Llamadas. II.

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Ondeaban sus piernas a la orilla de la cama.
El sol anunciaba el inicio de otro día, las siete de la mañana de hecho, más el teléfono anunciaba otra cosa: un mensaje.

Katsuki no se sentía capaz de quitar la mirada de la pantalla del teléfono.
Algo le decía que estaba mal, que las cosas eran demasiado extrañas. Pensaba él que para esa hora, a lo largo de la noche, debía recibir una llamada, un mensaje del dueño del móvil. Sin embargo, era otro el mensaje que obtuvo.

«Vas a ir, ¿cierto? Recuerda: blusa rosa y falda blanca.»

Katsuki apretó la barra de texto, esperando al teclado hacerse en la pantalla para responder. Tal vez ella esperaba una confirmación, o más bien podría Katsuki explicarle lo sucedido. Podría decirle que su novio perdió el teléfono y que se vieran en el lugar de la cita para que ella se lo devolviera.

Más... ¿Por qué tanta importancia a cómo iba vestida? Sonaba como la primera vez que se veían. Y la llamada de anoche saltó a su cabeza.
Es que era un rompecabezas el que Katsuki estaba construyendo dentro de su mente por una situación tan común.

Levantó de la cama rumbo al baño. Se vestiría, iría a la locación y le daría el teléfono a la novia.

«Blusa rosa y falda blanca, blusa rosa y falda blanca, blusa rosa y falda blanca...»
Repetía en su mente a todo momento: tal vez con suerte la vería entre sus subidas y bajadas de los trenes.

«Blusa rosa y falda blanca, blusa rosa y falda blanca, blusa rosa y falda blanca...»
Repetía en su mente a todo momento, parando en estación. A sus espalda la Universidad de Adachi, casi desierta ese sábado. Katsuki elevó la vista a la entrada oeste de esta: un gran escudo azul profundo eran la base sobre la cual el nombre de la escuela saludaba a sus visitantes.

Alzó los hombros para restarle importancia.
Era mejor prestar atención a las calles en busca de la chica.

«Blusa rosa y falda blanca, blusa rosa y falda blanca, blusa rosa y falda blanca...»
Repitió en su mente diez minutos, veinte, una hora y hasta tres, de pie en la entrada de la universidad. La chica nunca apareció. Tal vez el novio le había contactado de otra forma, por redes tal vez, y cambiado de locación.

Volvió a alzar los hombros. Lo intentó, trató de devolver el móvil y no dio resultado.
Giró sobre sus tobillos, dispuesto a devolver por sus pasos dados.

Recorrió el resto de la entrada de Adachi, pasando los barrotes azules de la construcción, dando paso al comienzo de negocios del resto de la ciudad. Un poste como muralla de bienvenida entre la casa de estudios y la tienda de porcelana.

Dió un paso lejos del poste y no pudo continuar.
Lo había visto, allí, por el rabillo del ojo.

Giró en un sólo movimiento y tomó con manos temblorosas el cartel.

«Cualquier ayuda será bienvenida para dar con el paradero de Uraraka Ochako», leyó.

«Señas particulares: cabello castaño corto, ojos castaños, x.xx centimetros de altura, lunares en...», los ojos de Katsuki pasearon con rapidez sobre las letras.

«Última vez vista: Estación de trenes de Adachi. Portaba una blusa rosa y falda blanca.»

«Blusa rosa y falda blanca, blusa rosa y falda blanca, blusa rosa y falda blanca...»

El mundo cayó sobre Katsuki al leer eso último. Se sentía mareado por un momento, sin sentir el suelo debajo de sus pies. El aire se le hacía poco y con un resto de cordura, continuó leyendo sólo para sentir el anticipo de un desmayo: la fecha de desaparición era de hace dos años.

Kacchako 4 Ever IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora