"Future days"

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"Te pille" Me taparon la boca al llegar al callejón de las maravillas, así es como lo había apodado por ser un lugar al que no era fácil llegar, cuando conseguías salir de él te esperaba un castillo, ahora iglesia, la cual permanecía intacta con ese toque medieval que tanto representaba esas épocas, ya desvanecidas. Los árboles habían crecido alrededor de esta formando una hilera de pequeñas flores y plantas que crecían con la estructura, de hecho había un chico que siempre tocaba la flauta o el violín por allí. Ese pequeño detalle le daba más forma a la imagen que poco a poco penetraba en tu mente.

-Sueltame. -Movi mis brazos lo más rápido posible como para no dejar que le cogiera, con la débil idea de poder soltarme de un pequeño amarre. -Que me sueltes... -Grite dejando que mi voz penetrara en la bóveda del lugar.

Sus manos tapaban mis ojos, y la mano que le quedaba libre forcejeaba con las mías por mantener la firmeza. Un débil acto que no esperaba fue cuando su mano descendió por mi cadera. Agarró con fuerza pero sin hacerme daño, y me puso al frente. Poco a poco dejo que la mano que tapaba mis ojos cayera al vacío.

-¿De verdad creías que dejaría que te pasará cualquier cosa?

-¡¿Que coño te pasa Leinsa?! -Abrió los ojos asustada y sorprendida.

Bajó la mirada observando el suelo de mármol en el que se reflejaban nuestras figuras. Suspiró como si la costará respirar... -Siempre he querido que estuvieras bien... En parte soy culpable del psicólogo, en parte soy culpable de tu agotamiento, de tus llantos nocturnos... Soy culpable. -Acaricio sus labios en un leve suspiro. -Pense que tenerme cerca sería una solución para ti, siempre pensé que podrías apoyarte en mi, de una forma especial, única... Que verías en mi ese algo que te hiciera libre, querida, amada. -Observó las grandes estatuas que nos observaban. -Se que a veces sueno autoritaria, que sueno como si fueses mía, pero, no soy así, nunca lo he sido ni lo seré... Llevamos seis meses en los que el miedo es mi día a día, saber que un día te irás y no volverás. -Alguna lágrimas se asomaban por sus ojos descendiendo muy despacio. -Queria proponerte que vivieras conmigo, que estaba cansada de ir y venir de un país a otro, cansada de hoteles, de esa gran vida sin tenerte a mi lado, he sido incapaz de renunciar a esa vida... Hasta ahora.

Limpió esas lágrimas con sus propias manos, he hice el amago de acercarme pero quedó en un pensamiento del que mi cuerpo se mantuvo totalmente quieto, distraído por esas lágrimas que jamás había visto en alguien así, con la incógnita de comprender el por qué.

-Te he traído aquí por que necesitaba explicarte algo que no yo misma llegaba a entender. -Sacó una caja de su bolso, dejo este en el suelo sosteniendo la caja en sus manos. -Quiero que recuerdes que te quiero, que cada día me da más miedo entender mis sentimientos, y que se que ir al psicólogo para ti es haber perdido una batalla. Para mí siempre has sido y serás una guerrera. -Abrió la cajita clavando sus ojos en los míos. -Este pequeño detalle representa mi estatus social entregado a ti.

"¿Me está dando su vida? Lo que ella es... Ante mi. Todo lo que representa entregado en un pequeño collar de plata con una llave grabada." "LB" "Su nombre y apellido."

-No quiero que seas mía, quiero que seas parte de mi. Aunque se que no puede ser... -Poso el collar en mi cuello, cerrando este con delicadeza. Besó mi nuca dejando sus labios mojados por las lágrimas marcados en la piel caliente que se había desnudado ante ella. -Cuando estés preparada...

Recuerdo como sus tacones dejaron un vacío en el mármol que provocó un leve eco del cual solo las estatuas fueron protagonistas. La puerta cerrando al final de un túnel que llenó de luz se formaba en una oscuridad eterna que temeria incluso aquel que con piel de cordero se forja en una sonrisa.

Y quien como una sombra capaz de captar a la mismísima inmortalidad recreaba un juicio inmóvil reflejado en las caras de aquellos que silenciosamente juzgaban, pálidos y cálidos a la vez señalando un objetivo fijo, que esperaba que aquellos pasos volvieran a surgir.

Fuera una hora, quizás dos. Tarde en entender las palabras que tanto se repetían en mi cabeza, unas palabras que me llenaban de caos, a la vez que me rompían en mil pedazos, por qué sujetar aquella pieza de plata en mis manos significaba... olvidar.

"A mis 25... una, ¿profe?" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora