La guerra: Amelia

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Febrero:

A veces me pregunto, si escribiera un diario ¿qué pondría en el? ¿Cada día pasa algo digno de contar? No... pero podría pasar horas y horas describiendo mis últimos días con Will, escribiendo sobre sus ojos y su sonrisa, escribiría como era pésimo para lanzar rocas al lago y como desde el día que mamá se fue el no dejó de intentar hacerme reír.

Habíamos, hasta cierto punto, reiniciado la historia, en este momento tomábamos la carretera rumbo a Nueva York, dejándome con un nudo en el estómago y ansiedad sin límites, estábamos a 9 días antes de que Will se fuera y él quería que yo conociera la base que le habían asignado al regresar.

—Viviremos aquí, es un gran lugar, hay de todo— dijo entusiasmado mientras saludaba al guardia en la puerta y le mostraba una identificación.

—Creo que enloquece capitán— me burlé mirando el camino de árboles por el que llegaríamos a las casas dentro de la base—. Son muy grandes.

—Son casas completas, los departamentos son solo para militares— explicó—. Cuando tenemos familia nos mandan aquí—. "Tenemos familia", sonreí.

—¿Soy tu familia?— lo miré y el tomó mi mano.

—Eres todo lo que tengo y todo lo que necesito, Amelia— Tal vez nunca pensé demasiado en cuanto tiempo llevaba cerca de Will, tal vez Jamás consideré el hecho de que se había vuelto excesivamente importante para mi en menos de un año... tal vez... sólo tal vez no me estaba permitiendo pensar en que lo perdería y no por él... sino por mi.

Will era la segunda persona en mi vida de la que me enamoraba y la primera a la que estaba segura de amar indudablemente, así que, suponiendo que estudiaré algunos años más... ¿Qué pasaría si...? No... debía sacar esos pensamientos de mi cabeza, Will aún no se iba y yo ya pensaba en romper mi promesa con él.

—¿Tienes miedo?— preguntó y lo miré como si de alguna manera hubiera leído mis pensamientos

—¿Qué? No— contesté rápido... tal vez demasiado, su sonrisa disminuyó un poco pero no del todo.

—¿Quieres entrar?— No me había fijado que los habíamos detenido, frente a nosotros había una hermosa casa de dos pisos, blanca, con un frente pequeño y en alto que albergaba un columpio de madera, la amé al instante.

—¡Dios mío, Will!— Baje del auto en un movimiento acercándome a la casa y tocando el barandal blanco que protegía unas escaleras—. Es hermosa, yo... no puedo creer esto—. Su sonrisa podía iluminar toda la base.

—Si la quieres, es nuestra, sólo debo informarlo— subió hasta mi abrazándome, él considero todo esto para mi, en la ciudad que yo viviría y yo pensaba en que me enamoraría de otro cuando entrara a estudiar, era la peor novia del mundo.

—La quiero, quiero todo contigo, te quiero a ti—, besé sus labios insistentemente, sintiendo mi corazón latir con rapidez y euforia.

—Amelia...— carraspeó—, debo hacer algo cursi y estúpido pero... no sé si lograré hacerlo después—. Dijo terminando en un susurro, asentí temerosa y angustiada por el significado final de sus palabras.

—Will...

—Shh...— me silenció, tomándome por sorpresa de las piernas y cargándome hacia la entrada de la que sería nuestra casa, nuestro inicio—. Yo nunca tuve nada, Amelia, hasta que te conocí— admitió mirándome intensamente una vez que me había puesto de vuelta en el suelo dentro de la casa—. Creí que había perdido todo lo importante en mi vida cuando Max murió y resulta que el bastardo fue lo suficientemente astuto como para unirnos y... y yo te amo—. Sonreí ante sus atinadas palabras.

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