Pechos. III.

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Abrió la puerta de la habitación y entró dando pasos pesados. Cerró de un portón y anduvo hasta la cama, sentándose a la orilla.

—¿Qué sucedió?—, ella se sacó los lentes y dejó de lado el libro. Se irguió en la cama y con las manos desabrochó por la espalda el sostén, al tiempo que sus piernas lo encerraban—, ¿Te hicieron enojar, cachorrito?—, se sacó el sostén por una de las mangas de la blusa y lo tiró lejos, sujetando sus hombros para deslizar sus manos por los brazos, obligándolo a moverse sobre la cama.

Ella se recostó con las piernas abiertas y él fue obligado a recostarse sobre ella. Alzó su blusa y dejando sus pechos al aire, Katsuki recostó el rostro entre ellos.

—Descansa un poco, cachorrito—, bajó su blusa, apretando sus propios senos contra el rostro debido a la tela ceñida.

Katsuki, quien había llegado enfundado en su uniforme de entrenamiento y respirando agitado, cerró los ojos. Aspiró el olor de la carne y pareció de sus pesos se fueron de las espaldas. Metió sus manos en la blusa y apretó los montículos. Su calor comenzaba a subir por su propio pecho y la respiración se calmó en instantes. El cuerpo entero cayó ligero.

—¿Estás mejor, cachorrito?—, ella elevó la blusa y se pudieron ver, él abrazado a sus senos. Sin abrir los ojos, asintió, perdido. Alargó la mano y acarició el cabello rubio cenizo—. ¿Quieres dormir un poco, cachorrito?

Abrió los ojos en respuesta.
Levantó un poco y acercó su boca al pezón. Mamó lo suficiente para erectarlo y la obtuvo sonrojada. Era su manera de pagar el hecho de que lo dejara hacerle eso. Una pizca de placer.

Volvió al medio de los pechos y acomodó mejor, ladeado el rostro y apretando su carne.
Ella sonrió y bajó de nuevo su blusa.
Una hora de sueño no le haría mal a Katsuki.

Kacchako 4 Ever IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora