"Si quieres..."

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Leinsa me esperaba con la cama abierta dándome paso. Enseguida al verme dió dos toquecitos en el colchón.

Nos tumbamos cara a cara, y la verdad es que por una vez no tenía miedo de nada, aquella chica, mi jefa, me observaba detenidamente, solo que esta vez, sus ojos brillaban.

-Eres preciosa.

Busco mis labios entre la oscuridad topándose con mi cuello al cual dedico varios besos que empezaron a encender todo lo que tanto deseaba. Como acto reflejo subí un poco la pierna para sentirla. Leinsa dió un pequeño bote al notar ese pequeño contacto. Miro entre sus piernas y muy despacio bajó mi pierna.

Aquella acción me sentó fatal, de hecho casi fue como una punzada. Directamente sin decirla nada me fuí al baño dejando que todo saliera, todas las lágrimas que había estado reteniendo desde que vi a Leinsa hasta su desprecio por tocarla o por tocarme a mí.

-Princesa... -Llamó a la puerta varias veces he hizo el amago de entrar. -Por favor...

Me apoye en la puerta dejando que mi frente descansará con la esperanza de que ella estuviese en la misma posición que yo.

-Dejame entrar por favor.

Quite el pestillo encontrándome con su mirada triste, dubitativa. Respire costosa mente casi en su pecho, estábamos muy cerca, pero ninguna hacia ningún movimiento.

-Voy a piso Leinsa.

Ella solo asintió pesadamente, como si todo esto le fuera un verdadero problema, sin entender muy bien el por qué, al fin y al cabo ella había venido a por mí, me había traído aquí y ahora se comportaba así, apenas quería tocarme, apenas se acercaba.

-Dejame llevarte. -Si voz sonaba con cierto amago. -Ann... No quiero que te vallas. -Bajó la camisa que me estaba quitando para devolvérsela. -Necesito que lo entiendas.

-¿Que entienda que? Vienes a por mí, me traes a tu casa, te acercas, te alejas y así continuamente... Mira quizás necesitas en tu vida una tía segura de sí misma de tu mismo estatus, así que espero que te vaya de puta madre con esa tía, por qué conmigo no.

Agarre el pomo con fuerza aún con su camisa puesta, cuando noté un agarre que me atrajo hasta ella.

-Estas muy equivocada. -Me cogió en brazos acogiendo mis piernas a sus caderas y empezó a dejar dulces besos por mi cuello mientras que con sus manos me abraza más a ella como si no quisiera que me escapara. -No sabes lo equivocada que estás.

Aún en sus brazos me agarró de la nuca atrayendo nuestros labios metiendo con cierta brusquedad su lengua. Ya no pedía permiso, ya no dudaba, ni siquiera temblaba.

Una vez sus piernas tocaron la cama, sin soltarme se fue tumbando y dejándome a mí poco a poco. Su mirada estaba encendida por la necesidad y el deseo pero sms aún sus labios los cuales estaban rojos.

Sus manos vagaron por los botones débilmente y aunque la vi un ápice de duda enseguida se disipó cuando sus dedos comenzaron a desabrochar cada botón que se encontraban. La poca piel que dejó al aire fue suficiente para que sus labios vagaran por esos pequeños lugares que permanecían al aire.

Mordió un poco mi cadera provocando un gemido ronco que provocó otro en ella, un gemido que chocó contra mi piel erizando por completo mi cuerpo. Acarició las zonas donde mi piel se mantenía erizada para luego clavar su rodilla entre mis piernas.

Otro gemido se alzó lo cual la hizo sonreír y respirar costosa mente sobre mis labios.

-¿Hace cuánto mi vida? -Susurró.

-Tú.

-Entonces... Hace más de dos meses. -Era una pregunta al igual que una respuesta. Asentí.

Leinsa acarició mi mejilla con una sonrisa cariñosa y cercana, esa sonrisa que a mí me encantaba y me enamoraba más. Si de hecho me enamoraba, por que pese a las dudas Leinsa tenía algo que me llenaba.

Nuestros labios se encontraron. Leinsa buscaba mi mano derecha, deslizó el brazo hasta llegar a ella, una vez los dedos comenzaron a tocarse los entrelazó sin dejar de besarme y sin dejar de tocarme con la otra mano.

Una vez dejo a mis labios satisfechos empezó con el cuello dejando leves mordiscos que me hacían casi gritar, sabía que era la zona más sensible de mi cuerpo, aparte de las caderas y las costillas.

Abrace su nuca contra mi, Leinsa se deslizaba por mi cuerpo dejando besos por todos lados, desde el abdomen, hasta las piernas, un camino de besos que más que ser algo sexual se tornaba a ser un cariño muy especial.

Acaricie su mejilla para llamar su atención, Leinsa enseguida se encontró con mis ojos, sonrió trepando de nuevo hasta estar cara a cara. No dijimos nada solo nos mirábamos atentas, me quedaba embobada con su pequeñas pecas y con sus ojazos los cuales estaban más claros de lo habitual. Aquí la luna se veía perfecta y era la única luz que iluminaba la habitación.

Leinsa atrajo sus labios a los míos con mucha tranquilidad, luego acarició mis piernas mientras buscaba esa mano rebelde a la que entrelazar. Una vez la acogió consigo aumento el ritmo provocando varios gemidos ahogados que intentaba controlar.

Entonces su mano izquierda comenzó a vagar por la tira de mi culote, con cierta sutileza, muy despacio... Acariciando, dedicándole un tiempo preciso para que mi cuerpo pidiera más. Cuando vió que necesitaba más, sonrió he introdujo la palma de la mano por dentro del culote, por no mirarla yo me abrazaba a ella desesperada.

Y con mucha delicadeza mientras tocaba con cierta sutileza dejo entrar uno de sus dedos el cual hizo que mi espalda se arqueara y buscará sus labios por no gemir más de lo debido.

Poco a poco aumentaba la velocidad, sus caricias y sus besos los cuales cada vez eran más necesitados y un poco más agresivos. -Ah... -Gemia sin parar, sabía cómo tocarme y que me gustaba, aunque admito que dolia un poco, no era culpa de Leinsa, ella estaba siendo muy delicada.

-Ah... -Volví a gemir. Leinsa me acompaño en ese gemido ahogado.

-Te quiero. -Susurró en mis labios, lo que hizo que llegara a ese orgasmo que tanto necesitaba.

Leinsa cayó a mi lado abrazándome en su pecho, podía oír su corazón el cual iba a mil, además de su piel la cual, como la mía antes, estaba erizada.

-¿Mi vida... Te ha gustado? -Asenti sin separarme de su pecho.

-El corazón te va a mil Leinsa. -

-¿Quien crees que tiene la culpa? -

"A mis 25... una, ¿profe?" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora