La Reunión

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El recuerdo del misterioso guerrero silencioso permaneció durante varios días rondando la cabeza de Orquídea, provocándole toda clase de sentimientos y deseos que una mantis, sobre todo una líder, no debería tener. Una insana curiosidad por saber más de aquel individuo y el deseo de abandonar Páramos Fúngicos y buscarlo.

Estos pensamientos no hacían más que atormentar a la pobre mantis, la relaciones con insectos ajenos a la tribu estaba estrictamente prohibida, las mantis aborrecían a los insectos mestizos y cualquier cosa que propiciara el nacimiento de uno era evitada a toda costa. En base a esto había nacido la prohibición de emparejarse con bichos extranjeros, regla que aplicaba para todos sin importar la naturaleza de la relación. Por algo aunque su difunta sobrina se había interesado en un bicho de sexo femenino y obviamente entre ellas no iban a poder tener huevos, tampoco pudo concretar su romance y enfrentó la drástica ley de las mantis.

Solo se buscaba la imparcialidad, sería injusto que se permitieran las relaciones homosexuales y las heterosexuales no. Por otro lado, las mantis tampoco querían que su cultura basada en la fuerza y el poder se viera mancillada por pensamientos ajenos. Por eso Orquídea se sentía tan sucia pensando en el  guerrero silencioso de aquella manera especial, para la mentalidad de las mantis esto era algo horroroso.

A su manera trató de tranquilizarse, convenciéndose que aquello solo era algo pasajero, un mero impulso sexual provocado quizás por aquella preocupación que tenía últimamente de encontrar un macho que le diera descendientes fuertes. El macho más fuerte de la tribu ya lo había reclamado Lavanda, su hermana mayor. Si bien eso no era demasiado problema, pues entre las mantis no existía ni el matrimonio ni la fidelidad, lo que si existía era el honor y el respeto, si quería obtener la paternidad de aquel individuo, debía  pedir permiso a su hermana. Aquello no era mal visto y era una práctica común, sin embargo la idea de recurrir a eso la avergonzaba muchísimo.

Por otro lado, muy poderoso sería la pareja de su hermana, pero el pobre era más feo que la mentira. Tenía claro que cosas como el aspecto físico no debían ser importantes, pero ella quería a un insecto guapo, al menos para su primera vez ¿Estaría siendo demasiado caprichosa?

A pesar de todas sus dudas, cuestionamientos y de todas las fantasías vergonzosas que le causaba el joven guerrero, Orquídea hubiera sido capaz de olvidarlo. La distancia y el tiempo habrían asesinado aquella pequeña pequeña llama de pasión que se abría paso en su pecho, sin un vínculo afectivo ni contacto más allá de una mirada fugaz en la lejanía, todo estaba destinado a acabar en nada

El guerrero silencioso casi nunca se pasaba por la aldea mantis, usaba otras rutas para llegar a Nido Profundo y aunque a veces deambulaba por paramos fúngicos, no se había dado el caso de que se hubieran encontrado.

Sí, todo ese asunto de su enamoramiento podría haberse convertido en nada más que un sueño distante, pero las cosas no resultaron así.

Un día los mantis Lords recibieron la gran sorpresa de que la mismísima reina de Nido Profundo solicitó una audiencia con ellas. En los cinco años que llevaba gobernando nunca habían tenido la oportunidad de verla, habían escuchado de ella, se hablaba de su gran fuerza, su carácter  severo, su actuar justo y del respeto que le profesaba su pueblo y los insectos de otras tribus, esto hizo crecer la curiosidad en ellas.

Probablemente por la enemistad que tradicionalmente habían tenido las mantis con las arañas, ninguna de las dos partes había hecho el más mínimo esfuerzo por contactar con la otra, pero la reina Hornet parecía empeñada en establecer relaciones amistosas con todos los reinos, incluida la tribu de las mantis.

Sin embargo, a pesar de todo lo que habían escuchado de la reina, ella misma en persona les resultó sumamente decepcionante. Hornet era todo lo que una mantis despreciaba. Era una mestiza, mitad araña, mitad gusano ¡Gusano! Claro, era la hija del legendario Rey Pálido, pero eso no era suficiente para opacar su sangre sucia, además de que las mantis nunca habían reverenciado a ese monarca. Además era muy pequeña ¿Como una criatura de su tamaño podía imponer respeto? Es que acaso los habitantes de Nido Profundo estaban locos?

JamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora