"Leyendo tu mente."

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Estaba fumando en el balcón, Leinsa en la ducha relajándose un poco, nos despedimos de los chicos por separado, aunque jonash se enteró de todo, antes de salir del pub me guiño un ojo aprobando mi decisión, lo que me hizo sentirme más fuerte. Y que hacía lo correcto.

-Es precioso ¿Verdad? -Me asustó tanto que se me callò el piti. -Perdona, no era mi intención asustarte. ¿Quieres un baño?

Asentí. Leinsa me tendio la mano, metiéndonos dentro de la habitación, llegó al baño y comenzó a llenar la bañera bajo mi atenta mirada, la cual sólo pensaba en quitarle ese albornoz, pensar así era culpa del maldito alcohol.

Una vez termino de llenarse se apoyó en el lavabo. -Oh perdona claro, ya salgo.

La detuve, la dejé mirando a la pared mientras yo me desnudaba, de alguna forma sabía que no miraría, que respetaría mi vergüenza y timidez. Y así lo hizo.

-Leinsa, ya puedes hay burbujas.

Ella se sentó en la tapa del váter. Luego saco la libreta que llevaba en mi mochila, me sorprendí e intente quitársela, pero fue en vano. Leinsa estiró el brazo me abrazo desde fuera y comenzó a leer mis escritos, a veces canciones, a veces poemas.

"Odio que la distancia nos separa,
miento, solo por sentirte lejos,
y sé que ese día que llovía,
sabías bien, que entregaba la mejor parte de mi, a ti.

Tengo miedo, sentir esto me mata por dentro, y se... Que por mucho que pase el tiempo, siento lo que siento, te quiero."

-Es precioso. -Acaricio mis hombros sabiendo que aquello, no era una simple lectura, mis sentimientos estaban encerrados en la nada, y me daba miedo mostrarlos, por qué cuando lo hice, solo los destrozaron. -Tus sentimientos son increíbles Ann.

Me acarició el pelo mientras cantaba, tenía una voz preciosa, delicada, pero autoritaria. Pero cuando cantaba se relajaba, era como si aquello la hiciera feliz de alguna forma. Entoné con ella, you are the reason, se sorprendió de mi inglés y mi forma de cantar, así que repetir ante su sorpresa, el gesto que ella me hizo en el pub.

-Ahora me sacas tú la lengua pequeña.

Asentí, acercándola a mí, cuando ha estuvo lo suficientemente cerca, acaricie sus mejillas y bese una de ellas, percatándose de las pequeñas pecas que la asomaban por la nariz.

-Me has pillado por sorpresa. -Dirigio su vista a la bañera. No me había dado cuenta de que tenía medio cuerpo fuera, ella se sonrojo y hecho la vista aún lado mientras yo me tapaba avergonzada. -Vamos... Tenemos lo mismo. -Decia mientras intentaba quitar la mampara de cristal.

-Da igual me has visto.

-No he visto mucho.

-Gracias eso ayuda que te cagas.

Se apoyó en el cristal con los ojos cerrados. -Quiero decir que tenías el cuerpo cubierto de espuma, difícilmente una a ver algo.

Entonces abrió un poco, fue ahí cuando la salpique por completo, la manche las gafas y el albornoz. -¿Y esto... Por qué?

-Por mirar.

-¿A si? -Hizo el amago de meterse dentro, pero antes de hacerlo me miró buscando un si silencioso, un sí que jamás hubo, al darse cuenta de ello, solo cerró y se fue del baño.

Me sentía estúpida por mi comportamiento, pero no estoy acostumbrada a tantos cuidados, y menos a que alguien guste de mi de tal forma, aunque también tenía más dudas de que verdaderamente la gustará, quizás solo se acercaba para cuidarme y protegerme.

Estuve en la bañera más de media hora, pensando que ahora tendría que dormir a su lado, aunque eran camas separadas me daba miedo despertarme y que me viera, o que sintiera ganas de irme con ella.

Salí del baño poniéndome la toalla. Luego visualice la habitación buscando a Leinsa, me había dejado completamente sola, en mi cama había una nota.

"Ahora subo princesa." Quizás se había ido por mi comportamiento, total yo la calenté en el bar, aunque ella me provoco más cuando quiso curarme, quizás la sentó mal que me acercara para luego alejarme. Mientras pensaba me fumaba un cigarrillo en la ventana, estaba solo con la toalla esperando a Leinsa, estaba cómoda así.

Mis pensamientos se sumergían en un mar de dudas, por un lado amaba a quien amaba, y eso no lo podía negar, mientras que por otro... Aunque me gustarán otras personas no era capaz de hacer nada con ellas. No quería decepcionar a quien me había hecho tanto daño.

-Hola. -Abrio la puerta percatándose de mi perfecta vestimenta. -Perdona. -Se giro.

-tranquila, me interesa más saber por qué te has ido.

La dirigí a la cama, la senté y yo me senté en el suelo tapándome como podía. Nos estábamos mirando y no éramos capaces de hablar, pero me sentía segura de ella.

-Creia que necesitabas estar sola.

Abrace su cuerpo apoyando mi cabeza en sus piernas, al instante note sus manos acariciarme, su respiración estaba agitada y sus pulsaciones aceleradas.

-Estoy agusto contigo. -Dije en un susurro que la hizo sonreír.

-Entonces ponte el pijama y acuéstate, te daré un beso de buenas noches. -Acaricio mi nariz.

-Vale, pero Leinsa no te lo pijama.

Se levantó a su armario, al abrirlo había un montón de camisas, de todos los colores y encima de marca. "Pija" pensé mientras ella buscaba, yo observaba la ropa que tenía, hasta que la pared en una camisa roja que era lo suficientemente larga como para taparme. Leinsa se sonrojo, pero acepto.

Al salir del baño su mirada me perseguía, incluso leyendo me miraba por encima del libro. -¿Que tal estoy?

Dudo unos segundos. Subió la vista desde mis piernas hasta mis ojos, se aclaró la garganta y con voz ronca dijo. -Te queda muy bien.

-Gracias.

Apreciaba cada detalle de sus labios, esa sonrisa que me apaciguaba y que de alguna forma me hacía creer en ella. Me dio la mano dirigiéndome a la cama, me tumbo y me tapo dejando mi rostro descubierto, se acercó a mí pómulo y me dio un beso, susurrando. "Buenas noches princesa."

"A mis 25... una, ¿profe?" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora