XXIV

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Solo escuchaba mi respiración agitada, mi cuerpo temblaba incontrolablemente, mi corazón resonaba en mis oídos, podía sentir los latidos pegar contra mi garganta y pecho, mis manos sudaban demasiado, esto me carcomía, apegue de nuevo el celular y la llamada se había cortado.
Un fuerte rugido, se escuchó tan fuerte que resonó por todas partes, temí tanto por mi vida, había tapado mis oídos del miedo que sentía al verlo escuchado, este prometía algo, y no entendía por qué le encontraba un significado a ese sonido aterrador, antes de que pudiera reaccionar para moverme, sentí como una mano tapaba mi boca, para terminar jalándome aún más a la oscuridad, intente removerme, pero no sirvió, era más fuerte que yo la persona que me tenía, llore, llore del miedo, la impotencia, y la desesperación.

La violencia con la que era sujetada, me confirmo lo que estaba por suceder, volvieron a resonar en el aire las armas siendo disparadas, ráfagas de aire con el sonido grabado de aquellas armas, y los gritos volvieron pero más fuertes.

No podía ver nada, solo distinguía como la luz de aquellos focos empezaban a verse más y más lejos, mis lágrimas no dejaban de salir, sentía que el aire me faltaba, necesitaba huir de esto.

Tome el valor y mordí la mano de esa persona, tan fuerte como podía, hasta lo que escuche gritar, era un hombre, un hombre que me tenía y que sus planes eran desaparecerme, tan asustada y temblorosa me aleje como pude, intentando correr.

—Maldita perra, no te iras tan fácil— lo escuche claramente.

Mi sangre se helo al escucharlo, no quería desaparecer, deseaba volver a casa a salvo.

—Ven aquí, maldita puta— sus pasos eran rápidos.

Por más que me esforzara en escapar, no tenía mucha escapatoria, donde estaba era un punto demasiado lejos de donde debía estar, sin contar que era un punto siego por la oscuridad en la que estaba.

Los arboles tapaban completamente el cielo, impidiendo que la luz de la luna permitiera iluminar por donde caminaba asustada, ni podía correr de lo débil que sentía mis piernas.

No supe en que momento mis pies se atoraron mientras intentaba llegar de nuevo,intente levantarme pero estaba tan débil después de que la adrenalina saliera por completo, tenía tantas náuseas y mi cabeza dolía, sentía que en cualquier momento me desmayaría.

—Tú no te iras de aquí, mientras yo esté presente— hablo en alto para que lo escuchara.

Segundos después lo tenía enzima mío, sujetándome con fuerza, con la intención de dejar en claro que era el quien mandaba, mientras hacia un intento de amarrar mis manos con alguna soga.

Aun estando débil, hacia un intento de impedir que me llevara pero tarde o temprano el me llevaría lejos sin dejar rastro.

—Por fin has cedido— murmuro—estarán tan feliz de tenerte pequeña puta.

Solo llore, no soportaba eso, la sola idea de que estaría muy lejos de los brazos de mi madre me aterrorizaba, que ya no volvería a ver a mis padres, que no hablaría con Jorge de nuevo y que no tomaría las clases.

Solo me quejaba del dolor que sentía en mis muñecas, junto la presión que tenía en mi cabeza, que provocaba tener mi rostro contra el suelo, impidiéndome ver más de lo que podía.

El guardián de la noche, la historia del monarca. [PAUSADA]Onde histórias criam vida. Descubra agora