Bienvenida a la familia

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Había sido un día agotador para Hollow, normalmente su trabajo como capitán de la guardia real no implicaba mayor estrés, dirigir y organizar los turnos, mantener la disciplina en el personal, hacerse cargo de algunos elementos problema y supervisar entrenamientos no era algo difícil ni requería de demasiado sentido común, era más cosa de paciencia y disciplina, cualidades que poseía gracias a la crianza de Hornet.

Incluso cuando le tocaba a él mismo luchar contra algún rufián mantenía la calma y hasta disfrutaba la pelea, pero ahora las cosas eran diferentes. Por primera vez saboreó el miedo de morir y la angustia de abandonar a sus seres queridos. A pesar de su superioridad en batalla estaba asustado, un error, un paso en falso y Orquídea tendría que criar a sus hijos sola.

Aún con todo el estrés que llevaba encima, se desenvolvió bien en combate y se alzó victorioso, el villano que aterrorizaba Ciudad de las Lágrimas fue vencido y la calma retornaba, aunque esto no lograba tranquilizar al caballero.

Ahora Hollow tenía mucho en que pensar. Por primera vez fue consciente de sus actos y se dio cuenta de su absoluta despreocupación por los peligros del mundo, pues claro, cuando es imposible morir por cosas como un golpe en la cabeza o falta de comida, la mayoría de las situaciones no parecen graves, pero luego de este día, finalmente comprendía a Hornet o a Ogrim, la vida era aterradora cuando sabías que podías morir.

Pero si su hermana y sus amigos vivian y salían adelante a pesar de los peligros del mundo ¿Por qué él no podría?

Con todos estos pensamientos rondando su mente, abrió la puerta del cuarto de Orquídea sin tocar, no tenía costumbre de hacerlo pues ella ya no se enojaba con él por esas cosas, aunque a veces sus repentinas entradas lo hacían presenciar sucesos bastante curiosos, como ahora que Orquídea estaba colgada del techo haciendo quien sabe qué cosa.

—¡Orquídea! ¿¡Que haces allá arriba!? ¡Baja de ahí es peligroso!

—Ah, hola Hollow ¿Como te fue en el trabajo? —contestó con absoluta despreocupación.

—¡Orquídea! Piensa en los huevos, baja de ahí.

—Tranquilo, no pasa nada, además ya casi termino.

La mantis realizó un par de maniobras más antes de soltar las agarraderas de las que estaba sujeta y bajar por la larguísima escalera que había metido al cuarto. Sólo cuando sus dos pies estuvieron apoyados en el suelo su pareja se tranquilizó y la interrogó con la mirada.

—No te pongas así Hollow, lo tenía todo bajo control, además , necesitaba colocar la cuerda.

El macho observo la obra de la mantis, era una simple cuerda que pendía del techo. Como era obvio, preguntó para que servía.

—¿Para qué más? Para alimentar a las crías cuando nazcan.

—Orquídea... ¿No quedamos en que no los íbamos a criar al estilo mantis?

—Por supuesto, les daremos mucho amor, juguetes y tiempo para jugar con ellos.

—Claro, pero aquí no les colgamos la comida de un gancho para que luchen por alcanzarla.

—¿Eeehhh? ¿En serio? —Su demostración de sorpresa resultaba casi exagerada—. Pero  si luchar por la comida es un ejercicio excelente para la precisión en el vuelo, además de que a los niños les resulta divertido. Es la mejor forma de alimentarlos.

—¿Y no te has puesto a pensar que algunos de nuestros hijos no podrán volar? Incluso existe la posibilidad de que ninguno de ellos pueda, no es seguro que vayamos a tener una mantis.

—Oh... Cierto...

Orquídea tomo una actitud derrotada, bajó la cabeza, las antenas y su cola gordita quedó colgando. Parecía tan desolada que Hollow de inmediato quiso retractarse de sus palabras.

JamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora