"Solo pacientes"

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En el médico Leinsa no se separó de mi en ningún momento, de hecho fue ella quién puso todos mis datos en la carpeta de metal que la chica nos cediò. Cuando terminó de poner todos mis datos se sentó junto a mi después de devolverle a la chica la carpeta.

Me cogió la mano derecha haciendo pequeñas caricias, no me hablaba y tampoco me miraba, pero sí que daba a entender que estaba ahí conmigo para todo. Cada caricia me transmitía más y más tranquilidad, hasta, llegar al punto de tumbarme en sus piernas. Paso sus caricias hacia mi pelo jugando con los rizos y de vez en cuando con mis pómulos y la nariz.

-¿Ann La costa Velanguer?

-Yo.

-Sigame porfavor. -Leinsa se levantó siguiendo mis pasos y los de la enfermera. -Porfavor solo la paciente.

-Pero soy su tutora. -Ambas la miramos extrañadas. Tengo 25 años y tengo una tutora? No es que sea muy lógico. -Quiero decir que soy su responsable.

La enfermera empezó a reírse y al final me contagio por la mirada de Leinsa quien nos miraba con una ceja levantada y con los brazos cruzados, la típica cara de "yo no le veo la gracia".

-Tranquila la cuidare. -La guiño un ojo y me hizo una señal para seguirla.

Pasamos por esos típicos pasillos blancos sin fin, en los que piensas que pasaría si se fuese la luz. Los mismos que si se te presenta un paciente en muy mal estado sales corriendo creyendo que es un zombie o algo peor. Si, demasiada imaginación. Después de pasara un trillón de puertas, la enfermera parò en seco abriendo una de estas, me diò paso y tras de mí cerró.

-Bueno quítate la camiseta por favor. -Obedeci cual niña pequeña. -Vale vamos a ver... -Todo las costillas con delicadeza, a la vez que hacía fricción sobre ellas lo cual provocaba algún quejido salir de mis labios. -Perdoname. -Decia ante mis pequeños jimoteos. -No está rota pero es una pequeña fractura que tendrá que sanar con el tiempo, de momento te voy a mandar unas cremas y te voy a enseñar cómo curarte lo ¿Okey? -Asenti observando a la joven como se ponía los guantes, seguidamente echo la crema en sus dedos y comenzó a rozar los por la zona. -Sobretodo roza, no frotes ni hagas fuerza. -Asenti nuevamente observando como trabajaba.

Después de unos diez minutos puso una gasa en la zona afectada para prevenir los golpes, y los roces. Luego me tendió mi ficha y las cremas más un par de gasas. Además de acompañarme hasta la salita donde esperaba Leinsa quien tenía un ataque de nerviosismo en su pierna izquierda mantenida en el aire por la derecha. Al vernos se levantó acercándose directamente a mi.

-¿Estás bien? ¿Que tienes? ¿Es grave?

-Tranqui, tranqui. -Reí. -Estoy bien ha sido muy cuidadosa. Solo tengo una fractura, me ha enseñado como curarla y que tengo que ponerme. -Sonreí.

Leinsa compartió mi sonrisa, me abrazó con cuidado posando mi cabeza en su pecho mientras me daba leves caricias y besaba mi cabeza. Y ante nosotras aquella joven que estuvo conmigo durante diez minutos nos observaba sonriente.

-Bueno yo ya me voy, por lo que veo estás en buenas manos. -Dió la mano a Leinsa cediendo la la bolsa con las cremas y las gasas, luego me dió dos besos los cuales a ella no le hizo mucha gracia.

-Gracias por todo.

-A vosotras.

Ahora la fractura me dolía menos, las cremas llevaban relajantes para dormir las zonas, era perfecto pues no sentía practicamente nada, por eso debía tener más cuidado con los golpes y los roces.

-Ahora eres toda mía. -Beso mis manos. Me sentía muy agusto con ella, me sentía tan protegida que me daba miedo perderla y necesitarla, pero estaba claro que disfrutaría el momento. -¿Que quieres hacer? ¿Tienes hambre?

-Como se nota que estás nerviosa. -Bese su mejilla. -No paras de preguntarme.

Leinsa levantó una ceja mientras me abría la puerta del coche, paso por delante con su talante tan espectacular, único, suyo. Ese don para paralizar a cualquiera, poder visualizarla bien y sentir toda esa fuerza y belleza que la delataban.

-Se te va a caer la baba cariño.

Era cierto siempre que la miraba me quedaba embobada, me encantaba su forma de ser y su estilo, su carácter fuerte y a la vez tan buena y dulce, totalmente contradictorio. La mujer perfecta estaba delante de mí.

-Deberias estar orgullosa.

Leinsa se sorprendió por qué sin darme cuenta, me había ido a mí mundo mientras la observaba. Y, por los visto ella me había estado llamando durante un buen rato sin obtener respuesta.

-¿De que debo estar orgullosa?

Trague en seco por la seriedad en sus palabras. Pensé durante un para de segundos como decírselo sin que se echará atrás, y no sé cómo tome el valor para mencionar palabra.

-Una niña de 25 años... Está loca por ti.

Al principio su cuerpo se tenso, los nudillos los tenía blancos de apretar el volante, pero al terminar la frase sonrió mostrándome su aprobación. Dedicó un dulce beso en mi frente y arranco sin decir ni una sola palabra. Esperaba que dijera que era recíproco, pero de sus labios solo salía el aire que entraba por su nariz.

Nuevamente me estaba enamorando de alguien que no lo merecía y esta vez sí que tenía miedo, a esta edad esperaba poder formar una vida, quizás perfecta con ella. Ilusa de mi.

"A mis 25... una, ¿profe?" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora