Tu perfume entre la nieve (Tian Guan Ci Fu) (Fengqing)

Capítulo 31 ~ Una y mil veces.

Tan sólo calla, no digas nada, y si no puedes decir «sí», tampoco digas «no», di «luego». ¿Es ésta la razón por la que la gente dice «quizá» cuando quieren decir «sí», con la esperanza de que creas que es un «no» mientras que lo que en realidad significa es «por favor, pregúntamelo una vez más, y después otra vez»?

Del libro: Llámame por tu nombre - Andre Aciman.

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"¿A-Qing? ¿Aún estás despierto? Pensé que ya te habías acostado..." Mu Qing levantó la mirada al oír la voz de su madre en la puerta de su cuarto, usando ropa de cama y con el cabello algo húmedo debido al reciente baño que acostumbraba a tomar HuiYing en las noches.

"Yo..." Mu Qing apretó los labios y se encogió sobre su cama, abrazando sus rodillas dobladas hacia su pecho, con expresión secretamente abatida, cada gesto en su rostro no pasó desapercibido para su madre "yo... no podía dormir"

HuiYing notó cada emoción posible y si hubiera visto simple insomnio en los rasgos de Mu Qing, simplemente le hubiera dejado ser entre la preferencia de su hijo por la soledad, pero en ese momento, más que insomnio miró duda y abatimiento en sus ojos, mucho más del que había visto en el último mes y por el que no había preguntado por temor a acorralarlo contra algo que ni siquiera él podía digerir aún. Pensó que tal vez era momento de dejar el temor y las dudas de lado y acercarse a la faceta arisca y orgullosa que le mostraba Mu Qing, incluso a ella.

HuiYing se acercó con pasos suaves hasta la cama de su hijo, se sentó en el borde y levantó una mano para acariciar un mechón rebelde de color platinado que había escapado de su lugar detrás de la oreja de Mu Qing, lo peinó y esperó a que su hijo la mirara a los ojos, cuando lo hizo, le mantuvo la mirada de manera tranquila y por último le dió una sonrisa que le daba a entender a Mu Qing que ella sabía que algo estaba mal y que no se movería de ahí hasta que él le diera la tranquilidad de que esa silenciosa crisis interna estaba sanada.
Mu Qing lo entendió a la perfección y aunque al principio le desvío la mirada tratando de evadirla, sabía que con ella no podría funcionar y al final terminaría cayendo entre su abrigo maternal. Y así lo hizo, se apartó de su apoyo en la cabecera de la cama y luego dejó caer la cabeza en el regazo de su madre, los dedos delgados y blanquecinos se enredaron cariñosos entre los mechones plateados, a HuiYig no le importaba si dormía una, dos o más horas tarde de lo acostumbrado, lo valía todo y aún más si era por aquel sol disfrazado de luna que era su hijo.
Ninguno dijo nada, en esa habitación no se escuchaba más que los suspiros tranquilos y la sonata de una canción lejana en una casa vecina, el silencio era relajante y entre ellos, el silencio acompañado de apoyo siempre fue la forma más fácil de comunicación.

Siempre había sido así, apoyo y consuelo mezclado con el propósito de cuidar al otro, Mu Qing no conocía más cariño familiar que el de su madre, ni siquiera conocía a su familia por el lado maternal y ni hablar del paternal, bastaba con decir que a todos ellos incluido su padre solo los conocía por fotografías y leves descripciones, tampoco es como si le hicieran falta y tuviera ganas de conocerlos, para Mu Qing era más que suficiente aquella mujer pelinegra que lo arrullaba aún a sus dieciseis años de la misma manera en la que lo hacía cuando tenía cuatro, que conocía cada parte suya como la palma de su mano y que era la única mujer que podría darle respuestas que ni siquiera él podría saber que necesitaba.

"Mamá"

"¿Mmh?"

La única que podría decirle tantas cosas sobre si mismo que él ignoraba, en la que confiaba porque le diría cada verdad aún si ella supiera que no debería.

"¿Existe la oportunidad de querer, aún si fuiste una mala persona?"

¿Es posible que las almas rotas puedan amar?