"Guardando recuerdos"

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Tras esa conversación, cogió el coche y nos fuimos. Las carreteras estaban prácticamente vacías, las calles aún con turismo, pero, reducido. Se animaban a comprar en las tiendas que débilmente veían abiertas. Y en cada semáforo el tiempo se paraba dejando así una imagen más viva del día a día de estas personas. Las gaviotas sobrevolaban la ciudad algo rendidas, apagaban su vuelo en las esculturas y en las fuentes en las que empapaba sus alas y patas para de nuevo alzarse contra la leve brisa.

Y aunque por primera vez la plaza estaba casi vacía, las pocas personas que paseaban por allí se veían sonrientes, disfrutando de juegos, fotos, guardando los momentos.

Las hojas verdes de los árboles parecían estar en sintonía con aquella imagen llena de vida, pues bailaban al son de la brisa.

Era una imagen perfecta, la luz del sol iluminando el día que nos esperaba, la gente caminando despacio, disfrutando, niños jugando al fútbol, o al pilla pilla, y por supuesto la imagen de una Barcelona que poco a poco conseguía su vida. Su sello.

Saque el móvil buscando la cámara, baje la ventanilla y en cuanto las nieves se pusieron de acuerdo avivando más la imagen, hice la foto. Leinsa la observó un momento, cogió mi mano derecha y le dio un beso.

-Me encanta. -Susurró.

Más tarde llegamos al restaurante. Estaba en las afueras, quizás en un pueblo, nos abría decir con exactitud.

Lo que si se decir es la imagen que presentaba el restaurante, la fachada era completamente de un color marrón, quizás negro con dos líneas blancas. La puerta era completamente roja con tallados en color perla. Las ventanas negras opacas prácticamente solo veías desde fuera sombras moverse de un lado a otro.

El sitio daba mal rollo la verdad y parecía bastante caro, de eso que cuando terminas de comer, se te baja todo al ver la cuenta.

Mire a Leinsa en busca de respuestas, ella sonrió cogió mi mano entrelazando nuestros dedos y comenzó a caminar con ese paso firme y elegante tan característico suyo.

Al entrar una chica muy elegante y con gafas saludo a Leinsa por su apellido. "Señorita Beirtoch" acto seguido analizó las notas escritas en su libro de reservas, tacho y nos dio paso.

El lugar era increíble... Había camareros por todos lados, bien vestidos pero sin llegar a ser demasiado formal, de hecho algunos tenían tatuajes y piercings. Había una mesa de mezclas tallada en madera perfectamente limpia y cuidada.

Las mesas eran de cristal con reflejos negros metalizados en las patas, las sillas cómodas y suaves, era increíble.

-¿Te gusta? -Asentí. Me sonrió cogiendo la carta. Se levantó y se puso a mi lado mientras me la cedía. -Mira te recomiendo... Este, ya que se tus gustos culinarios. -Me guiño un ojo para de nuevo volver a su asiento.

-Vale, si crees que me gustará... Si no me gusta te lo comes tú. -Amenaze.

Leinsa rió asintiendo, levantó la mano en plan culpable y bebió de la copa de vino.

La comida fue genial de vez en cuando Leinsa me dedicaba alguna que otra mirada, psicoanalizaba  mientras degustaba el plato que había pedido bajo su criterio. Reconozco que eran increíbles los sabores que se podían juntar en un solo plato, además del vino, que pese a no beber, tenía un gusto bastante dulzón que entraba casi solo.

Cuando terminamos se encargó de todo, tanto de la cuenta como de la despedida de aquella chica que nos había dado la mesa. La joven no paraba de sonreír y dedicar ciertas caricias en el brazo de Leinsa.

-Tu y ella... ¿Si o no? -Dije decidida.

-No. ¿Por qué... Estás celosa? -Beso mi frente acogiéndome entre sus brazos.

-No, la verdad... Lo entendería perfectamente, total tampoco soy quien para decirte que hagas y que no hagas.

Me separé caminando hacia el coche, la realidad es que no estaba enfadada, ni siquiera molesta, pero creo que me estaba pasando algo dentro que no sabía descifrar.

-Espera...

Me cogió del brazo atrayendome hacia su pecho, levantó mi mentón clavando sus ojos en los míos. -¿De verdad crees que no tienes derecho a decirme nada que te pueda molestar o de cómo te sientes?

Negué soltando me de ella. -No. De hecho ambas somos libres.

Leinsa agachó la mirada observado la acera gris con manchas negras de aceite o chicles. A saber. -Pues... A mí sí me importa lo que piensas y sientes, aún si interfiere en mi con más motivo.

-Leinsa, eres mi jefa, realmente no deberíamos pasar ninguna línea más allá de esta. -Literalmente ella estaba flipando. -Nos hemos acostado hemos comido, lo hemos pasado bien, pues hasta aquí.

Di media vuelta caminando entre el silencio, la soledad, la brisa y mi mente la cual no paraba de darme comunicados continuos que no conseguía entender.

-Espera Ann... -Adelantó el paso hasta llegar a mi espalda, agarró mi hombro, suspiro cansada y habló. -Se como se siente querer alguien cuando estás enamorada de otra persona, te sientes dolido, tu cuerpo, mente y corazón... Lo consideran una traición a esa persona perfecta que ocupo tus días. -Yo estaba a punto de llorar. -Pero no puedes seguir castigando te por lo que ella hizo, decidió... Ann... Tomó su decisión y fue esta. Se que duele, y no pretendo ser ella, de hecho pretendo ser lo que tú quieras que sea, pero, como te dije una vez te quiero, y por mucho que quieras hacerme daño no lo vas a conseguir, por qué para mí eres más que ese polvo perfecto, eres más que esa chica que hace reír a todos, eres más.

Atrapé su cuerpo dejando que todo saliera, me sentía estúpida por hacer daño a alguien que solo había sido buena conmigo. Protegió mi cuerpo entre sus brazos haciendo algo de fuerza, beso mi cabeza y acarició mi espalda mientras hacía unos leves "sshh" para que me relajara.

-Las cosas duelen, superar es difícil, no te diré tiempo, ni que hay muchos peces, por qué es estúpido decir algo así, solo te diré. -Levanto mí mentón. Limpio las lágrimas que me caían por el rostro, beso el pómulo izquierdo que aún mantenía una lágrima cayendo. -Ella no está aquí, pero si aquí. -Señalo mi pecho. -Y ahí debes tenerla por siempre. -Sonrió.

Estaba muy dudosa con todo, pero por alguna razón busque sus labios fundiéndose en ellos de una forma cuidadosa, como si le estuviera dando las gracias mostrándola todo mi cariño.

"A mis 25... una, ¿profe?" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora