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Sin cuerpos muchos ataúdes se alineaban dentro de uno de los salones más grandes que había en la base, un sacerdote se paraba al frente en un improvisado altar y mujeres y niños de diversas edades nos sentábamos al final de todo este teatro... las trompetas coreaban himnos de tragedia y muerte, los soldados que estaban fuera de servicio lloraban por sus compañeros caídos, mi corazón palpitaba en mis oídos y la mano de Julio se aferraba con fuerza a la mía.
—Cabo Robert Stevens... perdido en acción— enlistaba el sacerdote arrojando agua bendita o lo que fuera a los ataúdes vacíos—, teniente Josh Stewart... perdido en acción— estas personas eran servidores de diversas misiones que no habían vuelto a casa y que no se había sabido más de ellos o de los cuales sus cuerpos habían sido encontrados sin vida, demasiado desfigurados para trasladar—; teniente Emily Stevenson... en paz descanse... capitán William Chain... —el sacerdote tomó una respiración pesada antes de continuar— perdido en acción.
Will tenía 16 años en el ejército, toda la gente lo conocía, había empezado como un cabo, uno más del montón, junto con Max, ganándose poco a poco el reconocimiento que merecían, por eso ahora era una locura que ambos ya no estuvieran más.
—Fue una linda ceremonia— dijo Julio tomando mis mejillas— ¿estarás bien?— asentí acompañándolo a la puerta de visitantes que por hoy habían sido permitidos—. ¿Qué hay con el doctor? ¿Haz hablado con él?— preguntó antes de salir de la base.
—No... yo... no puedo— admití—, no puedo dejar ir a Will aún— asintió y me abrazo.
—Bebé...— resopló— tómate todo el tiempo que necesites— besó mi mejilla—, si él es el indicado, esperará por ti...— y si yo soy la indicada para Will... esperaré por él, siempre.
Diciembre pasó en un segundo, enero fue un rayo indescriptible y antes de que lo supiera, Will había estado desaparecido por todo un año.
—Estoy considerando rentar un departamento— le comentaba a Diana—, la casa es demasiado grande y creo que es innecesario.
—Las rentas en Nueva York son la muerte, yo, me quedaría con la casa, es grande sí, pero no tienes que pagarla— argumentaba ella y tenía razón, aunque había conseguido una beca en la universidad y estaba siendo ayudada por préstamos estudiantiles, nada parecía ser suficiente sin un empleo.
—Tal vez consiga un empleo primero— reí y ella asintió.
—Mia hay algo que quiero decirte— carraspeo y me puse alerta de inmediato.
—¿Qué sucede?— no quería sonar muy paranoica pero en este momento todos los vellos de mi cuerpo se habían levantado.
—Mía... mi padre viene en camino— tragué duro, el general Stan no había estado aquí desde abril, cuando me había dado la noticia de la pérdida de Will, el hecho de que viniera hasta América de nuevo no podía significar nada bueno.
—Puede que solo venga a visitarte— indagué más y ella sonrió con algo muy parecido a la lástima.
—Sí... claro... eso debe ser— mentía y ella sabía que yo sabía, pero no me saco de mi error y, si me dejaba estar en mi error... sólo podía significar que las malas noticias serían para mi.
Dos días después se anunció que el general había llegado a la base, pero aún no se presentaba frente a mi, fui a buscar a Diana solo para encontrar su casa vacía, claro, era su padre... definitivamente ella tenía el permiso de ir a verlo, pero estaba muriendo de ansiedad.
—Hola hermosa— Albert me había llamado
—Hola— contesté sin mucho entusiasmo.
—He pedido vacaciones, ¿qué te parece si te visito?— Preguntó y resoplé audiblemente... ya había pasado un año, hace casi 6 meses que la búsqueda de Will se había detenido... ¿qué podía perder?
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La promesa
RomanceLa guerra ha enviado a tantos soldados como puede a Afganistán, Pakistán e Israel, tierras de nadie, dañadas por la búsqueda de poder y el odio. En un ataque armado Will y Max, mejores amigos deben salir y enfrentar a la muerte una última vez. Un...