Osita. III.

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No supo cómo terminó así, pero lo hizo.
Llegada la media tarde, más por costumbre, acostó en su habitación, sobre el futón, y durmió la siesta hasta que un calor le hizo despertar.
Viró hacia su pecho y la osita estaba recostada en su contra, abrazando su pecho.
Iba a estar con ella un mes, y según había leído la póliza, con todo y traductor, esta cubría mal sexo, lo que significaba que podía "estrenarla" y devolverla después.
Su mano acarició la cintura suave, sin detenerse hasta colarse en su pantalón corto, acariciando el pequeño montículo de venus.
Parecía un pequeño oso de peluche ahí dentro. Tal vez no la entregaban depilada.
La vio en el preciso instante en que abría los ojos para fruncirlos ante su tacto. Soltó un gemido y antes de que pudiera decir algo, se colocó encima de ella, con una rodilla en su entrepierna.
—Papá oso...—, jadeó cuando le besó el cuello—, papá oso... Por favor, no...
Contuvo un gemido antes de seguir hablando, así que Víctor se le irguió, preguntado—. ¿No qué?
—Así no—, gimoteó.
Se exasperó—: si así no, ¿cómo?
Le puso las manos pequeñas en su pecho, apartándolo. Le hizo caso, dejándola libre creyendo que escaparía, por lo que se preparó para correr a ella, sin embargo, esta le dio la vuelta al asunto:
—Así—, llamó, de espaldas, con cada pequeña arruga de sus pies con el empeine contra el suelo, las nalgas apoyadas en los talones, exhibiendo sus labios mayores delineados por el bóxer que le venia dejó alguna vez en su casa, hacia la espalda enfundada en una camisa suya que le venía como vestido.
Una corta mancha de humedad entre cada pliegue de su vagina.
—Así, papá oso—, rectificó—. Así se aparean los osos.
Y el pecho tocó el suelo, levantando su trasero a Víctor quien ya estaba deshaciéndose en su lugar.
—Bien—, aceptó, asiendo la cadera con una mano, liberando su erección del sencillo pantalón pijama—. ¿Sabes qué es esto?
Había acercado la cabeza de su pene a los labios, frotando aquella en lo caliente de su humedad.
—Sí—, gimoteó roja hasta las orejas de oso sobre su cabeza—, es tu rama. Papá oso mete su rama en osita para darse gusto.
Le salió un bufido sin querer—. Correcto. Papá oso se dará gusto contigo, osita.
Le bajó el bóxer, obteniendo la vista del vello grueso encrespado alrededor de su entrepierna.
—¿Lista?—, se acercó, encajándose en ella.
—Sí—, gimoteó.

Kacchako 4 Ever IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora