El lunes llega más pronto de lo que ambos imaginan, y a eso de las 19:30 quedan en la estación. Los nervios se apoderan de Agoney, sabe que Raoul acabará haciéndole preguntas sobre su pasado, y que como siempre, tendrá que inventarse excusas para escabullirse, para evitar hablar de aquello que le desgarra el alma.
Entra en la estación con el corazón a punto de estallarle, y visualiza a Raoul sentado en unas escaleras. Cuando se ven, siguen sin saber cómo saludarse. Les pueden los nervios. Al final, optan por una simple sonrisa.
—Creía que no vendrías —le dice el catalán después de unos segundos.
—Lo siento, tendría que haberte avisado que estaría en la biblioteca y que saldría más tarde.
—Bueno, supongo que tendré que contestar a tu pregunta, ¿no?
—No hace falta que lo hagas, Raoul —le dice el canario y se pasa una mano por el pelo, nervioso.
—Quiero hacerlo —dice y hace una breve pausa. —Me vendrá bien.
Agoney asiente, aunque su cabeza no deja de gritar. De decirle que se ha equivocado, que no tendría que haberle preguntado nada.
—Hace un año o así comencé a salir con un chico, fue mi primer novio y mis padres siempre habían pensado que llevaría a una chica a casa. —Agoney traga en seco, sabe por dónde va a ir la historia. —El día que se los presenté, no se lo tomaron nada bien. Y ahí comenzaron todos los problemas. No dejaban de repetirme que simplemente estaba confundido, que ya se me pasaría. Me cabreé mucho con ellos, y a la vez, me dolía que lo pensaran, que no fuesen capaces de aceptar que me gustaban los chicos. Un día decidí que ya no podía seguir allí. Todo se me hacía cuesta arriba y no aguantaba más, así que cogí mis cosas, les dejé una nota de despedida y me marché. No volví a saber nunca más de ellos, Agoney, ni siquiera me escribieron para saber si estaba bien, si necesitaba algo. Estuve meses siendo una puta alma en pena y a ellos les importó una mierda.
Raoul retiene las lágrimas que amenazan con salir de sus ojos. Nunca le hace ningún bien contarlo, a pesar de que siempre se engaña diciéndose que sí, que le vendrá bien hacerlo, como si no le importase en absoluto, pero lleva un buen tiempo echándoles de menos. Les necesita y ya no sabe qué hacer.
Agoney por su parte se ha quedado con mal cuerpo. No fue buena idea preguntarle. No tendría que haberlo hecho.
—Raoul, lo siento muchísimo. —dice y hace una pausa. —Quizás no tendría que haberte preguntado.
—No te preocupes, está todo bien —dice y evita su mirada. —Supongo que no puedo estar toda la vida huyendo de lo que me hace daño.
Esa frase hace estragos en el corazón del canario. Él tampoco debería seguir huyendo del miedo, sin embargo, es lo único que logra mantenerle cuerdo.
—¿Puedo preguntarte algo, Agoney? —dice Raoul después de unos segundos.
A Agoney se le acelera el corazón a sobremanera. Y comienzan a sudarle las manos de los nervios. Sabe qué va a preguntarle.
—Depende —logra decir.
—¿Por qué te sientes atado de pies y manos?
Cierra los ojos en un intento por tranquilizarse. Raoul se da cuenta de ese gesto. Lo mismo está tocando un tema muy delicado para él. Se corrige rápidamente, no quiere cagarla.
—No hace falta que me lo cuentes.
—No estoy preparado, Raoul. No aún —dice y evita mirarle.
Se forma un silencio incómodo entre ambos cuando ya no saben qué decirse. Agoney se ha cerrado en banda. Quiere largarse de allí, alejarse de Raoul antes de que sea demasiado tarde para hacerlo. Porque le duele saber que nunca va a poder contárselo. Porque tiene miedo de que descubra la historia que hay detrás, de los años que pasó culpándose de lo sucedido.
Se levanta como un resorte. Necesita estar solo. Pensar en sus cosas. Martirizarse.
—Ya nos veremos, Raoul.
Es lo último que dice antes de desaparecer entre la gente.
Castigo animal.
Nota de la autora:
Pues aquí tenéis el capítulo. Espero que os esté gustando.Por cierto, gracias por leer y por los comentarios que dejáis, sois un amor.
Nos leemos muy pronto 💛
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el chico del metro| ragoney
Fanfiction22:00 p.m. Último metro. Miradas cómplices. Y quedarse con las ganas.