🕊: cuatro

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La mañana del miércoles amanece nublada, y  Agoney desea quedarse en la cama 5 minutos más y todos los que hagan falta. No tiene ánimos de nada, aunque es consciente de que dormir no va a hacer que todos sus problemas desparezcan de golpe, por lo que se obliga a sí mismo a levantarse.

Se mete en el estudio después de ducharse, y comienza a tocar la melodía de la canción sin nombre. O a tragos, como le gusta llamarla a él.

Su móvil suena minutos después, anunciando que tiene un mensaje. Le sorprende saber que se trata de Miriam.

Miri: Ago, ¿cómo estás? ¿Llevas bien los exámenes?

Realmente no tiene ganas de hablarle, por lo que su respuesta tarda en llegar una hora.

Agoney: Todo bien. ¿Tú qué tal?

La gallega contesta muy rápido. Más de lo normal.

Miri: Agobiada, necesito salir un rato. ¿Te vienes?

Ya sabía él que le hablaba por otros motivos. Si es que la conoce muy bien.

Agoney: Pensaba ir a la biblioteca a estudiar un rato.

Miri: ¿Y no puedes ir mañana?

Agoney: No fui ayer. Si quieres puedes venirte conmigo, y así estudiamos juntos.

Miri: No es el mejor plan del mundo, pero me apunto. ¿Te parece bien sobre las 16:00?

Le envía un último mensaje diciéndole que se verán allí a esa hora. Y para matar el tiempo, compone.

Y se rompe otra vez.

                                       [🕊]
La gallega lo envuelve entre sus brazos en cuanto el canario se acerca. Llevaban sin verse semanas, y aunque a Agoney le jode que no tengan tanto contacto como antes, la ha echado de menos.

—Sinceramente no me apetece nada entrar. Vámonos a otro sitio, por favor —propone Miriam.

En parte él tampoco tiene ganas. Su cabeza lleva días estando lejos de allí. Maquinando sin parar. Y le pide a gritos una tregua que lleva años sin suceder.

Y entonces, le viene a la cabeza el chico del metro. El de la voz bonita. Y decide que lo mismo pueden ir a la estación, por si le ve. Simplemente para escucharle una vez más.

—Se me ocurre un sitio, pero lo mismo te parece una mierda —dice el canario después de unos segundos.

—Me da igual a dónde vayamos con tal de no entrar a la biblioteca —dice la gallega y se mete las manos dentro del bolsillo de su sudadera.

El canario esboza una pequeña sonrisa y tira de ella para poner rumbo a la estación.

Se muere de ganas de volver a verle.

                                       [🕊]
—Agoney cariño, ya sé que dije que me daba igual el sitio, pero la estación, ¿estás de coña? —pregunta la gallega cuando llegan.

—Te advertí que era un sitio de mierda, pero te prometo que hay una razón detrás.

Caminan hasta encontrar la línea que coge siempre para volver a su casa, pero ni rastro del rubio. Y en parte, se siente mal por haber llevado a Miriam hasta allí. Y es que debería haber previsto que no tendría suerte esta vez. Que lo del lunes fue un simple encuentro sin sentido.

—Ago, ¿todo bien? —le pregunta Miriam al ver la expresión en su rostro.

—Es que soy un pringado —dice y se sienta en uno de los bancos que hay por allí.

—A ver, explícame qué te pasa porque no me estoy enterando de nada —dice y se sienta a su lado.

—El lunes escuché cantar a un chico aquí, y pensé que volvería a estar hoy también, pero ya ves que no.

—¿Y qué pasa?

—Que sentí algo, Miriam. Pero soy tan cobarde que no me atreví ni a preguntarle su nombre.

—¿Pero cómo vas a sentir algo por alguien que no conoces? —le pregunta.

—¿Nunca tuviste la sensación de conocer a alguien de toda la vida a pesar de no haberle visto nunca? —pregunta y la mira, esperando una respuesta.

—Claro que sí.

—Pues ya está.

Miriam le mira durante unos segundos, pensativa.

—Lo mismo ha cambiado de línea y está tocando en otra, ¿no crees?

Agoney niega.

Se levanta, dispuesto a marcharse. Tendría que haberse quedado en la biblioteca. Ha vuelto a hacer el ridículo. Ha vuelto a pensar que las cosas podrían salirle bien.

Miriam coge su mano. Sabe que aquella situación le jode, y por primera vez desde que le conoce, su amigo se ha abierto con ella. Y lo agradece. Porque siente que esconde muchas cosas que aún no le ha dicho. Que se ha callado.

Y razón no le falta.

El retrato más brutal, de mi cruel oscuridad.


Nota de la autora:
Pues aquí el siguiente capítulo. Espero que os estéis quedando en casa y estéis llevando esto lo mejor que podáis.

Cuidaos mucho, nos leemos pronto 💛

el chico del metro| ragoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora