🕊: veinticuatro

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Agoney entra en su piso con la cabeza a punto de estallarle. Demasiadas emociones en un mismo día. Y aunque la sensación que le oprime el pecho ha desaparecido, su cabeza aún le sigue gritando. Aún le sigue advirtiendo.

Se sienta en el sofá, con la cabeza entre las manos. Sabe que le va a costar dejarse llevar y que las inseguridades no le hagan sentirse inseguro al lado de Raoul, pero quiere intentarlo. Se ha cansado de vivir callando, de no ser libre.

Su móvil suena rompiendo el silencio ensordecedor que se había instalado en el piso. No le sorprende saber que se trata de Miriam.

—Eres una cabrona —le dice nada más contestarle.

—¿Yo? —dice fingiendo sorpresa. —Si no he hecho nada.

—La encerrona bien, ¿no? —le dice. —¿Llevabas mucho tiempo planeándola?

Miriam no sabe si se lo está diciendo en broma o si realmente se ha enfadado con ella. Le da miedo que haya salido mal y ahora no puedan ni verse.

—¿Me vas a contar qué tal ha salido? —le pregunta, nerviosa.

—Ha salido bien, Miriam —dice más calmado. —Estuvimos hablando un buen rato, le pedí disculpas por haberme pasado con él. Ahora estamos bien, creo.

—¿Crees?

—Sí, no sé. Creo que esto se me queda muy grande. Me da miedo volver a alejarle, pasarme con él. No se lo merece.

—Ago, tienes que intentar dejarte llevar. Los dos merecéis ser libres y quereos bien. No pienses en lo que pueda pasar luego.

Agoney permanece en silencio unos segundos. Quizás la gallega tiene razón. No puede estar constantemente pensando en que las cosas van a torcerse, en que se acabarán alejando. Tiene que intentar hacer frente a sus inseguridades. No le van a llevar a ningún lado.

—Supongo que tienes razón —dice.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Depende.

—Voy a hacértela igual —dice y ruega los ojos aunque no la vea. —¿Te gusta?

Agoney siente su corazón latir con fuerza dentro de su pecho. Nunca se lo había planteado, sí que es verdad que se siente bien con él, que tiene la necesidad constante de dejarse de llevar, dejar que le cuide. Pero no sabe si realmente le gusta o si por el contrario, está intentando llenar el vacío que le dejaron hace unos años. Y tiene miedo de cagarla. De que no pueda volver a sentir como antes.

—No lo sé, Miriam —es lo único que es capaz de decir.

Hablan un rato más sobre temas de la universidad, los exámenes y las ganas que tienen de volver a quedar los dos con Nerea. Aunque Miriam la vea casi a diario.

La llamada finaliza después de dos horas, y cuando está a punto de dejar el móvil encima de la mesa del salón, este vibra indicándole que tiene un nuevo mensaje.

Le es imposible reprimir la sonrisa cuando lee el nombre en su pantalla.

Raoul: Ago, quiero proponerte algo.

El canario puede sentir el latir descontrolado de su corazón.

Agoney: dime.

Su respuesta tarda varios minutos en llegar. Agoney espera impaciente.

Raoul: No sé si aceptarás, ¿pero vendrías mañana a verme cantar en el metro?

el chico del metro| ragoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora