🕊: especial

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El invierno había entrado de nuevo en la ciudad madrileña. Agoney iba con prisas. Había quedado con Miriam en la cafetería de siempre, y debido a que se quedó dormido, la gallega llevaba más de media hora esperando. Entró casi sofocado, y la vio sentada junto al ventanal de siempre. El de las vistas a la ciudad que nunca duerme.

—Ya pensaba que no ibas a venir —le dice en cuanto se sienta a su lado.

—Perdona, me quedé dormido y olvidé que habíamos quedado.

—Te lo perdono porque te conozco y sé que nunca llegas tarde a no ser que haya una razón de por medio —dice y hace una pausa. —De no ser por eso te hubiese mandado a la mierda.

Agoney esboza una sonrisa. Aunque para Miriam pasa desapercibida porque apenas le está prestando atención.

—¿Ocurre algo? —le pregunta el canario.

—¿Eh? —dice y vuelve a centrarse en su amigo.

—Que si te ocurre algo —vuelve a repetir. —Llevas desde que llegué pendiente del móvil.

—Simplemente estoy esperando una llamada importante.

Asiente, no muy convencido. Aunque las dudas desaparecen en cuanto la gallega se gira como un resorte hacia la entrada. Agoney palidece en un instante.

Raoul entra en la cafetería siendo más nervios que persona, ni siquiera se atreve a mirar a la dirección en la que se encuentran. Se dirige hacia la barra, y permanece allí un buen rato para calmar un poco el nudo que siente en el estómago, aunque su corazón está a punto de salirse de su pecho y largarse a correr. Se acerca a ellos después de varios minutos con las inseguridades y los miedos a sus espaldas.  Agoney mira a Miriam sin entender la situación, ni siquiera ha emitido sonido alguno. Siente el latir descontrolado de su corazón en sus oídos.

—Hola —dice el catalán y carraspea un poco.

Agoney contiene la respiración. Llevaba sin escuchar su voz más de 3 años, y volver a hacerlo ahora, después de tanto tiempo, le vuelve a remover por dentro como la primera vez que le escuchó.

—Hola chaval —Miriam es la primera en hablar. —¿Cómo estás?

Raoul se sienta al lado de la gallega. Ambos chicos ni siquiera se han mirado. Agoney permanece con la mirada perdida en algún punto de la mesa, intentando asimilar la situación.

—Ahora bien —dice y hace una pausa. —¿Vosotros qué tal?

Miriam habla como si nada. Raoul la escucha atento aunque su cabeza está en otro lado. En la razón por la que accedió a quedar con ellos esa tarde. La gallega intercambia una mirada con él después de unos segundos de silencio, el catalán asiente.

—Bueno chicos, yo me voy yendo ya —dice y Agoney levanta la cabeza de golpe. —Tenéis mucho de lo que hablar.

Ambos chicos ven cómo la gallega se marcha. Y ahora que están solos, no saben cómo empezar esa conversación que hace años deberían haber tenido. Agoney se atreve a mirarle por primera vez desde que está allí. No sabe qué decirle. Aunque tiene claro que debería disculparse con él. Raoul le devuelve la mirada, ni siquiera hay un atisbo de rencor en sus ojos. Sigue mirándole como la primera vez que coincidieron. Y a pesar del silencio que hay, ambos vuelven a sentirse en casa.

—Creo que debería empezar a hablar yo —dice el canario por fin. —Me comporté como un gilipollas contigo, Raoul, y te juro que no hay día en el que no me arrepienta porque las cosas podrían haber sido muy diferentes entre nosotros. No tendría que haber soltado todo lo que te solté, y aunque te pedí disculpas en su momento, vuelvo a pedírtelas ahora.

Raoul respira hondo, abrumado por volver a escuchar su voz. Piensa en lo que va a decirle.

—Iba a acceder a quedar contigo cuando me enviaste ese mensaje, pero me pudieron las inseguridades y el miedo a que la cosa acabara peor entre nosotros. Sabía que estabas bien, porque aunque me juré no buscarte, seguía preguntándole a Miriam por ti. Pero llegó un punto en el que elegí mi salud mental por encima de aquello, porque me estaba perdiendo a mí mismo de tanto preocuparme por ti a pesar de que me habías hecho daño. —dice y hace una pausa. —Aunque no te voy a mentir, te perdoné el mismo día que me pediste disculpas. Quise entender tu parte, pero Agoney, yo te hubiese querido bien. Me hubiese importado una mierda esperar, pero supongo que las cosas tenían que acabar así.

Agoney siente cómo lo último que ha dicho se le clava en el pecho. Las cosas acabaron así por su culpa, y ahora estaba pagando las consecuencias de ello. El dolor en los ojos de Raoul lo delatan.

—No quiero volver a hablar de lo que pudo ser y no fue porque ya han pasado 3 años desde aquello —dice y se traga el nudo que empieza a formarse en su garganta. —Simplemente me gustaría que volviésemos a estar bien, o al menos intentarlo, porque por más que lo intenté, no consigo olvidarte ni cerrando los putos ojos.

Raoul le mira, y en vez de contestarle, porque cree que ya ha hablado demasiado y le ha dicho todo lo que quería decirle, se acerca a él y le abraza. Y como desde que se conocen, vuelven a experimentar esa sensación de hogar que no han vuelto a sentir en otros brazos. Agoney se rompe, quizás porque llevaba más tiempo de lo imaginado esperando a que aquello sucediera. Y Raoul porque siempre había querido hacerlo. Se separan, aunque sus cuerpos siguen muy cerca, y el catalán, con el miedo recorriendo cada ápice de su cuerpo, acerca una de sus manos a la mejilla del contrario. Agoney cierra los ojos ante el tacto, ni siquiera es capaz de pensar en nada cuando son las manos de Raoul las que recorren su rostro. En ese momento sabe que por fin es libre.

—Yo tampoco he sido capaz de olvidarte —le susurra muy cerca de sus labios. —Aunque mira que lo intenté, pero siempre aparecía tu puta sonrisa en mi cabeza y todo dejaba de tener sentido.

Agoney siente calor en el pecho.

—Al final hemos encontrado la manera de estar juntos de nuevo —susurra el canario, casi abrumado por su cercanía.

Raoul se muere de ganas de besarle. Lleva queriendo hacerlo desde la primera vez que le escuchó reír.

—Ago —dice y carraspea un poco. —¿Puedo besarte?

Agoney siente a su corazón cruzar la calle sin mirar y no volver. Asiente, porque ni siquiera es capaz de formular un simple "sí" por miedo a que le tiemble la voz. Raoul se acerca un poco más a él. Está a punto de besar la libertad.

—¿Vas a hacerlo ya o tengo que esperar 3 años más? —susurra sobre sus labios.

Raoul esboza una sonrisa y roza sus labios. Aunque es Agoney el que se encarga de profundizar el beso.

Puede que en ese momento surjan las dudas, que no sepan si aquello es lo correcto. Que más da. Saben que donde besen la libertad, ahí es.


Nota de la autora:
Me ha costado media vida escribir esto porque no sabía muy bien cómo quería que acabasen, pero creo que es el final que se merecen. Así que supongo que ahora sí que doy por finalizada la historia.

Gracias por leer y por la de comentarios que habéis dejado(y también por la paciencia que habéis tenido conmigo).

Nos leemos muy prontito, y si os habéis quedado con ganas de más, en mi perfil tengo otra historia por si queréis leerla. 💖

el chico del metro| ragoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora