Días tranquilos

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—Ania ¡Ania! —Llamó Hornet

—Mi reina ¿Qué se le ofrece?

—Necesito que por favor envíes esta carta.

La sirvienta miró el sobre rojo que estaba en manos de Hornet y notó que tenía el sello real de Nido Profundo encima, era correspondencia oficial referente a asuntos de gobierno, rara vez tenía en sus manos documentos de tal importancia.

—Documentos oficiales... ¿Pasó algo grave? ¿Se sospecha de algún enemigo o de un estado de guerra? —La araña lucía muy nerviosa.

—¿Eh? No, nada de eso, no te pongas paranoica Ania. Le voy a hacer una petición a Hollow, pero no como su hermana, si no, como la reina de Nido Profundo, de esta forma contestará más rápido. Si todo sale bien, en un par de días tendremos el asunto de la interrogación del prisionero solucionado.

—¿¡De verdad!? —Ania lucía genuinamente sorprendida— ¿Acaso Corazón de Hallownest tiene alguna medicina milagrosa capaz de acelerar la sanación?

—No, claro que no, eso sería demasiado bueno... Las heridas del prisionero son demasiado graves y... Extrañas, ni siquiera las aguas termales han podido reparar el daño de forma óptima... ¿Cómo rayos hiciste eso?.

—Tengo mis métodos —contestó de forma sombría—. Todos los que están en contra de la reina no merecen piedad...

—Me alegro de no tenerte entre mis enemigos.

—Pero a usted jamás le haría daño —Miró a Hornet con tal adoración que esta se sintió algo incómoda.

—Bueno, como sea. Necesito que envies esta carta, aquí está.

—A la orden.

Hornet observó a la araña alejarse y se llevó las manos al pecho mientras caminaba hacia su oficina. En las patas de Ania estaba la esperanza para esclarescer la verdad sobre el atentado a sus huevos. La misiva que había escrito contenía una petición para que le facilitaran el aguijón onírico de Hollow, con eso podrían leer la mente del prisionero y averiguar hasta el último detalle sobre la situación, ningún secreto podía esconderse de su poder y no sería necesario recurrir al lenguaje hablado o escrito, en verdad Quirrel había tenido una idea estupenda.

Mientras tanto, Ania iba caminando hacia la estación de ciervocaminos donde se había instalado un buzón de correo. Cada mañana el primer ciervo de la jornada llegaba con el cartero encima, este retiraba la correspondencia y luego se iba, el cartero jamás ponía un pie en la villa, en realidad muchos habitantes de Hallownest aún temían la zona de Nido Profundo, pero para ellos era mejor, menos molestia.

Ahora a Ania le tocaba cruzar el puente de hilo que recientemente se había construido para facilitar el acceso a la ciervoestación, estaba hecho especialmente para las arañas, de hecho a los insectos de otras especies les costaba cruzarlo, pero nuevamente debido a los pocos visitantes que recibían, esto no tenía mucha importancia.

La araña iba ya por la mitad del puente cuando se le enredaron las patas y cayó haciendo que todo el puente se balancera, entonces de forma inevitable la carta que llevaba se le resbaló de las patas y comenzó a caer lenta y dolorosamente hacia las aguas del lago que había bajo el pueblo. 

La araña vio como la carta se posaba sobre la superficie para luego hundirse de forma lenta y dramática. Había perdido la preciosa carta de su reina, la carta que contenía la clave para esclarescer el misterio del prisionero. En realidad no era tan grave, podía escribir otra, pero si le decía que la había perdido se enojaría con ella, lo mejor era no decir nada para que no se enojara ni se preocupara, mucho mucho mejor, aunque... ¿Mejor para quién?
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