Favores. VII.

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Desde ese día, Katsuki sólo visitó su casa tres veces más, llevándose ropa hacia la morada de Izuku.
Mientras Ochako cuidaba del bebé durante el día, Katsuki trabajaba como héroe, y al terminar la jornada, llegaba a casa de la castaña.

Ella ya le esperaba con una cena de la cual, Katsuki no era tan exigente: sabía lo que era cocinar con un bebé en brazos.
Esperaba a que el rubio se bañara y le acompañara en la mesa, donde recibía al niño entre sus manos para jugar con él.
Ochako le servía la comida y después de ello, era la primera en irse a la cama con el bebé en su pecho; Katsuki lavaba los platos usados.

Iba con la castaña y ella le regalaba tiempo con el menor, en tanto dormía.
Katsuki estaba tan fascinado con el bebé, que poco le importaba dormir hasta tarde por cuidar de él.

Y esa que era maravilloso.
Veía cosas de la castaña y cosas que se veía así mismo en el espejo.
Aunque los miraba por largas horas, no estaba seguro que sus pequeños ojos fueran completamente obscuros como los de su madre.
Y si miraba con detenimiento, observaba pequeños nacimientos rubios. Aquello lo hacía suspirar.

Se lamentaba muchas cosas.
Se lamentaba no haber sido lo suficiente valiente en secundaria.
Se lamentaba no haber luchado lo suficiente por ella.

Se lamentaba no haberle dicho que la amaba.
Se lamentaba no haberla invitado a salir.
Se lamentaba haberse reprimido esa ansia de decirle que ella era todo lo que quería en la vida.

Y la vida le jugaba mal, dándole una oportunidad como esa.
Paseó la nariz por el cabello suave del bebé. No: de su bebé, de su hijo, del hijo que tuvo con la mujer que amaba.
Que tuvo a costa de otro hombre.

Se durmió abrazando a su acompañante, sosteniéndola en sus brazos, y al día siguiente, él regresó, aquel ausente en la vida de una esposa, sólo para hacerle volver a la realidad.

Kacchako 4 Ever IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora