"Soy tuya, protégeme"

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-¿Me quieres? -Asintiò besando mi nariz.

No sabía que contestar, me quedé totalmente muda observándola en silencio mientras ella dedicaba esa sonrisa tan perfecta y se abrazaba más a mi costado. Quería contestar, pero los sentimientos me lo impedían.

Vacile acariciando su rostro, y ante la atenta mirada quien me observa en silencio, respirando tranquilamente completamente desnuda sobre mi cuerpo. Acaricie sus brazos y sus hombros.

-No quiero que me contestes. -Dijo esas palabras que en parte me dolieron, si las sentía pero no podía. Aún no. Y ella lo entendió.

Me besó de nuevo acariciando mis piernas hasta llevarlas hacia ella, paso sus dedos por mi espalda y por estás como si fueran un papel al que tenía que escribir. Luego mordió mi cuello hasta bajar al pezón, primero paso la lengua lentamente, haciendo algo de fricción mientras que con las manos jugaba con mis labios. No perdía detalle de cada suspiro que mi cuerpo dejaba salir.

Me observaba mientras jugaba con ellas, clavaba su mirada en mis espasmos, yo en cambio luchaba por controlarme, pero la verdad es que hacía dos años que no me acostaba con nadie dato que ella no sabía.

-Antes de que sigas... -La empuje hacia mí cuerpo. -Quiero que sepas algo... -Leinsa dejo de sonreír para prestarme toda la atención posible. -Llevo dos años sin tener sexo. -Sus ojos se abrieron atónitos. -Quiero decir que hace dos años que no hago nada, sé que es mucho tiempo, pero... Nadie me hacía sentir segura.

Acariciò mi rostro con una sonrisa tierna. -Y... ¿Quieres seguir? -Asenti besando sus labios. -Quiero que estés segura de mi.

Y con esas palabras me perdí dejándome llevar. Bese su cuello dejando que ella acariciara cada parte de mi cuerpo, buscaba mis labios y los besaba con ternura, dedicación. Luego comenzó a tocarme de forma muy sutil provocando que yo escondiera mi rostro en su pecho.

Entonces Leinsa metiò el primer dedo con mucho cuidado provocando que mi espalda se arqueara y un gemido ronco que penetró en su pecho. Me levanto el mentón buscando mis ojos, en los suyos se dibujaba un brillo lleno de amor, mientras que en los míos había seguridad a la vez que miedo.

-¿Estás segura Ann? -Asenti de nuevo poniéndola más encima de mi, quería sentir su piel contra la mía.

Leinsa entonces, se dejó llevar por mis labios, metiò otro dedo provocando otro gemido más ronco, pareció un gritó de dolor que al principio la asustó, pero en cuanto se encontró con mis ojos entendiò que no quería parar. Aunque me dolía un poco. Al ver mis reacciones desesperadas, ella bajo por todo mi cuerpo dejando dulces besos por este hasta llegar a mis piernas, mordiò un poco deslizando su lengua por estas.

Hasta que llegó al centro de mi, yo negaba tapándome la cara. Me daba vergüenza que me viera asi. Me entendió, sonriò dulcemente y paso la lengua rozando aquella zona que me hizo temblar. Sujeto mis piernas apoyándolas en su espalda, intentaba alejarme pero ella me atraía más penetrandome con la lengua. Con cada penetración mis piernas seguían el ritmo, mi cuerpo se estremecía y mi respiración se alteraba aún más.

Fue ahí cuando notó lo que me estaba pasando, así que apoyó su mano en mi pecho acariciando la zona y comenzó a ir más deprisa sobre mi, con más fuerza y más rapidez.

-Leinsa... Porfavor... -Suplique notando casi el orgasmo. Ella sonriò sin pirar dejando que su respiración chocara contra mi clitoris.

Penetraba y lamía sin parar hasta que mi cuerpo no pudo más. -¡Leinsa! -Grite corriéndome en sus labios.

-¿Te ha gustado princesa? -Asenti. Me metí debajo de las sábanas escondiendo mi cuerpo, estaba muerta de vergüenza por qué encima me había corrido en sus labios. No quería ni mirarla, no podía. -¿Te cuento un secreto? -Susurró abrazándome por la espalda. -Solo escucharte a provocado mi orgasmo.

Su frase erizo mi piel y provocó que de nuevo mi cuerpo se pusiera en acción pidiendo más, algo a lo que negué enseguida. Leinsa al ver la situación, verme echa bolita dándola la espalda, se abrazo más a mi dándome besos.

Me estaba tratando con mucho cariño y delicadeza, la quiero no puedo negarlo, pero tampoco puedo permitirme decírselo. Gire mi cuerpo para encontrarme con el suyo, apoye mi cabeza en su hombro y me deje llevar por esas caricias y esos mimos que tanto necesitaba.

-Tengo que decirte algo. -Vacile. -Tranquila. -Y me atrajo de nuevo a ella. -Estoy enamorada de ti Ann.



"A mis 25... una, ¿profe?" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora