Capítulo 8 ~ El valor es de pocos.

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Y entre sueños susurré tu nombre, más nunca supe quién eras. La inconsciencia, silenciosa compañera, me robó cada una de las letras.

—San Lang— susurró Xie Lian aún aferrado al pelinegro, quién suspiraba sonriente entre el espacio del cuello del castaño —¿Desde cuándo tú...?

Hua Cheng soltó una leve risa antes de hablar suavemente entre el cabello castaño de Xie Lian.

—Si le dijera desde cuándo, probablemente Ge ge no me creería— Xie Lian sonrió ante la respuesta, sin embargo, pareció pensativo por un momento, como si hubiera recordado algo.

—San Lang...— Hua Cheng levantó el rostro y lo miró —¿Por qué dijiste que era un recuerdo que jamás dejaste de amar?

Hua Cheng pareció tensarse por un momento, pero al segundo siguiente, bajó la mirada y se separó un poco, deslizando sus manos sobre los brazos del contrario.

— Por qué así es— Hua Cheng sonrió —Ge ge es el más bello de mis recuerdos del pasado.

—No entiendo...— Xie Lian miró hacia un lado —Yo...¿te había visto antes?

Hua Cheng suspiró antes de hablar.

—Ge ge, usted me conoce más que nadie en este mundo, sin saberlo.

Xie Lian lo miró sorprendido, antes de ver cómo Hua Cheng levantaba una de sus manos y rozaba apenas algunos de sus mechones castaños con la punta de los dedos.

—Ge ge fue la única luz que recibí en el pasado, y aún lo sigue siendo.

—Yo...no comprendo...

Hua Cheng acercó su mano tímidamente hacia la piel del cuello de Xie Lian, sin tocarla, y cuando estaba a simples milímetros de rozar el lóbulo de la oreja derecha del castaño, vaciló y se detuvo. Xie Lian pareció notar su duda y sonrió antes de acercar levemente su rostro y dejar que el frío tacto se Hua Cheng chocara con su piel.
Hua Cheng sonrió y acarició delicadamente con el pulgar, pasándolo a veces sobre el bonito pendiente de coral rojo que llevaba Xie Lian, una bonita perla que contrastaba con su piel. Aquello no era muy notable para los demás, incluso pocos habían visto aquel detalle en el castaño y no le prestaban demasiada atención, sin embargo, para Xie Lian, era el único recuerdo agradable que guardaba de aquella época de hace casi un año.

Hua Cheng acarició entre el índice y el pulgar aquel pendiente y miró a Xie Lian.

—¿Puedo?— susurró el pelinegro y Xie Lian asintió algo confundido.
Sintió como un par de dedos largos y algo fríos sacaban delicadamente la perla, para luego dejarla en la mano del mismo Xie Lian.

—San Lang, ¿Que quieres que haga...?— Xie Lian levantó la mirada y vió como Hua Cheng jalaba levemente de la trenza que llevaba detrás de la oreja, desabrochó algo del final, haciendo que el tejido se desvaneciera, para luego abrir su palma y dejar a la vista un delgado hilo de color rojo que llevaba una perla del mismo color brillante. Hua Cheng la depositó en la mano de Xie Lian, haciendo notar cuan idéntica era a la del pendiente.

Xie Lian miró las dos esferas rojizas en su mano, y la notar cuan parecidas eran, el aire se atoró en sus pulmones.

No es posible...

Cada una parecía ser el par de la otra.

—¿D-dónde conseguiste esto, San Lang?— su voz se oyó baja.

Hua Cheng suspiró y sonrió con la un brillo en la mirada.
—Usted mismo me lo entregó, Ge ge.

De repente, un pesado recuerdo surgio desde lo más profundo de su mente. Un rostro cubierto por vendas, una leve sonrisa triste y sincera, y al final, un par de ojos profundos de color negro, que destellaban de vez en cuando en un matiz rojizo, justo como los que lo miraban en ese preciso momento, esperando alguna palabra de su parte.
La revelación de aquello le provocó un nudo en la garganta.
Xie Lian miró a Hua Cheng y apenas pudo susurrar un par de palabras.

Tu perfume entre la nieve (Tian Guan Ci Fu) (Fengqing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora