"Tuya"

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Al llegar al hotel las dudas eran mayores, mis miedos empezaron una guerra de inestabilidad mental que me estaba consumiendo. Aquella chica de ojos grises que mostraba tanto poderío, ahora se presentaba como un cisne, delicada y totalmente dispuesta a mí.

Lo primero que hizo fue quitarse el moño, soltó su pelo dejando que los hombros fuesen los únicos que recogieran aquella melena morena de mechas californianas. Luego dejó caer su camisa hasta que sus hombros se vieron, se sentó en la cama dejando ver su escote, acarició sus piernas y busco mis ojos para penetrar en ellos de una forma sutil pero decidida. Cuando los encontró extendió su mano derecha hasta rozar mi brazo izquierdo, acarició la piel fría que me mantenía con ciertos escalofríos, descendiò hasta dar con los dedos, los rozo para luego entrelazar los suyos.

En ningún momento dejo de mirarme a los ojos, estaba sumergida totalmente en su mirada. Dió un sutil tirón que provocó que acabara encima de ella, de rodillas, sobre la cama y entre ellas, su cuerpo, sus piernas... Acarició mis costados, dando besos delicados y sutiles en mi cuello. Iba despacio y con mucho cariño, sin prisa y con calma en su mirada.

Piso sus dedos en la parte baja de mi camiseta, acarició la zona y después pidió permiso con los ojos, algo a lo que accedí sin dudar. Levante los brazos notando como sus dedos me acariciaban mientras se deshacía de la prenda.

Estaba en sujetador ante ella y aún así clavaba su mirada en la mía acariciando dulcemente mi piel. Beso mis pechos sin quitarme el sujetador, y aún con eso consiguió que mi piel reaccionará al instante y que me estremeciera dejando salir un leve susurro. Mis manos fueron directas a su cuello acariciando su pelo y su espalda e intentando deshacerme de esa camisa que tanto me provocaba, pero antes de poder hacerlo, me atrajo más hacia ella, dando un pequeño roce con sus piernas en mi.

Solté un gemido que se clavo en las paredes y de sus labios una sonrisa disimulada y triunfante se dibujaba. Me estaba poniendo a mil, y lo peor es que el miedo estaba cesando poco a poco. Me estaba dejando llevar por ella, por sus caricias, sus dedos rozando mi pecho sus labios besando mi cuello y su pelo acariciando cada parte cercana que rozaba.

Mi piel no aguantaba más y las rozas que rozaban pedían a gritos más. Y, de alguna forma ella lo sabía, cogió mi mano derecha y la apoyo sobre su pecho, al principio me pilló por sorpresa, esa reacción no era típica de ella, pero cuando mordió mi cuello con cierta brusquedad no pude aguantar apretar con fuerza, de sus labios salió un leve gemido que chocó contra mi piel mientras su respiración penetraba en mi oído.

Quite su camisa tomando el control, cansada de su juego sexual que me estaba poniendo a mil. La atraje levantándola por completo, apoye su cuerpo de espaldas a mi contra el armario, deslice la cremallera de su falda y dejé que cayera por sus piernas blancas y suaves. Llevaba un culote negro con bordes de encaje a juego con su sujetador.

Se dió la vuelta mostrando su perfecta figura que me dejó con la boca abierta, era perfecta tenía un lunar en el pecho que hacía juego con el que tenía en el cuello. Lo que más me gustó es que no era una de esas chicas treintañeras que tenía un físico de gimnasio, estaba genial con una perfecta figura que se mostraba tal y como era.

Ante mí forma de mirarla que literalmente estaba k.o. deslizó sus manos por mis brazos atrayendome a ella, me sonrió quitándome un mechón de pelo, y luego me abrazó dejándome respirar ese perfecto aroma que solo ella tenía. Besò mi cabeza para después buscar mis labios. Los besó con tanta ternura y delicadeza que yo ya no sabía si estaba cachonda a muerta de amor, solo sé que el corazón me iba a mil y que quería más. Nuestras lenguas se juntaron, se buscaron mejor dicho y al encontrarse ambas gemimos levemente mientras mis manos acaricaban su espalda y su piel se erizaba.

"A mis 25... una, ¿profe?" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora