13 1/2. Maestro

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Harry terminó por confesarle a este hombre su situación. Había escapado de casa porque sus padres no le permitían ser escritor, había querido llevar a su mejor amigo, (Sospechaba que eran algo más, a juzgar por como se sonrojó al llamarlo por su nombre) pero este había tenido un ataque de ira. Despertó en el gimnasio de su preparatoria y tomó el tren más rápido, llevándose consigo varias joyas de la familia, parte de su herencia en efectivo, tarjetas de crédito y sus libros favoritos, apretujados en una maleta marrón.

El maestro sintió inmediatamente cierto afecto por él, y tuvo el impulso de llevarlo de vuelta a su hogar, disculparse por su comportamiento e intentar disuadir a los padres, pero le fue imposible. La sola mención de esa posibilidad le había costado la confianza del chico, que no era tan tonto cómo parecía. 

-Entonces, ¿Qué se supone que haga contigo? ¿Te adopto?- le propuso con sarcasmo, lo cual no le hizo mucha gracia.

-No, sólo dime dónde puedo terminar la preparatoria pronto. Soy aplicado y llevaba una buena boleta antes, con un certificado podré entrar en cualquier universidad y-

-¿Y luego qué? Tus padres te estarán buscando pronto, y si te aplicas puedes disculparte con ellos. Termina tus estudios y cuando seas mayor de edad puedes irte y hacer lo que se te pegue la gana. ¿Por qué causar tantos líos?

-Tú no lo entiendes. No puedo volver porque les he robado. No puedo.-

Robin lo miró, notando las pequeñas lágrimas en sus ojos marrones.

-En ese caso, probablemente necesitaras refugio. -

-Puedo cuidarme sólo. - le espetó el muchacho desde el otro lado del escritorio.

-Lo dudo mucho. Llevas tu dinero en el bolsillo del pantalón, no sabes cuando callarte. Llevas dos semanas por tu cuenta y ya estás muriéndote de hambre.- Por más que le diera vueltas, todo aquello era verdad.

-¿Y entonces qué hago? ¿Vivir aquí en tu oficina?-

-No seas ridículo. Tengo espacio de sobra en mi apartamento, puedes quedarte allí unos cuantos días y hacer planes.- contestó tranquilamente.

-¿Tú que ganas con todo esto?- Le preguntó el chico, acomodándose en la incomoda silla. -No creo ser de mucha utilidad allí. Ni siquiera sé cocinar huevos revueltos sin quemarlos.-

-Y esa es una de las razones por las que no puedo dejarte sólo. No quiero enterarme por las noticias que moriste congelado en las calles. O que estás en prisión.- Robin extendió su mano por sobre la mesa.- Tómalo como un favor, es mi buena acción del año. 

Harry lo miró con desconfianza, pero de alguna manera, no tenía ningún otro lugar a donde ir. Y este tipo no se veía tan mal. Estrechó su mano sin muchas ganas y recibió a cambio una sonrisa, que esta vez se veía  sincera.

Así que comenzaron a vivir juntos. Pronto comenzaron a tener una rutina:

Despertaban, se vestían, y Robin le intentaba enseñar a preparar desayunos decentes.

-Así al menos no te mueres de hambre.- le decía mientras removía con una pala los restos de waffles quemados de la sartén.

Harry aprendió cómo le gustaba el café al otro, y qué música le gustaba escuchar por las mañanas. De vez en cuando, ponía chocolates en el bolsillo del abrigo del otro, para que cuando estuviera en clase pudiera tener algo de energía. Tomaba libros prestados de la biblioteca universitaria y se sentaba al fondo de la clase a leer y a escribir.

No tardó en darse cuenta que Rob, como comenzó a llamarlo, era un maestro demasiado estricto, pero enseñaba con pasión y se preocupaba por sus alumnos. 

Al final del día, cuando volvían en autobús al apartamento, Robin le contaba de sus alumnos favoritos, de los que causaban más desorden, de los problemas que tenían e incluso de los chismes que corrían por la escuela. Era un buen rato.

Al volver a casa, Robin preparaba la comida, -No puedo dejar que arruines la mejor parte del día.- Y le ayudaba a revisar sus escritos a cambio de ayuda corrigiendo exámenes. Después de comer, ambos se retiraban a sus habitaciones o a la sala, a leer y a pasar el rato. A veces salían a caminar por la calle y visitaban bibliotecas. Harry nunca olvidaría el día en el que Robin le regalo un libro, en sus palabras, por "ser un buen inquilino". Era una edición de pastas gruesas y rojas que conservaría cómo su libro favorito por muchisímo tiempo. 

Al término del primer mes, el par de amigos eran uña y carne. Conversaban alegremente, compartían la lectura y los quehaceres, cocinaban juntos, porque Harry demostró no ser tan inútil en la cocina, y hablaban de sus planes para el futuro.

Así que cuando Harry quiso disculparse por abusar de la hospitalidad del otro, no porque quisiera irse sino porqué no quería ser una carga, sólo recibió un suave shhhhh de parte del otro, porque tampoco Rob podía soportar la idea de abandonarlo.

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Wiiii, más fluffybird!!!

Dejo este capitulo hasta aquí, porque de otra manera no voy a levantarme mañana. Los saludos de hoy van para:

LikaThepurplemoon

FuneSud02

Dany-Chocolate

__OTHERGIR

jaidebr

Camreira824

Si quieren que les mande saludos, no olviden comentar/votar por el capitulo de mañana.

L@s amo, bye!!

Atte: La Autora.

Amor Confuso (otra vez :)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora