Pechos.

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Empezó con aquel famoso manju de chocolate. Luego se transformó en un pastel de fresa y finalmente en una cita cada sábado por la tarde.
Y sí, por qué no admitirlo: mejillas le gustaba.

Por alguna razón, se le confesó y ella dijo que se sentía igual.
Se hicieron novios y aunque al principio fue lo más vergonzoso del mundo, el tiempo pasó y la intimidad se hizo mayor.

Ahora, a mitad del segundo año, Bakugou tenía una forma de relajarse después de una semana siendo el mejor. Porque al mejor sólo lo mejor.

La escuchó reírse más no le dio importancia. Él estaba concentrado.
Ella se removió y él gruñó en respuesta, algo disgustado.
Pronto sintió la mano pequeña en su cabello y elevó la mirada desde donde estaba.
—Te ves muy cómodo, cachorrito.

Ese mote lo avergonzaba así que sólo volvió a hundir el rostro.
Apretó su agarre y para molestarla un poco, su pulgar rozó los pezones desnudos.
Ella gimió y Katsuki sonrió. Eso ganaba por molestarlo en su momento feliz.

Movió su rostro, frotando su nariz contra el canal entre los pechos de la chica, apretando sus senos contra los costados de la cara y ser feliz allí, entre esa carne tan suave que lo volvía loco.

Su mano le continuaba acariciando el cabello y Katsuki sentía todos sus músculos relajarse. Su novia era hermosa, preciosa.
Y esos senos tan grandes y desnudos eran el lugar perfecto para descansar toda la tarde de sábado, escondidos en su habitación, mientras todos volvían a sus casas.

Kacchako 4 Ever IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora