IV

74 8 1
                                    

Me hiso acostarme de nuevo en su pecho, al recordar en ese sueño, me hiso darle muchas vueltas en mi mente, provocando que me costara conciliar el sueño, hasta que estar pensando me quede dormida.

Abrí mis ojos al sentirme observada, me senté para mirar mi habitación que permanecía a oscuras, podía ver con perfección cada parte de este, me sentía con mucha energía, así que me puse de pie para salir de mi habitación, todo permeancia en completo silencio haciéndome sentir nerviosa, camine a la cocina haciendo tanto ruido al caminar, el sonido era demasiado fuerte, el ruido que había en la calle llegaba a mis oídos como si lo estuvieran haciendo tan apegado de mis orejas.

—Esto tiene que acabarse— susurre mientras tapaba mis oídos.

Tome asiento en el suelo, mientras mantenía mis manos en mis oídos amortiguando el sonido tan fuerte.

Nunca me había sucedido esto, y preferiría que esto no volviera a suceder, me lastimaba y me alteraba demasiado, quería que parara, pero no sabía cómo, cerré mis ojos para concentrarme en escuchar mis latidos, era tan relajantes.

Todos los olores que existían en la casa, podía percibirlos con completa perfección, al igual lo que rodeaba nuestra casa, que estaba sucediendo, el sonido de mi cama me atrajo, Jorge seguía dormido por el sonido de sus ronquidos.

Me causaba tanta curiosidad con lo que me estaba sucediendo, me puse de pie y destapé mis orejas, inhalaba todo el aire que podía, llenándome de más y más olores que no percibía alguna vez.

Tenía tanto apetito, me apresure a acercarme al refrigerador para abrirlo y buscar con desesperación algo que pudiera saciarme, mis ojos no se apartaron de algunas alas de pollo cocinadas y heladas, no lo dude un segundo para tomarlo y empezar a comerlo con desesperación, me acabe las cinco piezas que quedaba, empecé a olfatear en busca de un olor que me atrajera tanto, no había nada.

El trozo de carne crudo me llamo la atención, el olor de la sangre era tan dulce, provocándome salivar, lo tome para atraerlo, sin pensarlo lo mordí arrancando un trozo de este, cerré mis ojos al disgustar el sabor y textura, antes de que pudiera dar otra mordida, el asco me invadió.

—Diablos, esto sabe horrible— solté la carne.

Salí corriendo directamente al baño, durante el camino parecía ser eterno, estaba al final del pasillo, no tarde en hincarme en el suelo al frente de la taza del baño mientras vomitaba lo que había comido hace minutos atrás, era la sensación más horrible, el cómo los músculos de mi abdomen se contraían para hacerme vomitar junto con el sabor de este subir por mi esófago y tocar mi lengua.

—Cariño, ¿qué sucede? —Era mi madre.

—No lose— apenas pude contestar antes de seguir vomitando.

—Mi pobre pequeña— dijo gentil, mientras caminaba detrás mío para sostener mi cabello— ¿tienes idea de que pudo caerte mal?

Solo pude negar, no podría decirle lo que había hecho mientras que ellos aun dormían plácidamente.

—Si vuelves a vomitar, no podrás ir a la universidad— me informo—te llevare al hospital para que te revisen, tú no eres de enfermarte.

Solo guarde silencio, ya no volvería a levantarme se sentía uno de estos síntomas, no volvería a caer ante la tentación de aquello, si me provocaba esto, no sabía que más aria para saciarme.

Ahora solo me dolía mi estómago, me tomo unos minutos dejar de vomitar, mamá me impidió que me levantara, puesto que creía que podía marearme y ella no era lo suficientemente fuerte para ayudarme, así que fue por papá.

Mis planes estaban arruinados, quería verme levantado temprano antes que todos para hacer el desayuno, debido a que me había enterado de algo interesante y llamativo para mí, juegos mecánicos se instalarían y abrieran sus puertas. Yo no había estado en uno de ellos y mucho menos ver comido algo que vendían en los puestos, deseaba conocer, muchos de mis compañeros hablaron de esto, insertando la curiosidad a hablar animadamente de esto.

— ¿Qué hacéis aquí? — Me asusto Jorge—te ves fatal.

—Dios santo— exclamé al verlo—que susto— puse mi mano al pecho.

—Vas a responderme— recargo su hombro en el marco de la puerta, mientras mantenía su ceja alzada.

—Me he sentido mal, y he vomitado— explique, a lo cual hiso una mueca de desagrado— ¿qué? —Mantenía el mismo gesto—tú tienes la culpa, tú has preguntado.

—No te dije que me digieras esa parte de la expulsión de la comida— actuó como si le dieran escalofríos.

—Dramático, además se llama vomito— le dio una arcada a lo cual me burle.

—Que asquerosa eres— aparto sus ojos de mi—bueno, necesito usar el baño.

— ¿Y?

—Quiero que salgas— explico.

—Pues, tendrás que seguir esperando— permanecí en mi sitio.

—Eso sí que no, tenéis que salir.

—No lo are, si mamá me ve a fuera me regañara.

Iba a seguir discutiendo, pero se fue interrumpido al ver a mamá, después de unos segundos papá aparición, me ayudo a ponerme de pie, y sacarme con completo cuidado del baño hasta llevarme a mi cuarto.

—Es muy de madrugada, no pudiste esperar más tarde para enfermarte— comento papá divertido.

—Huy si, como yo planeo enfermarme— seguí el juego.

Frederick— mamá lo llamo, provocando que guardara silencio—no molestes a la niña.

—Pero mi amor, no lo estoy haciendo, estoy bromeando con ella, ¿verdad que si? — me miro, esperanzado a que lo salvara del regaño de ella.

Por mi parte le di una sonrisa maliciosa, a lo cual la empezar a negar frenéticamente con la cabeza para que no hubiera mi boca.

—Si dices algo que me perjudique, no permitiré que agarrar lo que quieras en la compra— me susurro.

—Solo es broma— mencione angelical, logrando que soltara mi padre un suspiro de alivio, mientras yo sonreía satisfactoria al sacar provecho.


Gracias por leer

El guardián de la noche, la historia del monarca. [PAUSADA]Onde histórias criam vida. Descubra agora