Favores. V.

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—Hola, Ochako. Pasaba por aquí y decidí venir a ver cómo estabas desde el parto... Te compré esta caja de mochis; sé que no podías comerlos durante el embarazo, así que seguro ahora podrás...

Y Katsuki quedó con la mano extendida en el aire, sólo para voltearse furioso y apretar su cabeza en frustración.

¡No, no y no!
¡Por qué era tan difícil!

Él sólo quería verla. A ella y al bebé.
Quería volver a sentir ese peso en sus brazos, ese calor, ese olor, esa cabeza en su hombro y esa piel suave al ser besada.

Quería volver a tentar la suerte de besarla.

Negó con la cabeza y estaba a punto de asestar un golpe en la pared cuando la puerta se abrió.

—¿Katsuki? ¿Qué haces aquí?—, ella le preguntó sorprendida desde el marco de la puerta, vistiendo un camisón rosa que al lado del pantalón de vestir negro, la camisa blanca y el chaleco negro también, contrastaba demasiado.

Él sentía que se notaba que él quería este encuentro.

—Pasaba por aquí y...—, titubeó—. Quise venir a ver al bebé—, sonó convencido y así fue porque Ochako le sonrió.

—¡Claro! ¡Pasa, pasa!

Ella se internó en el departamento, dejando a Katsuki seguirla por detrás hacia una habitación que era un desastre.
—Lamento el desorden: ser madre primeriza no es fácil—, se atizó el cabello, notando sólo entonces todos los pequeños detalles que estaban fuera de lugar en ella.

Pero a Katsuki ese olor a maternidad le llenaba el alma.
Se acercó a la cuna, viendo al bebé dormir plácido.
Mitsuki le había hablado de su sorpresa por que un bebé tan tranquilo como él se hubiera convertido en un adolescente explosivo, pero que tornó en un adulto calmo.

Se inclinó a un más, para tomarlo de la cuna.
—¡Espera, Katsu..!—, dijo Ochako en un susurro que simuló un grito.
Fue demasiado tarde.

Katsuki tenía entre sus brazos un bebé castaño durmiente, removiéndose y buscar más del calor del rubio.
—Vaya—, comenzó Ochako—. Deku carga al pequeño y este no dejaría de llorar.

Aquello no provocó nada en el rubio, centrado en el bebé.
—¿Dónde está él?

—Fuera: tuvo que viajar por trabajo—, Katsuki vio cómo ella se abrazaba a sí misma, con pena.
Sus ojos maquillados en soledad.

—¿Desde cuándo?—, preguntó.

—Una semana—, acarició el pelo.

El bebé tenía dos.
¿Por qué dejaba a su mujer sola tan pronto?

—Ochako—, la mencionada levantó el rostro. Un brillo de ilusión en sus ojos—, atenderé el bebé. Tú descansa.

Y eso fue como agua fresca para ella.
Se acercó a paso lento y le dejó un beso en la mejilla.

—Gracias, Katsuki—, su mano recorrió de su mejilla hasta su pecho, posando su agradecimiento en ese corto gesto—. Serías un gran padre.

Y luego, se alejó.

Kacchako 4 Ever IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora