no... no escuché nada— mi voz temblaba delatándome— la chica casi me arrolla y tuve que detenerme— expliqué intentando que mi excusa fuera lo suficientemente creíble— a excepción de los gemidos— admití y se sonrojó.

—Okay— agachó la mirada y luego la volvió a mi— deberías dormir— asentí vigorosamente y caminé con rapidez pasando algunas habitaciones vacías hasta llegar a la mía, gracias a Dios era temporada baja.

Cabe recalcar que mis sueños no fueron del todo decentes esa noche, podía sentir su calor irradiar contra el mío, sus labios en mi cuerpo y voz diciendo una y otra vez mi nombre...

—¡Amelia Louis!— grito mi madre y pegué el brinco de mi vida sobre mi cama.

—¡Dios, mamá!— le grité cubriéndome con la sábana, asustada.

—Tengo diez minutos gritándote— comenzó a aventar ropa hacia la cama— Maxi llega en una hora, ¿preparaste su habitación?— Carajo... eran más de las 10 de la mañana y yo no había hecho nada, no sabía ni a qué hora quedé dormida

—Lo haré en este momento— comencé a vestirme con los shorts vaqueros que mi madre aventó hacia mi y una blusa de tirantes delgados gris.

—Esos shorts están demasiado cortos Mia— me reprendió mientras alzaba mi cabello en una coleta alta.

—No es así— me revisé frente al espejo, no pensaba que fueran tan cortos.

—Bien— besó mi cabello— date prisa— palmeó mi trasero y salió de mi habitación riendo.

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