Capítulo 2

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—Bien tranquilo tu amigo, eh.

—No seas así...

—Ahá. —corté a Siho.

El antro parecía un galpón. Bueno, eso era. Cuatro inmensas paredes de chapa encerraban a un montón de lunáticos que se movían entre luces parpadeantes y un humo denso que no tenía claro si provenía de cigarrillos, máquinas, o algo peor. El techo era alto, con vigas de metal oxidadas y cables colgando. Los golpes de la música electrónica hacían vibrar el suelo, el aire era una mezcla sofocante de sudor, alcohol barato y algo químico que quemaba la nariz. 

En una esquina, un sofá de cuero raído estaba ocupado por un grupo que hablaba en susurros, con miradas que escaneaban el lugar como si esperaran algo... o a alguien.

Sentí un escalofrío al notar que un tipo con la camisa abierta y los ojos desenfocados nos observaba fijamente. Cuando comencé a analizar mi alrededor, noté que en realidad muchos habían volteado su cabeza hacia nosotros.

Nos miraban con torva desconfianza, casi rozando el desprecio.

Siho estaba en silencio. Lo miré. Tenía el ceño fruncido, íntegramente tenso. Él también había notado que no éramos muy bien recibidos. Había algo raro aquí. Algo que no tenía que ver con la música fuerte ni con el descontrol... sino con la sensación de que, en cualquier momento, algo podía salirse de control, que algo ocurriría.

—Esto ya parece thriller psicológico.

Siho frunció el ceño, mirando alrededor.

—¿Quizá una película de acción?

—No, en esas los protagonistas sobreviven. Nosotros...

¿De dónde demonios había salido este lugar?

Era un inmenso, ruidoso, con demasiado gentío y, sin embargo, se llegaba a él escarbando en la profundidad de los callejones oscuros de la ciudad. Fue un shock cuando notamos que, para encontrarlo, se entraba primero a un local de café barato, luego, pasamos por un pasillo larguísimo que terminaban a un patio junto a este lugar.

Parecía como si desearan que permaneciera escondido.

Mi primo se inclinó sobre mí porque la estridente música apenas le dejaba escuchar lo que decía, aunque agradecí que no escuchara mis maldiciones. A Siho no le agradaban mucho las groserías, yo las veía como una forma de expresión.

Las luces del lugar hacían que su piel blanca se tornara incluso más pálida debajo de los focos neones. Lo miré bien. Parecía paranoico, mirando hacia todos lados, como intentando observar todo el terreno. Se rascaba la nuca, caminaba incómodo, encorvado, tensando todo el cuerpo.

—Vamos a preguntar a la barra.

Él asintió con la cabeza, luciendo como un cachorro desorientado. Sabía bien que las multitudes lo ponían nervioso; si no recordaba mal, de niño había sufrido ataques de pánico por el gentío. Me aseguré de caminar ligeramente detrás de él, usando mis brazos para apartar sutilmente a la gente y darle algo de espacio. Que la gente no lo tocara. 

Cuando llegamos a la barra, captamos bastantes miradas. Demasiadas. El barman, un tipo con una coleta alta y una camisa negra arremangada hasta los codos, nos miró fijamente sin ninguna expresión.

Habría que ser idiota para no entender la indirecta: no son bienvenidos.

Qué bueno que era una experta en hacerme la idiota. 

Me dediqué a sostenerle la mirada al barman con una sonrisa amable, y pegué un brinquito para sentarme en uno de los bancos. Una chica y un chico que hablaban en la esquina de la barra del otro lado se voltearon y me miraron unos segundos.

『 ɢ ᴀ ɴ ʙ ᴀ ʀ ᴜ  ||  jungkook 』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora