Para Jungkook, todo debía siempre estar organizado y dirigido. La prudencia y en análisis de situación regían su vida. No estaban permitidos los errores en su vida.
Jihee, blindada con un fuerte sentido del humor que hacía fallecer a cualquier trag...
ja, iban a dormir pUES NO MI CIELA, bueno no, mejor si duerman bro, vashan vasha, lean mañana ;-;
feliz cumpleaños a @lairalairala! espero y la peses bien bonito uwu y bueno, cuando tengo capítulos ya hechos y puedo, subo en sus cumples, y bueno ahora justo pasó que si tenía xd pero casi nunca tengo :( las amo un chingo ptm se me cuidan mucho xfa:(
por cierto, él es Gudetama, recuerden lo que es:
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Capítulo 37: Primeros encontronazos.
Hace un año.
Competencia de Natación, Instituto Privado Sahmyok. 7:23 am.
by; j i h e e
—¿Dónde está, dónde está? ¡No lo veo!—se me escapó un gruñido ante los insistentes gritos del abuelo, bueno, no eran gritos, sino más bien alzaba la voz y me golpeteaba emocionado el hombro. Estiré los brazos y los tensé, soltando otro gran bostezo. La abuela me dio un pequeño golpe en la boca.
—¡Ey!
—Tápate la boca al bostezar, animal.
—Ah, perdón. —volví a hacerlo, nuevamente olvidé tomarme los labios. Me moví con pereza por las gradas, arrastrando los pies de manera pesada y sintiendo como el sueño me cerraba los párpados como dos cortinas automáticas. Las competencias de natación habían comenzado, y como hace ya tres años, veníamos a hacerle porras a Bon.
Bueno, más bien lo avergonzábamos, Bon no era especialmente fan de llamar la atención. Suerte que ya se había acostumbrado a mi familia. Me senté en el borde de las gradas, junto a la barandilla de metal y soltando una maldición cuando el asiento me enfrió el cuerpo.
Sentí un grito y bajé la cabeza, un gran corredor donde mucha gente iba y venía como enjambre, separaba las dos grandes gradas azules. Niwa me agitó una mano desde el pasillo, llevaba unos pantalones grises y una bufanda negra que le ocultaba la mitad del rostro.
—¡Niwa, aquí, aquí!—fruncí el ceño.
—Ya nos vió. —respondí al abuelo, quién se había parado y agitaba la mano emocionado a mi amiga, algunas personas mayores se giraron a él.
—Quizá no, quizá no. Quién sabe ¡Mira, qué bufanda tan bonita lleva!
—Tu la tejiste. —dijo la abuela, con solemnidad, tenía un pequeño vaso de café humeante en una mano y estaba como siempre, recta y estoica mirando al frente. Parecía un muro blindado, nada nunca la alteraba.