"Quiero que te quedes"

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Esas palabras inundaron la habitación.

Su sonrisa, sus ojos iluminados por los míos, la leve brisa que envolvía nuestros cuerpos y la dulce luz que surgía de entre las cortinas, aquella escena la grave, de hecho grave su sonrisa, sus labios perfectamente sonrientes, el dibujo de unas cuantas pecas que permanecían encima de estos, y su mirada completamente fija en la mía.

Suspiró. Cerró los ojos, beso mis labios muy despacio, acariciando estos y a la vez pidiendo paso con su lengua, la cual delicada acariciaba mi boca. Mis manos jugaban con su pelo, me encantaba jugar con el, entrelazar lo entre mis dedos y luego dejarlo libre sintiendo su caricia.

-Tengo que soltarte, si no, no pararé. -Beso mi frente. Después se acostó a mi lado tapandome el hombro que tenía libre.

Poco a poco me fui arrastrando hasta ella, apoye mi cabeza en su pecho dejándome embriagar por su olor, relajandome con sus caricias y besos, nunca paraba, siempre me mostraba su cariño algo que al principio dude que tuviera.

Me quedé totalmente dormida.

-Princesa, despierta. -Vostece estirando los brazos y las piernas. Gire sobre mi misma hasta llegar al calor de su cuerpo y acurrucarme su pecho. Sentí sus labios acariciar mi mejilla, los dedos de sus manos acariciar mi espalda, su leve respiración mover débilmente el mechón que caí sobre mi rostro. Y, ante todo, su aroma. -¿Quiero llevarte a cenar? -Susurró.

La idea me entusiasmaba, en cierta forma pocas veces había tenido algo así, alguien que quisiera más tiempo conmigo que consigo misma. Que tuviera planes o detalles que nos dejaba juntas más tiempo. Accedí con una sonrisa, me dejó ducharme primero.

El agua caía por mi rostro, era perfecto sentir el calor como la lluvia del renacimiento, me encanta el agua, nadar, bucear... De ahí que me tomara tiempo en la ducha.

Salí con la toalla atada al cuerpo, dejando que algunas gotas aún pegadas a mis piernas cayeran contra el suelo, Leinsa miro hacia mí quedándose totalmente tensa y quieta, miro cada gota de agua que caía por mi cuerpo y trago en seco.

Luego suspiro levantándose de la cama muy despacio, caminando autoritaria hacia mí. Cuando me tuvo totalmente cerca, acarició mis brazos mojando sus manos, luego acarició mi nariz tocando las pequeñas pecas que me habían salido haciéndose notar, clavo sus ojos en los míos dejando que su respiración se juntara con la mía.

Acarició con sus labios mí pómulo para luego darme un beso en la frente sonreír y meterse al baño.

Leinsa era todo lo que me recordaba a una persona de la que estuve y quizás... Sigo estando enamorada. Su viva imagen permanecía en ella de una forma que a veces me daba escalofríos, sus parecidos a la hora de tratarme... Además esa imagen tan estructurada de una chica "joven" haciendo un papel muy elevado para su edad. Su competitividad, aparecía sería y dominante en las salas de formaciones. Esos pequeñas detalles que la hacían destacar de una forma extraña, y, a la vez tan elegantes.

Estaba claro que esta mujer era su doble, de aspecto físico diferente pero muy encuadrado a esa otra mujer que me había vuelto loca.

-¿Que piensas? -Apoyo sus brazos en mis hombros dedicando un dulce beso en mi nuca.

"Si lo supieras me odiarias" -En si nada...

-¿Sabes? -Giro mi rostro buscando mis ojos. -Mientes fatal.

Sonreí agachando la mirada. Sabía leerme de alguna forma, apenas nos conocíamos, pero ella parecía conocerme mejor de lo que decía. Si estaba nerviosa lo sabía, simplemente por el movimiento de mis manos.

-Ven. -Me abrazo por la espalda acariciando mis manos. -No debe ser fácil, te enamoraste siendo muy joven, y a la vez siendo lo suficientemente madura como para poder tener una relación normal. -Beso mi hombro. -No todos saben lo que pierden cuando dejan de tenerlo, aunque considero que esa chica, al tener más o menos mi edad, considero, que se enamoró de ti de una forma que nunca imaginó. -Mientras ella hablaba yo no dejaba de llorar. -Y... De hecho creo que aún lo está, no es fácil deshacerte de ti. -Sonreí. -Tienes algo, un algo interior que se queda cada día con pequeñas dosis de nosotros mismos, es como si guardarás lo mejor en ti de cada una de las personas que pasan por tu vida. Nuestra mejor versión, eres tú.

"A mis 25... una, ¿profe?" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora